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Por qué parece que Dios es diferente en el Antiguo y en el Nuevo Testamento?

¿Dios cambió entre el Antiguo y el Nuevo Testamento? Descubre en Malaquías 3:6 y Hebreos 13:8 cómo Su carácter inmutable une toda la historia bíblica.

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La Biblia es una historia coherente sobre la relación de Dios con la humanidad, pero muchas personas luchan con las aparentes diferencias en el carácter de Dios entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. En el Antiguo Testamento, Dios parece mostrar una justicia, ira y santidad con una claridad intensa, mientras que el Nuevo Testamento destaca Su amor, misericordia y gracia a través de Jesucristo. ¿Son estas diferencias una contradicción, o revelan algo más profundo sobre la naturaleza inmutable de Dios?

La naturaleza inmutable de Dios

La primera y más importante verdad es que Dios no cambia. En Malaquías 3:6 se declara: “Porque yo el Señor no cambio; por eso ustedes, hijos de Jacob, no han sido consumidos”. De manera similar, en Hebreos 13:8 se afirma: “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos”. La percepción de que las características de Dios varían a menudo proviene del contexto en el que se revelan Sus atributos. En ambos Testamentos, la justicia y el amor de Dios están plenamente visibles, aunque se enfatizan de diferentes maneras.

El Antiguo Testamento: la santidad y la justicia de Dios

El Antiguo Testamento pone un fuerte énfasis en la santidad y la justicia de Dios. Como Creador y Sostenedor del universo, Dios no puede tolerar el pecado. Sus interacciones con la humanidad suelen resaltar Su juicio justo contra el pecado, como lo vemos en eventos como el diluvio en tiempos de Noé (Génesis 6-9) o la destrucción de Sodoma y Gomorra (Génesis 19).

Estos momentos de juicio no son arbitrarios, sino que reflejan el compromiso de Dios por defender la justicia y la santidad. Por ejemplo, cuando Dios entregó la Ley a Israel, estaba revelando Sus estándares santos y enseñando a Su pueblo cómo vivir en pacto con Él. Los sacrificios y rituales del Antiguo Testamento eran recordatorios de la gravedad del pecado y el costo que se requería para expiarlo. Sin embargo, incluso en estos momentos, la misericordia de Dios es evidente. Él salvó a Noé y su familia, ofreció salvación a Nínive a través de Jonás y continuamente llamó a Israel al arrepentimiento a pesar de su repetida desobediencia.

El Nuevo Testamento: el amor y la gracia de Dios

En el Nuevo Testamento, el énfasis se desplaza hacia el amor y la gracia de Dios, los cuales culminan en la persona y obra de Jesucristo. Juan 3:16 declara: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree no se pierda, mas tenga vida eterna”. La vida, muerte y resurrección de Jesús demuestran el plan definitivo de Dios para abordar el problema del pecado y reconciliar a la humanidad con Él.

No obstante, el Nuevo Testamento no ignora la santidad ni la justicia de Dios. La cruz es la expresión máxima de ambos. El sacrificio de Jesús satisface la justicia de Dios al pagar la pena por el pecado, mientras que, al mismo tiempo, muestra Su increíble amor y gracia. Pablo escribe en Romanos 3:26 que Dios es “justo y el que justifica al que es de la fe de Jesús”.

Además, las enseñanzas de Jesús incluyen frecuentemente advertencias sobre el juicio, como en la parábola de las ovejas y los cabritos (Mateo 25:31-46) o Sus reprensiones a las ciudades no arrepentidas (Mateo 11:20-24). Estos ejemplos nos recuerdan que el amor de Dios no anula Su justicia, sino que trabaja en perfecta armonía con ella.

Un solo Dios, un solo plan

Las aparentes diferencias entre los Testamentos se entienden mejor cuando vemos la Biblia como una historia unificada. Desde Génesis hasta Apocalipsis, Dios está desplegando Su plan redentor para la humanidad. El Antiguo Testamento establece el escenario para Jesús al mostrar la necesidad de un Salvador. El Nuevo Testamento revela el cumplimiento de esa necesidad en Cristo. Juntos, presentan una imagen consistente de un Dios que es santo, justo, amoroso y misericordioso.

Por ejemplo, el pacto con Abraham en Génesis 12:1-3 anticipa las bendiciones globales traídas por medio de Jesús. El sistema sacrificial en Levítico señala el sacrificio definitivo de Cristo (Hebreos 10:1-10). Incluso los profetas que advirtieron sobre el juicio también anunciaron la venida del Mesías que traería salvación (Isaías 53).

¿Cómo debemos responder?

Entender la continuidad del carácter de Dios nos ayuda a confiar en Él más profundamente. Su santidad nos recuerda que debemos tomar el pecado en serio, mientras que Su amor nos asegura Su deseo de perdonarnos y restaurarnos. Ambos aspectos de Su carácter nos llaman a vivir con asombro, gratitud y obediencia.

Si alguna vez has luchado por ver a Dios como severo en el Antiguo Testamento o demasiado indulgente en el Nuevo Testamento, dedica tiempo a estudiar cómo Sus atributos están entrelazados a lo largo de las Escrituras. Recuerda que el mismo Dios que ahogó al ejército de Faraón en el Mar Rojo es el que sanó a los enfermos, y el mismo Dios que envió fuego del cielo es el que envió a Su Hijo a morir por nosotros.

Conclusión

El carácter de Dios es consistente e inmutable. Las diferencias entre el Antiguo y el Nuevo Testamento reflejan el desarrollo de Su plan redentor, más que un cambio en Su naturaleza. Al ver la Biblia como una historia unificada, podemos apreciar la plenitud de la santidad, la justicia, el amor y la gracia de Dios. Este entendimiento no solo profundiza nuestra fe, sino que también nos inspira a adorar y servir al Dios que es el mismo ayer, hoy y por los siglos.

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