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Liberados del dominio de Satanás

A veces el mal parece invencible, y hay vidas que el mundo da por perdidas. Pero este pasaje nos muestra que ni siquiera las fuerzas demoníacas pueden resistir el poder de Cristo. En Lucas 8:26–29, Jesús transforma a un hombre poseído, rechazado por su comunidad y esclavizado por el enemigo. Una historia real de liberación que nos recuerda que no hay nadie demasiado lejos para la gracia de Dios.

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Introducción

Si usted le pregunta a distintas personas sobre los demonios y la posesión demoníaca, lo más probable es que escuche una amplia variedad de opiniones—la mayoría ubicada entre la ficción y el miedo.

Por lo general, las personas cometen uno de dos errores al hablar del diablo y de los demonios: un error es ignorarlos por completo; el otro error es obsesionarse con ellos. Lo que se nos enseña en la Escritura es que debemos enfocar nuestra atención no en el diablo, sino en Cristo—manteniendo nuestros ojos puestos en Él (Hebreos 12:1–2).

Se nos dice específicamente que resistamos al diablo, ¿cómo? Acercándonos a Dios; no inventando alguna oración especial, ni usando agua bendita o llevando alguna cruz de amuleto.

Se nos dice que estemos atentos a sus artimañas y engaños (Efesios 6:11), a sus falsos maestros y falsas doctrinas (1 Timoteo 6:3), y que llenemos nuestra mente y corazón con las cosas de Dios. De esa manera, Santiago nos dice que, cuando nos acercamos a Dios, el diablo huirá de nosotros (Santiago 4:7).

También se nos dice en la Biblia que la verdadera batalla es espiritual; es una lucha entre el error de las tinieblas y la verdad del evangelio.

Se nos instruye a vestirnos cada día con la armadura de Dios (Efesios 6); pero si observamos con cuidado lo que escribe el apóstol Pablo, notará que él nos dice que nos pongamos toda esa armadura y luego, ¿hagamos qué? Que oremos. Así que no subestimamos a Satanás y su reino, pero tampoco lo sobreestimamos.

De hecho, estamos a punto de presenciar un encuentro donde se confirma lo que leemos en 1 Juan 4:4. Esta es una demostración, y una fuente de ánimo para cada creyente hoy, de que: mayor es el que está en nosotros, que el que está en el mundo (1 Juan 4:4).

El encuentro con el endemoniado

Veamos cómo se desarrolla esta historia en el evangelio de Lucas, capítulo 8. Se nos dice en el versículo 26:

Y arribaron a la tierra de los gadarenos, que está en la ribera opuesta a Galilea. Al llegar él a tierra, vino a su encuentro un hombre de la ciudad, endemoniado desde hacía mucho tiempoLucas 8:26–27a

Ahora bien, Mateo también registra este evento, pero nos da un detalle adicional: que en realidad eran dos hombres endemoniados los que se acercaron corriendo a Jesús y a sus discípulos.

El relato del evangelio de Marcos, al igual que el de Lucas, se enfoca únicamente en uno de estos hombres—quizás porque era el más afectado por los demonios, o quizás porque él sería el único que terminó convirtiéndose en discípulo de Cristo. Lucas simplemente se enfoca en este hombre y nos dice que estaba endemoniado.

¿Qué significa eso: que estaba endemoniado? Una definición sencilla de posesión demoníaca—o estar endemoniado—es cuando un incrédulo queda bajo el control de un demonio: sus pensamientos son dominados por el demonio, sus emociones responden a los impulsos del demonio, su cuerpo es capacitado de manera única por el poder demoníaco y su voluntad está dominada por él.[i]

Lo que Satanás hace, a todo esto, es usar a una persona como un templo de un espíritu inmundo. Está imitando la presencia del Espíritu Santo. La posesión demoníaca es el diablo queriendo hacerse pasar por Dios. 

Un cristiano puede ser oprimido por un demonio, pero no puede ser poseído, ya que somos poseídos ya por el Espíritu Santo. Él habita en nosotros. Nuestro cuerpo se ha convertido en templo del Dios viviente (1 Corintios 3:16).

Ahora bien, no tenemos mucha información en la Biblia sobre cómo actúa exactamente un demonio dentro de una persona.[ii]

Y, por cierto, las cartas del Nuevo Testamento dirigidas a la iglesia nunca nos da algún tipo de comisión especial ni un “kit” con agua bendita o conjuros para tratar con personas poseídas por demonios. Lo que sí hemos recibido es el evangelio de Jesucristo, que es el poder de Dios para redimir y liberar del reino de las tinieblas (Romanos 1:16).

No todos los incrédulos van a manifestar señales externas de control demoníaco, pero todo incrédulo, en realidad, forma parte del reino de las tinieblas. Y solo puede ser liberado por el poder de Jesucristo.

La descripción del endemoniado

Ahora, mientras observamos este encuentro, quiero hacer algunas observaciones sobre este hombre poseído por demonios.

Mentalmente trastornado

Volviendo a Lucas 8:27, se nos dice:

“Desde hacía mucho tiempo no se vestía, ni moraba en casa, sino en los sepulcros.”

Era un hombre salvaje, loco, fuera de control. Pero en este caso no se trataba de un simple desequilibrio mental; los demonios habían llevado a este hombre a violar toda norma de cordura y a vivir como un salvaje, corriendo completamente desnudo por todos lados, en un estado de locura.

En la ruina total

Lucas nos dice que:

“No moraba en casa, sino en los sepulcros.”

No sabemos nada sobre su familia, pero esencialmente era un hombre sin hogar. Su único refugio lo encontraba en el cementerio local.

Los cementerios en el primer siglo eran, en muchos casos, áreas comunes donde se tallaban sepulcros en las laderas de piedra caliza, formando unas cuevas para usar de mausoleo. Los mausoleos de las familias adineradas solían tener más de una cámara, donde podían enterrarse varias personas. Esas cámaras vacías se habría refugiado el endemoniado.[iii]

Así que en algún rincón del cementerio, en una de estas cámaras funerarias, vivía este hombre salvaje, desnudo y trastornado.

Imagino que eso habría arruinado más de un funeral. Uno querría entrar y salir lo más rápido posible antes de que apareciera el endemoniado gadareno.

Físicamente peligroso.

Más adelante, en la mitad del versículo 29, Lucas agrega este paréntesis:

“Porque muchas veces se había apoderado de él; y lo ataban con cadenas y grilletes, pero rompiendo las cadenas, era impelido por el demonio a los desiertos.”

Así como el Espíritu Santo le dio a Sansón la capacidad para realizar hazañas físicas sorprendentes, Satanás también imita al Espíritu al permitir, dentro de los límites que Dios le concede, que sus esclavos posean una fuerza sobrehumana.

Así que, piense en esto: lo que tenemos aquí es a un hombre cuya vida se está desmoronando por completo. No tiene contacto con su familia, no tiene trabajo ni propósito. Ha hecho de una tumba su casa, y probablemente se gana la vida asaltando a los viajeros que se acercan por la zona o a los que entraban al cementerio desprevenidos. Era, sencillamente, un caso perdido. Y todos conocían al endemoniado gadareno.

En el versículo 28 leemos:

“Este, al ver a Jesús, lanzó un gran grito y postrándose a sus pies exclamó a gran voz: ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo?”

Él ve a Jesús y a los discípulos que llegan a la orilla en su barca. Sale corriendo colina abajo hacia ellos, seguramente con la intención de robarles o atacarlos.

Mientras corre hacia el grupo—desnudo, fuera de sí, despeinado y todo sucio—de pronto, por su influencia demoníaca, reconoce que frente suyo no está cualquier persona… este es Jesús.

Entonces grita con fuerza, se lanza a sus pies y, de pronto, el demonio habla a través de él y dice:

“¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo?”

Esta declaración es impresionante. 

Lo que los demonios saben y temen

Mire todo lo que nos revela, no solo sobre el mundo demoníaco, sino también sobre Jesús.

Creen en la encarnación de Jesús

Note que el mundo demoníaco reconoce que Dios se hizo hombre. Jesús es Dios el Hijo, ahora en forma humana.

Esto tiene sentido. Los demonios estaban enterados. Con profundo horror y espanto, escucharon a los ángeles anunciar a los pastores: 

“Hoy ha nacido en la ciudad de David un Salvador, que es Cristo el Señor” (Lucas 2:10).

Conocían la promesa hecha a Adán y Eva en Génesis 3:15 que un día el descendiente de la mujer aplastaría la cabeza de la serpiente. Los demonios sabían que ese día había llegado.

Ellos estuvieron allí, mirando con espanto y odio al bebé envuelto en pañales, acostado en un pesebre. Lo vieron crecer. Presenciaron el momento en que el Espíritu descendió sobre Él en su bautismo. Estaban allí cuando Jesús derrotó a su líder, Satanás, en el desierto. Escucharon sus declaraciones de autoridad sobre el pecado y la muerte. Y vieron cómo resucitó al hijo de la viuda en el pueblo de Naín.

Creen en la deidad de Jesús

No estaban negando la identidad de Jesús. ¡Lo sabían muy bien!

“¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo?”

El demonio no dijo: “¿Qué tienes conmigo, Jesús, gran profeta, maestro moral, o rabino judío?” No, su declaración fue clara: “Hijo del Dios Altísimo.” Los enemigos más acérrimos de Jesús están confesando quién es Él realmente: Dios encarnado.

Creen en los eventos proféticos

Al final del versículo 28, el demonio dice:

“Te ruego que no me atormentes.”

Los demonios no sabían exactamente por qué Jesús había llegado a esa región. Supusieron que venía por ellos, y pensaron que había llegado el momento de su juicio… antes de tiempo. Es decir, antes del juicio final que se describe en Apocalipsis 20 y Mateo 25, donde los demonios serán lanzados al infierno para siempre.

Así que, aunque reconocían perfectamente la identidad de Cristo, no conocían sus planes inmediatos. Eso nos deja claro que los demonios solo saben lo que Dios les ha revelado sobre el futuro. Son seres creados, con poder limitado y entendimiento finito. Solo operan dentro de los límites que Dios les pone.

Y relacionado con este tema del juicio, permítame agregar un punto que vale la pena considerar.

Creen en la certeza de su juicio futuro

El solo hecho de que mencionen el día del juicio demuestra que no tienen dudas sobre su destino final.

Es más, en el versículo 31 leemos:

“Y le rogaban que no los mandase ir al abismo.”

La palabra “abismo” significa literalmente “sin fondo”.
Es una referencia a su lugar final de tormento, después del Reino Milenial.

Y el solo pensamiento de ser enviados allí antes de tiempo los llena de terror. Los demonios no dudan de su condena. No discuten el tema. Temen la realidad de su juicio final y del tormento que les espera en el infierno.

Hoy en día, mucha gente imagina que el infierno será como una gran fiesta, una especie de reunión entre amigos. Pero eso no es más que una idea absurda. Allí nadie la pasa bien.

También se dice que los demonios son los que mandan en el infierno, como si fuera una casa del terror. Que los demonios van a castigar y aterrorizar a las personas, o que el diablo es el rey del infierno. Esa idea tampoco es bíblica. Es un error.

La Biblia es clara: los demonios no están a cargo del infierno; son prisioneros en el infierno.

Es importante aclararlo: Satanás y sus demonios no están a cargo del infierno, nuestro Dios eterno, justo, soberano y omnipresente está en control. Él decide quien entra y quien no. Él decide que pasa allí. Él controla el termostato del infierno.

Y eso es justamente lo que más odian los demonios: que Dios mismo será su Carcelero eterno. Su Juez eterno.[iv]

No es de extrañar que le rueguen a Jesús aquí. De hecho, en el versículo 31, vemos que le suplican con insistencia. El verbo “rogar” en el original, se encuentra en tiempo imperfecto, lo que indica que le suplicaban una y otra vez.[v]

Qué escena tan impresionante en la orilla del mar. Preste mucha atención a lo que está ocurriendo aquí: los demonios no están atacando a Jesús… es Jesús quien los está atacando.[vi]

Jesús no está a la defensiva; está a la ofensiva. Él no tiembla… los que tiemblan son los demonios.

Con una sola palabra, Jesús podría enviarlos al abismo para siempre. Pero hay lecciones que Él quiere enseñarles a sus discípulos acerca de este enemigo invisible. Entonces Jesús le hace una pregunta al demonio. Note el versículo 30:

“Y le preguntó Jesús, diciendo: ¿Cómo te llamas?” Lucas 8:30a

Jesús no hace esta pregunta porque necesite la información. Él es omnisciente. En Lucas 19, por ejemplo, llama a Zaqueo por su nombre sin que nadie se lo haya dicho.

Es posible que Jesús le haya hecho esa pregunta para provocar que el hombre recordara que él también tenía un nombre. Aunque estaba siendo dominado por una legión de demonios, seguía siendo una persona. Tenía identidad. Tenía un alma eterna. Seguía teniendo valor. No era un caso perdido.[vii]

Pero el hombre no tiene la oportunidad de responder, porque inmediatamente el demonio contesta como leemos en Lucas 8:30:

“Y él dijo: Legión.” Nuestro nombre es Legión.

Esa respuesta es escalofriante.

Una legión romana era un grupo militar de hasta 5000 soldados.[viii]

Lo que este demonio está diciendo no es un nombre propio. Está declarando que miles de demonios están controlando el cuerpo y la mente de este hombre. No es solo uno… son miles. Este hombre está inundado de espíritus malignos. 

Es probable que Jesús hizo esta pregunta para mostrarles a sus discípulos la magnitud de lo que estaban enfrentando.[ix]

Una observación más sobre el mundo demoníaco:

Están bajo la autoridad absoluta de Jesucristo

Observe lo que dice el versículo 32:

Había allí un hato de muchos cerdos que pacían en el monte; y le rogaron que los dejase entrar en ellos. Y les dio permiso.

Y los demonios, salidos del hombre, entraron en los cerdos; y el hato se precipitó por un despeñadero al lago, y se ahogó.Lucas 8:32–33

El evangelio de Marcos nos dice que eran alrededor de 2000 cerdos. Dos mil. Eso es mucho tocino. Lo digo en tono de broma, pero también lo digo para señalar por qué Jesús habría permitido que estos demonios destruyeran tantos cerdos.

Esta era una región gentil. Algunos estudiosos de la Biblia creen que esta era una operación clandestina para venderle este animal ceremonialmente impuro a judíos que no eran muy fieles a la ley.[x] Otros creen que los mismos granjeros eran judíos que, abiertamente y sin remordimiento, estaban llevando adelante un negocio próspero proveyendo carne de cerdo para esa región.[xi]Personalmente, me inclino por esta última opción.

De cualquier manera, hay algo que no debemos olvidar: aún estaban bajo la economía del Antiguo Testamento. Y según la ley de Dios, los cerdos eran animales inmundos. Así que tiene sentido que espíritus inmundos hayan pedido entrar en cuerpos inmundos. Simplemente, no se nos dice.

La reacción del pueblo ante el milagro

Pero sí se nos dice lo que ocurrió a continuación. Versículo  34:

Y los que apacentaban los cerdos, cuando vieron lo que había acontecido, huyeron, y yendo, dieron aviso en la ciudad y por los campos.

Y salieron a ver lo que había sucedido; y vinieron a Jesús, y hallaron al hombre de quien habían salido los demonios, sentado a los pies de Jesús, vestido y en su cabal juicio; y tuvieron miedo.

Y los que lo habían visto, les contaron cómo había sido salvado el endemoniado.

Entonces toda la multitud de la región alrededor de los gadarenos le rogó que se marchara de allí, pues tenían gran temor; y Jesús subió a la barca y se fue. Lucas 8:34–37

Este hombre que había estado completamente loco y fuera de control ahora está sentado, vestido y en su sano juicio.  Y la reacción de la gente fue… ¿Pedirle a Jesús que se fuera? ¡Eso sí que es una locura!

Pero, ¿por qué esta reacción? ¿Por qué tanto miedo? La Biblia no lo explica directamente, pero podemos sacar algunas conclusiones. Tal vez comprendieron que Jesús tenía autoridad sobre el mundo espiritual… y temieron que también tuviera autoridad sobre sus vidas. Tal vez reconocieron que Él acababa de juzgar su industria, y les había costado caro… y si se quedaba, podía costarles aún más.

Este fue un milagro mesiánico bien costoso. Según ellos, Jesús lo había arruinado todo. Les había costado un montón de dinero.

Si esto hubiera ocurrido hoy, probablemente alguna organización defensora de los derechos de los animales habría levantado una protesta contra Jesús, acusándolo de crueldad por haber provocado la muerte de dos mil cerdos. 

Y aunque creo que debemos cuidar la creación de Dios, y no tratar a los animales con crueldad incluso los que se crían para el consumo humano —la muerte debe ser rápida y lo menos dolorosa posible [Y en este caso, sin duda lo fue.] Esta ciudad está a punto de hacer una evaluación trágica: van a perder de vista que la vida de un solo hombre vale más que dos mil cerdos.

No me malinterprete: amo a los animales—casi todos. Podría vivir sin las arañas o los mosquitos. Pero lo que me inquieta es que, en nuestros días, el mundo parece amar más a los animales que a las personas.

La agenda satánica siempre le da más valor a la vida de un animal que a la de un ser humano. Por eso es ilegal destruir el huevo de un águila, pero es legal destruir la vida de un ser humano en el vientre materno. Ese es el sistema de valores de Satanás.

Y esta gente estaba igual de ciega. No podían ver el valor de una vida transformada. El endemoniado gadareno ahora está vestido, en su juicio cabal, sentado a los pies de Jesús… y ellos preferirían tener de vuelta a sus cerdos.

Aquí está la verdadera tragedia: esta gente no andaba corriendo desnuda por los cementerios, pero estaban tan atrapados por el engaño de Satanás como lo había estado aquel hombre. 

Él ahora es libre… y ellos siguen esclavizados.

Un misionero inesperado

¿Pero se preocupa Jesús por ellos? Por supuesto que sí. De hecho, está a punto de dejarles un misionero en esa región.

Versículo 38:

Y el hombre de quien habían salido los demonios le rogaba que le dejase estar con Él; pero Jesús lo despidió, diciendo:Vuélvete a tu casa, y cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo. Y él se fue, publicando por toda la ciudad cuán grandes cosas había hecho Jesús con él. Lucas 8:38–39

Ese fue su mensaje: su testimonio. Y no era complicado. Solo tenía que contar lo que le había sucedido.

Un día conoceremos a este hombre en el cielo, y a muchos otros que también salieron de las tinieblas a la luz por medio del testimonio de este embajador del reino de Dios.

Antes de terminar nuestro estudio, permítame compartir una última verdad que este pasaje nos recuerda—una verdad que sigue siendo tan cierta hoy como lo fue aquel día en el cementerio:

Jesús puede hacer Su mejor obra en la vida de alguien incluso después de que Satanás haya hecho lo peor.

Este hombre era un caso perdido. Pero aquí se manifiesta una gran verdad sobre la gracia: nadie puede hundirse tan profundo en el pecado, la esclavitud o la oscuridad, que Jesús no pueda alcanzarlo y liberarlo.

Como solía decir Corrie ten Boom: “Hasta en el hoyo más profundo… Dios está allí.”

Y aclaremos algo: cuando Jesús llegó en bote a la orilla… no fue este hombre quien lo buscó. Fue Jesús quien lo vino a buscar a él. 

Se imagina a Jesús diciéndole a sus discípulos: “Muchachos, vamos a detenernos aquí, cerca de ese cementerio sobre la colina. Hay alguien que quiero enviar como misionero. Alguien que quiero usar para llevar el evangelio a toda esta región.”

Y en ese momento, aparece un hombre desnudo, gritando, bajando por la colina como un loco.

Y Jesús les dice: “Ah, allí viene…”

¿Quién lo hubiera imaginado? Ese hombre que había sido un trofeo en las manos de Satanás… ahora se ha convertido en un trofeo en las manos de Cristo. Y ha recibido un encargo especial.

Nosotros también hemos recibido ese encargo: Comencemos en nuestro hogar y luego compartamos el mensaje del evangelio a nuestra ciudad… y más allá.

Contémosles a todos acerca del Salvador que vino a este mundo— Él es Jesús, el Hijo del Dios Altísimo.

Contemos cómo Él nos rescató de nuestro propio hoyo de la desesperación. Cómo, siendo nosotros casos perdidos, Él nos liberó del dominio de las tinieblas… y nos hizo verdaderamente libres.


[i] Adaptado de G. Campbell Morgan, The Great Physician (Revell, 1938), p. 156

[ii] Adaptado de Swindoll, p. 207

[iii] Bruce B. Barton, Life Application Bible: Luke (Tyndale, 1997), p. 212

[iv] Adaptado de David E. Garland, Exegetical Commentary on the New Testament: Luke(Zondervan, 2011), p. 358

[v] Swindoll, p. 208

[vi] John MacArthur, Luke 6-10 (Moody Publishers, 2011), p. 217

[vii] Ivor Powell, Luke’s Thrilling Gospel (Kregel, 1965), p. 197

[viii] Garland, p. 358

[ix] Adapted from R.C.H. Lenski, The Interpretation of St. Luke’s Gospel (Augsburg Publishing House, 1946), p. 471

[x] Powell, p. 201

[xi] Hughes, p. 307

Este contenido es una adaptación autorizada del ministerio Sabiduría Internacional, bajo la enseñanza original de Stephen Davey. Todos los derechos del contenido original están reservados a su autor.


Puede compartir o reproducir este material libremente solo con fines no comerciales, citando adecuadamente al autor y al ministerio. Queda prohibida su venta, modificación con fines lucrativos o redistribución sin permiso escrito.

Hemos procurado citar debidamente todos los recursos externos utilizados en cada lección. Las citas bíblicas provienen principalmente de la versión Reina-Valera 1960 y de la Nueva Biblia de las Américas (NBLA), aunque en algunos casos se emplean otras versiones de la Biblia para facilitar la comprensión del pasaje.
Reina-Valera 1960® © 1960 Sociedad Bíblica Trinitaria. Usada con permiso. Todos los derechos reservados.
La Nueva Biblia de las Américas (NBLA) © 2019 por The Lockman Foundation. Usada con permiso. Todos los derechos reservados.

Adaptado y publicado por el ministerio Sabiduría Internacional.

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