“Los hijos son un regalo del Señor; son una recompensa de su parte.”
—Salmo 127:3
Recuerdo bien cuando nacieron nuestros gemelos. El hospital estaba lleno de médicos, luces brillantes y voces aceleradas. En medio de todo ese movimiento, me quedé allí parado, con el corazón lleno de emoción… y sin saber bien qué hacer. Estaba orgulloso, por supuesto, pero también completamente desorientado. Solo podía pensar: “¿Y ahora qué?”
Muchos padres se hacen esa misma pregunta. Convertirse en padre ocurre en un instante; aprender a serlo, toma toda una vida. No se trata solo de asumir una nueva responsabilidad, sino de abrazar un llamado que requiere guía, entrega y fe.
La Palabra de Dios nos guia en ese camino. Y desde el principio, nos ofrece una verdad fundamental: los hijos son un regalo del Señor. Si realmente creemos eso, entonces no podemos tratarlos como una carga, un proyecto más o una tarea secundaria. Son una encomienda divina que nos llama a vivir con intención y propósito cada día.
1. Valórelos como una prioridad espiritual
Si los hijos son un regalo del Señor, eso implica que también son una misión espiritual. Criarlos no es solo proveer sustento, sino guiar sus corazones hacia el Dador de todas las cosas. Pregúntese: ¿Estoy formando su carácter o solo corrigiendo su conducta? ¿Estoy apuntando sus ojos al cielo o solo al rendimiento académico o deportivo?
2. Invierta tiempo con propósito
Un regalo tan valioso no se deja arrinconado ni se administra con prisa. Estar presente es más que vivir bajo el mismo techo; es escuchar, jugar, hablar, reír, corregir y orar juntos. ¿Ha convertido a sus hijos en parte de su agenda diaria, o solo los ve cuando hay tiempo libre?
3. Corríjalos con firmeza y ternura
Dios no nos confió a nuestros hijos para que descarguemos en ellos nuestro cansancio o frustración. Su corrección, como la de un Padre perfecto, combina verdad con compasión. Corregir no es reaccionar con enojo, sino formar con amor. ¿Sus hijos saben que su disciplina tiene como objetivo su crecimiento, no su castigo?
Preguntas para reflexión:
- ¿Estoy tratando a mis hijos como un regalo divino o como una carga cotidiana?
- ¿Qué ajustes debo hacer para estar realmente presente en su vida?
- ¿Reflejo el carácter del Dador al corregir a los hijos que me ha dado?
Reflexión final sobre la paternidad:
La paternidad es un reflejo del corazón de Dios. Él es un Padre paciente, justo y compasivo. Si los hijos son un regalo divino, entonces ser padre implica amar, guiar y corregir con ternura y firmeza, imitando Su carácter en cada paso del camino.
Frase inspiradora:
“No hay mayor influencia en la vida de un niño que un padre que camina fielmente con Dios.”