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Despreciando los regalos de Dios

Cuando buscamos lo que el mundo ofrece y rechazamos la guía y propósito de Dios, despreciamos sus regalos más valiosos. Este devocional nos recuerda el costo de ignorar lo que desciende del Padre de las luces.

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¿Alguna vez has dedicado tiempo, corazón y esfuerzo en escoger un regalo especial para un ser querido, solo para ver que no lo valoren? Pocas cosas duelen más que ver rechazado un regalo, especialmente cuando ha implicado sacrificio y amor genuino.

Bueno, el pueblo de Israel rechazó uno de los regalos más extraordinarios que Dios les había dado. Desde la época de Moisés hasta el ministerio del profeta Samuel, Israel fue gobernado directamente por Dios bajo un sistema que hoy llamamos teocracia.

Dios hablaba directamente con sus líderes, estableció las leyes que regían al pueblo y los guió físicamente hacia la Tierra Prometida a través de columnas de nube y fuego. Intervino en la naturaleza para darles victoria en la batalla y suplió milagrosamente comida y agua cuando no tenían nada.

Este regalo—aunque intangible—colocaba a Israel bajo el cuidado directo de Dios y les permitía una comunión íntima con Él. Era una cercanía única en la historia humana.

Por eso, cuando leemos 1 Samuel 8, el relato bíblico se convierte en una tragedia. Allí vemos al pueblo de Israel rechazar ese gobierno divino y exigir un gobierno humano:

“Danos un rey que nos gobierne, como lo tienen todas las naciones.” —1 Samuel 8:5

Este pedido revela su deseo: ser como los demás pueblos. En otras palabras, estaban rechazando la singularidad de ser el pueblo escogido de Dios para amoldarse a las costumbres de una cultura pagana. Le dijeron a Samuel—y, por tanto, a Dios—“queremos lo que todos los demás tienen.”

Este pasaje nos ofrece lecciones poderosas para la vida cristiana:

Primero: Rechazar los regalos de Dios traerá consecuencias dolorosas, aquí y por la eternidad.

Israel sustituyó la teocracia por una monarquía, y esa decisión desencadenó una división sangrienta y amarga. En tres generaciones, la nación se fracturaría. Las doce tribus vivirían divididas y enemistadas, perdiendo su unidad por siglos.

En la vida personal, también se pueden rechazar los regalos de Dios cuando no se busca Su voluntad. Quizás el Señor esté abriendo puertas, pero al ignorar Su guía, se pueden desaprovechar oportunidades valiosas de servirle. Y para quienes aún no creen, rechazar el regalo de la salvación tiene consecuencias eternas.

Como escribió Santiago siglos después:

“Toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces, con quien no hay cambio ni sombra de variación” —Santiago 1:17

Cada regalo de Dios merece recibirse con gratitud y obediencia.

Segundo: Amoldarse al mundo puede hacernos perder el propósito mayor de Dios.

Israel quería parecerse a las demás naciones, y en su deseo de encajar, sacrificaron su relación especial con Dios.

Amado hermano o hermana, cada vez que cedes en verdades bíblicas, cada vez que priorizas lo que el mundo valora por encima del Reino de los Cielos, repites el mismo error. No necesitas ser admirado por el mundo para cumplir la voluntad de Dios.

El llamado es a buscar Su aprobación, con un corazón dispuesto a vivir diferente. Y al hacerlo, brillarás con la luz de Cristo en un mundo que cada día se oscurece más.

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