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Fe en medio de la tormenta

¿Qué hace cuando las promesas de Dios parecen distantes en medio de la crisis? En este episodio basado en Lucas 8:22–25, veremos cómo Jesús lleva a sus discípulos directamente al centro de una tormenta, no para hacerlos naufragar, sino para revelar su poder y fortalecer su fe. Una lección que nos recuerda que la verdadera fe no se forma en la calma, sino en medio del viento y las olas.
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Introducción

“La verdad académica no cambia nuestras vidas; la verdad activa sí lo hace. Es una cosa aprender una nueva verdad bíblica, y otra muy distinta es ponerla en práctica.”[i]

Así lo expresó Warren Wiersbe, y cuán cierto es.

La verdad que uno aprende debe convertirse en la verdad que uno vive. La Palabra de Dios no solo debe llenar la mente, sino transformar el corazón. Como dice Santiago 1:22 

“Sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.”

Y una de las mejores formas de saber si realmente estamos viviendo lo que decimos haber aprendido, es cuando enfrentamos algo inesperado.

Puede llamarlos “exámenes sorpresa espirituales”. Igual que en clase, cuando el maestro de repente dice: “Guarden sus libros y saquen una hoja en blanco”.

El ambiente se pone tenso. Lentamente, uno cierra el libro, mirando de reojo esas páginas asignadas. En cinco segundos repasa todo lo que puede… ¡Ni siquiera sabía que podía leer tan rápido!

Pero lo cierto es que no se puede estudiar para un examen sorpresa. Llega sin aviso, y el maestro ve si en verdad estuvimos escuchando o si solo estábamos presentes sin prestar atención.

Una instrucción olvidada en la tormenta

Algo muy parecido está a punto de suceder en la vida de los discípulos. El señor Jesús, como buen Maestro, va a entregar esta prueba sorpresa, no para tratar de que fallen, sino para demostrar su progreso e impulsarlos a crecer en la fe. Llevaban horas escuchando a Jesús predicar. Y durante su enseñanza, repetía una y otra vez: “El que tiene oídos para oír, oiga.” En otras palabras, ¿están realmente escuchando? ¿O simplemente les entra por un oído y les sale por el otro?

¿Recuerda la historia del predicador que le disparó a un venado, y la bala le entró por una oreja y le salió por la otra? Bueno… creo que les gustó esa historia demasiado. Hace unos días, un hombre que escuchó el mensaje, salió a cazar. Al final del día, se tomó una foto junto al venado que logró cazar y me la envió con este mensaje: “La bala entró por una oreja y salió por la otra.”

¡Me gusta cuando alguien recuerda el punto principal del mensaje! Y sí, ese era precisamente el punto: ¿está realmente escuchando a Jesús? ¿Está el mensaje echando raíces… o simplemente le rebota?

Jesús había estado predicando varias parábolas desde una barca pesquera que estaba apenas a unos metros de la orilla. Esa barca se había convertido en su púlpito.
Y quizá esta fue una de las multitudes más grandes que lo escuchó.

El evangelio de Marcos, en su relato paralelo, nos informa que ese día estaba llegando a su fin. Jesús quería cruzar al otro lado del mar de Galilea (Marcos 4:35). Así que, al despedirse de la multitud, se adentran en el lago. 

Los discípulos no lo saben todavía, pero Jesús está a punto de llevarlos al centro de una situación inesperada.
Una especie de examen sorpresa… sobre la fe y confianza.

Me imagino a los discípulos remando con naturalidad,  sin sospechar lo que se venía. La travesía parecía rutinaria. Y, querido oyente, cabe notar que, a veces, las pruebas más grandes no llegan cuando estamos más débiles… sino cuando creemos que todo está bajo control – cuando todo va marchando como de costumbre.

Lo cierto es que ellos van a reprobar esa prueba. La fe de todos los discípulos se hundirá en el instante en que su barca comience a hundirse.

Veamos cómo ocurre todo esto en el evangelio de Lucas, capítulo 8, versículo 22:

Un día subió Jesús a una barca con sus discípulos, y les dijo: “Pasemos al otro lado del lago”. Y partieron.

El mar de Galilea —también llamado lago de Genesaret— tiene unos 21 kilómetros de largo por 11 de ancho. Varios de los discípulos conocían estas aguas muy bien como la palma de su mano. Era el lugar donde habían trabajado como pescadores durante años. [ii]

Y Jesús les dice: “Pasemos al otro lado”.

Eso no fue un comentario casual. Esa frase es parte clave de este examen sorpresa. ¿Estaban realmente escuchando? ¿Se aferraron a lo que Él dijo?

Jesús no les dijo “vamos al medio del lago a hundirnos” No. Él dijo “pasemos al otro lado.” Y cuando el Señor dice algo, sus palabras se cumplen. Cuando Él dice “vamos al otro lado”, podemos confiar en que llegaremos… aunque el trayecto se vuelva turbulento.

Lo que me lleva a pensar ¿cuántas veces Dios nos habla con claridad en su Palabra, pero en medio de la tormenta olvidamos lo que nos dijo en la calma?

Leemos en Hebreos 13:5 que Dios promete “No te desampararé ni te dejaré” pero, al atravesar dificultades sentimos que Dios no está muy involucrado en nuestras vidas. 

O sabemos que Dios perfecciona su poder en nuestra debilidad como dice 2 Corintios 12:9, pero sentimos que la debilidad una señal de que algo está mal, que Dios debería haber quitado esa debilidad. Olvidamos que Dios permite esa lucha para depender de Él y experimentar su poder, y finalmente darle toda la gloria a Él porque descubrimos que nunca lo habríamos logrado por nuestras propias fuerzas.

  • Leemos que Dios no dará la salida de la tentación para poder soportarla (1 Corintios 10:13)
  • Que Dios suple para nuestras necesidades (Filipenses 4:19)
  • Que Dios es fiel en perdonarnos cuando confesamos nuestros pecados (1 Juan 1:9)

Y podría seguir. Escuchemos la voz de Dios y aferrémonos a sus palabras en medio de la tormenta.

La silenciosa presencia de Jesús en la tormenta

Continuando, note este detalle fascinante en el versículo 23:

Pero mientras navegaban, él se durmió.

Jesús estaba completamente agotado. Recordemos que Él es totalmente divino… pero también completamente humano. Tenía hambre, sed, sentía dolor, se cansaba y necesitaba descansar. Y aquí no está actuando. No está acostado con un ojo abierto para observar. No está fingiendo dormir. Está realmente dormido, rendido por el cansancio.

Como dice Hebreos 4:15, Él se compadeció de nuestras debilidades. Él lo ha vivido y experimentado. Y este pasaje nos da un retrato vívido de sus dos naturalezas: la fragilidad de su cuerpo humano… y muy pronto, el poder ilimitado de su divinidad.

Esto nos da una ventana clara a la doctrina de la encarnación. En un momento, Jesús calmará la tormenta con una demostración de poder divino… pero primero, duerme en un cuerpo cansado.

Un autor lo expresó de esta manera: “Debilidad y omnipotencia no se contradicen… se combinan en perfecta armonía.”[iii]

Continuamos leyendo la segunda parte del versículo 23:

Y se levantó una tempestad de viento en el lago; y se anegaban, y peligraban.

Cada vez que un pescador se subía a una barca en este lago, sabía que podía enfrentar peligro.

El mar de Galilea está a más de 200 metros por debajo del nivel del mar, rodeado de montañas. Los vientos descienden con fuerza por los barrancos naturales, como si fueran disparados por un cañón invisible.

Y cuando el aire frío que baja choca contra el aire cálido que reposa sobre el lago, pueden formarse tormentas repentinas, con vientos furiosos y olas de hasta seis metros.[iv]

Mateo nos cuenta que las olas cubrían la barca.
Marcos añade que, en poco tiempo, la embarcación se llenó de agua.[v]

En un viaje a Israel, tuve la oportunidad de ver los restos de una barca de pesca del primer siglo, descubierta cerca del mar de Galilea. Sorprendentemente, gran parte de su estructura se ha conservado hasta el día de hoy.
Y lo que más me impactó fue lo pequeña y frágil que era. ¡Yo no me habría subido ni para cruzar una piscina!

No estaban en una embarcación resistente o moderna… estaban en algo más parecido a una lancha artesanal.

Estaban atrapados en medio de la noche, bajo vientos huracanados… en un bote frágil… y Jesús dormía.

Es fácil leer este relato sabiendo cómo termina. Pero en ese momento, los discípulos no conocían el final. Todo lo que sabían era que estaban en medio del lago, bajo una tormenta descomunal, y su Maestro dormía.

Y eso es exactamente lo que solemos pensar que está haciendo cuando atravesamos nuestras propias tormentas. Aunque no lo digamos en voz alta, oramos como si Él necesitara que lo despertemos…
como si no supiera lo que estamos atravesando. Justo cuando más necesita una intervención divina, el cielo parece estar en silencio.

La Biblia dice que Él conoce cada pajarillo que cae a tierra… así que pensamos que Él quizás, está tan ocupado contando los pájaros que no se ha dado cuenta de que estamos a punto de caer también.[vi]

O, peor aún, tal vez sí lo sabe… pero no le importa.

Eso fue precisamente lo que pensaron los discípulos. En el evangelio de Marcos, cuando lo despiertan, le gritan:
“¿No tienes cuidado que perecemos?” (Marcos 4:38)

O sea, “¿No te importa que estemos a punto de ahogarnos?”

Es fácil criticar a los discípulos por fallar esta prueba de fe y confianza. Pero, si somos honestos, ¿cuántas veces hemos orado de forma parecida?

“¿Dónde estás, Señor?” “¿No ves lo que está pasando?” “¿No te importa lo que me está sucediendo?”

Esa suele ser el clamor natural en tiempos difíciles, dolorosos, peligrosos, confusos, o incluso amenazantes…[vii]

Como escribió un poeta, inspirado por esta escena:

“¿Alguien sabe dónde se va el amor de Dios
cuando las olas convierten los minutos en horas?”[viii]

Y a veces… los minutos en días, y los días en años.

El poder de Jesús en la tormenta

Finalmente, en el versículo 24, leemos que los discípulos:

Vinieron a él y le despertaron, diciendo: ¡Maestro, Maestro, que perecemos! Y despertando él, reprendió al viento y a las olas; y cesaron, y se hizo bonanza.

¡Vaya contraste! Mientras que los discípulos estaban desesperados, Jesús estaba en completa calma. Él estaba en completo control de la situación.

Permítame destacar algunas palabras clave aquí. Aunque muchos rabinos de la época creían que cada tormenta estaba asociada con un demonio, en esta ocasión es posible que Satanás realmente estuviera involucrado.

La palabra que se usa aquí —“reprendió”— es la misma que Lucas emplea en otras escenas cuando Jesús trata con demonios.

Es probable que Satanás haya querido destruir a los discípulos o impedir que Jesús llegara a Gadara, donde liberaría a un hombre poseído por una legión de demonios.[ix]

Un autor señala que esta palabra “reprender” describe perfectamente a una figura de autoridad que pone en su lugar a un subordinado.[x]

Los otros evangelios nos dicen que Jesús se puso de pie y dijo al viento y al mar: ¡Calla! ¡Enmudece!”
La palabra da la idea de amordazar a un animal. Básicamente dijo: “¡Cierra la boca!”, y el viento obedeció. Las olas se aquietaron. El caos se convirtió en calma. Y la respuesta fue inmediata. El verbo en el idioma original indica que el viento cesó al instante.[xi]

Jesús le dijo al mar: “Haz silencio”, y fue como si le dijera a un perro: “¡Quieto!”. Y el mar, como un perro obediente, se echó y quedó en calma.[xii]

Imagine la escena: los discípulos ven venir una ola enorme, se cubren con los brazos esperando el impacto… pero esa ola nunca llega. Levantan la vista… y el mar es un espejo. Todo está en completa calma.

Piense en esto: si alguien entra se mete a una bañera y agita el agua con fuerza, aunque se detenga, el agua va a seguir moviéndose por unos minutos. Si apagáramos el aire acondicionado, el aire seguiría circulando un rato más.

Pero el milagro aquí no fue solo que la tormenta terminó… fue que todo se aquietó al instante. Sin oleaje remanente. Sin viento rezagado. Fue un silencio absoluto, repentino, inmediato, sobrenatural.

Lecciones en medio de la tormenta

Ahora, en el versículo 25, Jesús mira a los discípulos y les dice:

“¿Dónde está vuestra fe?”

Qué respuesta tan misericordiosa de parte del Señor.
Jesús no los regaña con dureza. No los avergüenza. ÉL podría haberles dicho: “No tienen fe. Reprobaron la clase más básica sobre la fe otra vez” Pero no lo hace. Jesús les hace una pregunta que los lleva a reflexionar: “¿Dónde está su fe? O sea, Sé que tienen fe ¿dónde se fue?”[xiii]

Como verá, el problema con las pruebas inesperadas en la vida no es que Jesús desaparece; es que nuestra confianza en Él desaparece.

El problema no es que Jesús deja de cuidarnos… es que nosotros dejamos de mirarlo a Él.

Y con esa simple pregunta, el Señor los lleva a reflexionar no en el fracaso de ellos, sino en Su poder.

El versículo 25 continúa:

Y atemorizados, se maravillaban, y se decían unos a otros: ¿Quién es este, que aun a los vientos y a las aguas manda, y le obedecen?

Imagínese. La gran tormenta, en un instante se convierte en una gran paz. El sol brilla. El agua está quieta y los discípulos no pueden despegar la vista de Jesús – atónitos, procesando lo que acaba de ocurrir – empezando a entender la magnitud de lo que esto significa.

Cada vez que leo este versículo, siento una profunda convicción. Me doy cuenta de que el viento y las olas fueron mejores discípulos que yo. Reconocieron la voz de su Creador y obedecieron de inmediato. No se resistieron ni pusieron excusas.

Y ese es el desafío. Esa es una de las razones por las que el Señor nos permite enfrentar estos exámenes sorpresa a lo largo del camino.

Él nos muestra si realmente estamos viviendo lo que hemos estado aprendiendo. Nos impulsa a confiar más en Él. Nos motiva a obedecerlo con más prontitud y ánimo. Así que escuchemos, aprendamos, y apliquemos la Palabra de Dios a nuestras vidas.

Ahora permítame concluir con un par de pensamientos finales. Primero: 

El Señor usa situaciones desesperadas para demostrar Su deidad.

No puedo evitar preguntarme si los discípulos pensaron en el Salmo 89, que dice:

“¿Quién como tú, Jehová Dios de los ejércitos, poderoso eres, Señor…? Tú tienes dominio sobre la braveza del mar; cuando se levantan sus ondas, tú las sosiegas… Tuyos son los cielos, tuya también la tierra; el mundo y su plenitud, tú lo fundaste.”
(Salmo 89:8-11)

Al considerar lo que vivieron a la luz de la Biblia, los discípulos empiezan a unir las piezas del rompecabezas y reconocen: ¡Él puede hacer eso, porque es el creador! ¿Será que estamos en presencia del mismo Dios? Jesús no es simplemente un maestro o solo un profeta… Nos acaba de mostrar que es mucho más que un hombre. ¡Él es Jehová Dios de los ejércitos!

Ahora, no lo malinterprete. Esto no significa que Jesús siempre calmará las tormentas de nuestra vida. De hecho, la mayoría de estos discípulos morirán como mártires. Jesús no promete eliminar toda tormenta, pero sí garantiza Su presencia en cada una de ellas.

Él tal vez no calme el viento ni las olas… pero puede traer calma a nuestro corazón angustiado. Para que podamos “Estar quietos, y conocer que yo soy Dios” como dice el Salmo 46:10.

El Señor usa situaciones desesperadas para demostrar Su deidad. Y segundo: 

El Señor usa situaciones desesperadas para desarrollar a sus discípulos.

Al leer este pasaje me he preguntado ¿Por qué esperaron tanto para despertarlo? ¿Por qué no lo hicieron 15 minutos antes?

No se nos dice por qué esperaron hasta que estuvieran sobrepasados, pero me atrevo a pensar que parte de la razón tiene que ver con algo muy obvio.

Muchos de ellos eran pescadores. Conocían ese lago. Habían vivido tormentas antes. Este era su terreno. Estaban en su elemento.

“Esto lo tenemos bajo control.” “Juan, rema más fuerte.” “Ya hemos pasado por esto antes.”

Y tal vez pensaban: “Jesús es un carpintero. No conoce los barcos como nosotros. No vivió de esto como nosotros. No ha pasado tantas noches aquí como nosotros.” “¡Vamos, sigan sacando agua! ¡Nosotros podemos con esto!”

Pero lo que Jesús estaba haciendo era llevarlos justo al lugar donde se sentían más competentes…
para enseñarles a depender de Su suficiencia.

Los llevó a donde ellos sabían moverse con seguridad… para mostrarles algo mejor.

Y observe también la gracia del Señor. Cuando lo despertaron con miedo y confusión y le gritaron: “¡Nos estamos muriendo! ¡Perecemos!”, Jesús no les contestó con impaciencia: “¿Ahora me buscan? Regresen cuando tengan más fe. No están listos para esto. No han memorizado suficientes versículos. Practiquen más y luego hablamos.”[xiv]

No. Él se levantó, intervino con poder calmando la tormenta… y luego usó esa experiencia para revelarles quién es Él y quiénes debían ser ellos: Personas que no solo escuchan, sino que ponen en práctica lo aprendido… discípulos que reconocen que Jesús es infinitamente poderoso y sabio y amoroso, y por lo tanto, pueden descansar completamente en Él, aun cuando la peligrosa tormenta nos asuste y nos confunda. 

Por último, no ignoremos lo más evidente:
Si usted, ahora mismo, siente que está en una barca a punto de hundirse… si está enfrentando una prueba inesperada, una tragedia, una dificultad, un dolor… ¡Vaya a Jesús!

No espere quince minutos más. No siga peleando solo. No se aferre a su experiencia ni a su habilidad, a sus recursos ni su fuerza. Vaya a Jesús.

Cuéntele todo: su temor, su frustración, sus dudas, sus quejas. Él puede soportar incluso que usted le diga:
¡No tienes cuidado que perecemos! ¿No te importa que estoy sufriendo? Los discípulos lo hicieron.

Vaya a Jesús con sus dudas, problemas; porque, al final, tal como los discípulos, usted aprenderá algo profundo: Sí, a Jesús le importa. Él sí me cuida.

Conclusión

Años más tarde, uno de esos discípulos —un pescador que estuvo en esa barca— escribiría estas palabras:

“Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros.” (1 Pedro 5:7)

Esa tormenta en el mar de Galilea no tomó a Jesús por sorpresa, y la suya hoy tampoco. Aunque parezca ausente o dormido, Él está presente. Aunque parezca estar en silencio, Él sigue al mando. Jesús nunca ha perdido el control. Tal vez no entienda por qué el viento no ha cesado aún, pero puede confiar en que Él sigue en la barca, y no lo dejará hundirse.

Su presencia no depende de lo que usted sienta, sino de lo que Él ha prometido. Y si eso es verdad… ¿Por qué seguir remando solo? 

No espere a que su barca esté llenándose de agua. Vaya a Él hoy. Clame con sinceridad. Entréguele su ansiedad, su duda, su control. Y decídase a creer, no solo cuando el mar se calme… sino mientras las olas aún siguen rugiendo. Porque el que está con usted, sigue siendo el Dios del universo.


[i] Adaptado de Warren W. Wiersbe, Be Compassionate: Luke 1-13 (Victor Books, 1989), pág. 89

[ii] Bruce B. Barton, Life Application Bible Commentary: Luke (Tyndale, 1997), pág. 208

[iii] R. Kent Hughes, Luke: Volumen 2 (Crossway Books, 1998), pág. 298

[iv] Barton, pág. 208

[v] Charles R. Swindoll, Insights on Luke (Zondervan, 2012), pág. 204

[vi] Adaptado de Hughes, pág. 298

[vii] Barton, pág. 211

[viii] Ibíd

[ix] Adaptado de Wiersbe, pág. 90

[x] Swindoll, pág. 206

[xi] Hughes, pág. 299

[xii] Douglas Sean O’Donnell, Matthew (Crossway, 2013), pág. 227

[xiii] Adaptado de R.C.H. Lenski, The Interpretation of St. Luke’s Gospel (Augsburg Publishing House, 1946), pág. 465

[xiv] Ibid

Este manuscrito pertenece a Stephen Davey. Puede ser usado sin fines de lucro y con las atribuciones necesarias.

A menos que se indique lo contrario, las citas bíblicas provienen de las versiones Reina Valera 1960, La Biblia de las Americas y la Nueva Biblia de las Americas.

Reina-Valera 1960 ® © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988. Usado con permiso.

La Biblia de las Américas (LBLA), Copyright © 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation. Usado con permiso. www.LBLA.com

Nueva Biblia de las Américas (NBLA), Copyright © 2005 by The Lockman Foundation. Usado con permiso. www.NuevaBiblia.com

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