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Aferrándome a Jesús cuando todo parece perdido

Las interrupciones forman parte de la vida. Algunas son pequeñas… otras nos sacuden por completo. Pero, ¿qué ocurre cuando esas interrupciones nos llevan al borde de la desesperación? En este mensaje final de la serie Demostraciones del poder de la resurrección, veremos a un padre que enfrenta la muerte de su hija y a una mujer que ha sido rechazada durante años. Ambos son interrumpidos por el dolor… y por Jesús. A través de este estudio en Lucas 8:40–56, descubrimos que el Señor puede transformar incluso nuestras interrupciones más dolorosas en momentos de fe y encuentro con Él. Acompáñenos y aprendamos juntos a aferrarnos a Cristo cuando todo parece perdido.
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Dos vidas marcadas por la desesperación

¿Qué es la desesperación? Es ese momento en el que se abandona la esperanza y el alma parece apagarse. Es como caer en un pozo sin fondo. He escuchado decir que una persona puede sobrevivir cuarenta días sin comida, ocho días sin agua, cuatro minutos sin aire… pero no puede vivir mucho tiempo sin esperanza.[i]

Y justamente eso—la desesperación y la desesperanza—es lo que describe a las dos personas que están a punto de aparecer en el relato de la Escritura. Uno pierde la esperanza de forma repentina. El otro la ha ido perdiendo poco a poco, a lo largo de doce largos años.

Jesús y sus discípulos acaban de cruzar el mar de Galilea tras liberar a un hombre poseído por demonios. Al regresar a Capernaum, una gran multitud les da la bienvenida. Pero Lucas se enfoca ahora en dos personas que se abren paso entre la multitud. Leamos el versículo 41:

“Entonces vino un hombre llamado Jairo, que era principal de la sinagoga; y postrándose a los pies de Jesús, le rogaba que entrase en su casa, porque tenía una hija única, como de doce años, que se estaba muriendo. Y mientras iba, la multitud le oprimía.” (Lucas 8:41–42)

Es importante notar que fue la desesperación total la que llevó a Jairo a invitar a Jesús a su casa.

Jairo: un líder sin opciones

Lucas nos dice que Jairo era un principal de la sinagoga. La palabra en griego es archon y puede traducirlo como presidente o líder.

Mientras que los sacerdotes administraban el templo, la comunidad se encargaba de administrar su sinagoga local. Los miembros elegían a un presidente para presidir las reuniones, seleccionar a los rabinos que enseñarían el sábado.[ii] También exhortaba a los congregantes a permanecer fieles a la ley. Era uno de los hombres más visibles y respetados de la comunidad judía.[iii]

Era un vivo ejemplo del favor de Dios. Pero además—y esto aumenta la tensión en esta escena— él también debía advertirle a la congregación de cualquier herejía o falso maestro que debían evitar.

Jairo sin duda estaba al tanto de Jesús y sabía lo que pensaban los fariseos de Él. Él sabría que, hace poco, habían echado a Jesús de una sinagoga cercana y que luego, intentaron arrojarlo por un precipicio, aunque logró escapar milagrosamente.

Jairo probablemente le había advertido a su congregación que se alejaran de Jesús. Pero ahora, todo ha cambiado. Su hija de doce años está muriendo y no le queda más que un par de horas de vida.

El evangelio de Mateo dice que la niña ya había muerto. No es una contradicción. Lo que pasa es que Mateo resume el evento mientras que Lucas nos da los detalles, explicando que la niña murió mientras Jesús atendía a otra persona.

Así que imagine esto: Jairo está tan desesperado que renuncia a su reputación. Es muy probable que lo destituyan de su cargo.

El versículo 41 dice que Jairo cayó a los pies de Jesús, una señal de profunda reverencia. La expresión indica que se habría inclinado por completo hasta besar el borde del manto de Jesús. Es una escena impactante. [iv]

Seguramente la multitud se hizo a un lado, observando con asombro. A Jairo ya no le importa el qué dirán ni lo que pueda perder. Está suplicándole a Jesús—ese “falso maestro” que debía evitar—que venga a su casa.

Es un acto de desesperación. Jesús es su última esperanza.

Quizá eso mismo piense la gente de usted. Que tiró todo por la ventana al rendirse a los pies de Cristo. Perdió amistades, negocios, incluso familiares.

Pero llegó al punto en que entendió— Tal vez porque se dio cuenta de que ya no podía más por sus propias fuerzas —que la gracia de Cristo y su evangelio eran todo lo que realmente importaba. Él es la única esperanza entre la vida y la muerte… y todo lo demás se volvió secundario.

Según la tradición judía, una niña de doce años entraba en su primer año de adultez. Para los varones, era a los trece años.[v]

La hija de Jairo estaba a punto de comenzar una nueva etapa. Su vida estaba por florecer. Todo en el relato muestra el profundo amor de Jairo por ella. En sus ojos, aún era su bebé. Y él está dispuesto a dejarlo todo, a rogar públicamente, con tal de que Jesús la sane.

Una mujer olvidada por la sociedad

Jesús acepta ir con él. Pero en el camino, la multitud lo oprime. Y es en ese instante, entre el gentío, que sucede algo inesperado.

Lucas nos dice en el versículo 43:

“Pero una mujer que padecía de flujo de sangre desde hacía doce años, y que había gastado en médicos todo cuanto tenía, y por ninguno había podido ser curada…”

Una antigua tradición afirma que esta mujer se llamaba Verónica, pero no lo sabemos con certeza.[vi]

Lo que sí sabemos es que llevaba el mismo tiempo enferma que la hija de Jairo llevaba con vida. El mismo año en que Jairo y su esposa celebraban el nacimiento de su hija, esta mujer comenzó a sufrir una pérdida constante de sangre. Mientras Jairo y su esposa formaban una familia, esta mujer, perdería su relación con la suya.

Esta mujer vivirá doce años de una desesperación única. Esto se debe a que su enfermedad no solo le afectaba físicamente. El término usado describe una hemorragia continua. En la Septuaginta —la antigua traducción al idioma griego del Antiguo Testamento hebreo— se usa este termino para referirse a la menstruación en Levítico 15. En otras palabras, ella sufría un sangrado que no se detenía por completo.

En los tiempos de Jesús, esta enfermedad se asociaba supersticiosamente con la infidelidad matrimonial. Se veía como un juicio de Dios. Por eso la marginaban.[vii]

Además, no podía entrar a la sinagoga o al templo para adorar. Por su condición, la ley de Moisés, en Levítico 15, la consideraba ceremonialmente impura. Cualquier cosa que tocara quedaba impuro y cualquier persona que tocara quedaba impura también y debía lavar sus ropas y bañarse en agua. Así que, la gente la evitaba

Si tenía esposo, la intimidad habría cesado. Si tenía hijos, no podía abrazarlos. Si era devota, no podía acercarse a la presencia de Dios. 

Vivió doce años inimaginablemente solitarios. Aislada. Rechazada. Dolida. Ella es el retrato perfecto de la desesperación.

Y no dejaba de buscar ayuda. ¿Por qué? Porque sabía que no había sido infiel. Por eso insistía: tenía que haber otra explicación. No podía ser simplemente un juicio de Dios.

Lucas añade en el versículo 43 que ninguno pudo curarla. O sea, había intentado todo… y todo había fallado.

En esa época, la medicina y la superstición muchas veces iban de la mano. Tenemos registro de que un médico del primer siglo recomendaba el siguiente tratamiento para una mujer con flujo de sangre:

Tome cantidades iguales de resina de Alejandría alumbre, y pétalos de azafrán. Macháquelos, mézclelos con vino y déselo de beber. Si no funciona, agregue tres litros de cebolla hervida en vino y déselo de beber. Y si eso tampoco funciona, colóquela en una intersección de dos caminos, y pida que alguien se le acerque por detrás y la asuste gritándole: ‘¡Sana de tu flujo!’.[viii]

Literalmente, querían espantarle la enfermedad. 

Esta mujer lo había probado todo. Y nada funcionó.
Y lo peor es que nadie creía en su inocencia.

Dos vidas transformadas por Jesús

Y es aquí donde estas dos vidas se cruzan. Y sinceramente… no podría imaginar dos personas más opuestas. 

  • Jairo es un líder en la sinagoga. Ella ha sido expulsada de la sinagoga.
  • Él tiene una reputación intachable. Ella ha perdido la suya.
  • Él es visto como una ejemplo del favor de Dios. Ella parece sufrir un juicio divino.
  • Él tiene una familia. Ella ha perdido la suya.
  • Él ha vivido doce años de alegría. Ella, doce largos años de tristeza.

Pero ahora, los dos llegan a Jesús al mismo tiempo.
¿Por qué? Porque los dos han llegado al final del camino. Ya no tienen opciones. Jesús es su última esperanza.

Leemos el versículo 44:

“Se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; y al instante se detuvo el flujo de su sangre.”
(Lucas 8:44)

Ese detalle del borde del manto es importante. Se refería a un manto rectangular con flecos azules en las esquinas llamado kraspedon.[ix] Lo usaban los judíos devotos y se colocaba sobre los hombros. Ese es justamente el término que Lucas usa aquí. [x]

No era un adorno cualquiera. Representaba el compromiso de un varón judío con la ley de Dios. Era un recordatorio visual de su fidelidad a los mandamientos. Y si alguien merecía llevarlo con  integridad… era Jesús. Él nunca quebrantó la ley de Dios.

El verbo “tocar” no significa simplemente que ella rozó el manto. Significa “aferrarse, tomar con fuerza.”

Esta mujer no lo tocó por accidente. Lo agarró con intención. Extendió su mano y agarró uno de esos flecos.

Y note esto: ella sabía que estaría violando la ley ceremonial. Al agarrar el borde de este manto, estaría contaminando ese símbolo de la pureza y fidelidad a la ley.

¿Por qué lo hizo? Podía haber tocado cualquier otra parte de su ropa. ¿Por qué arriesgarse tomar el fleco? Yo creo que fue un de entrega total. Ella sabía que no había sido infiel a Dios. Y por eso se arrojó a Su misericordia. Su única esperanza era que Dios mismo conocía su corazón. Y en silencio, ese gesto fue como una oración: “Señor, limpia mi cuerpo… y también mi nombre. Que los demás vean que no pequé contra Ti”.

Fue un acto de desesperación… pero también un acto de fe. Una fe que dice: “Confío en lo que Tú has dicho”.

Y en ese instante, lo siente. Algo cambia dentro suyo. Sabe que ha sido sanada. Entonces suelta el fleco y trata de desaparecer entre la multitud.

Pero en ese momento, Jesús se detiene y pregunta—versículo 45:

¿Quién es el que me ha tocado?” Como todos lo negaban, Pedro dijo: “Maestro, la multitud te aprieta y oprime…” (Lucas 8:45)

¡Me encanta Pedro! Es como si dijera:
“Señor, ¿en serio? ¿Quién no te ha tocado?”[xi]

En el versículo 46, Jesús le dice:

“Alguien me ha tocado; porque yo he sentido que ha salido poder de mí.” (Lucas 8:46)

Ahora bien, esto no significa que Jesús perdió poder, como si fuera una batería que se descarga. El poder de Jesús es constante. Cuando obra con poder, no se debilita. No hay un solo momento en el que tenga menos poder que en otro.[xii]

Lo que Jesús está diciendo es esto:
“Alguien me tocó de una forma diferente. No fue un toque por accidente. Fue un toque de fe.”

Jesús distingue entre un contacto accidental y una búsqueda intencional. Y en realidad, Jesús ya sabía quién lo había tocado. Pero se detuvo por una razón.[xiii]

Las interrupciones transformadoras de Dios

Mientras tanto, esta demora profundiza la desesperación de Jairo. Para él, es como si la ambulancia que lleva a su hija estuviera detenida en medio del tráfico.[xiv]

Cada segundo cuenta. Tal vez piensa: “¿Por qué te detienes, Señor? ¿Qué importa quién te tocó?”

Pero lo que para Jairo es una demora desesperante… para Jesús es una oportunidad intencional.

¿Ha pensado que las interrupciones definieron el ministerio de Jesucristo? Lo interrumpieron mientras enseñaba (Lucas 5:19). Mientras hablaba con sus discípulos (Lucas 12:13). Mientras dormía (Lucas 8:24). Mientras comía (Lucas 7:37). Incluso mientras oraba (Marcos 1:37).

Escuche esto: Para Jesús, las interrupciones eran oportunidades. No eran obstáculos. Y eso nos enseña algo importante. En lugar de permitir que pasemos suavemente de evento planificado a otro sin contratiempos, Dios nos lleva de una interrupción a otra a propósito.

Desde el punto de vista de Jairo, Jesús se está tardando.
Quizá piensa: “¿Por qué se detiene? ¿No entiende la urgencia de la situación? ¿No le importa?”

Pero desde la perspectiva Jesús, Jairo está a punto de descubrir una verdad que transformará su fe para siempre.

La sanación, salvación y reivindicación de una mujer desesperada

Y además, Jesús tiene algo que enseñarle a esta mujer también. Versículo 47:

“Entonces, cuando la mujer vio que no había quedado oculta, vino temblando y postrándose a sus pies, le declaró delante de todo el pueblo por qué lo había tocado, y cómo al instante había sido sanada.” (Lucas 8:47)

Esta escena se convierte en un testimonio público.
Ella lo cuenta todo: Su enfermedad. Los años de sufrimiento. Su desesperación total que la llevó a extender su mano para tocar el borde del manto de Jesús.

Y note que no solo se lo dice a Jesús. Lucas nos dice que lo declaró delante de todo el pueblo. Imagínese: doce años de vergüenza, silencio, rechazo… y ahora, lo cuenta todo.

Note la preciosa respuesta de Jesús en el versículo 48:

“Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz.” (Lucas 8:48)

Esta es la única vez que Jesús llama hija directamente a una mujer. Ella había perdido toda su familia. Llevaba más de una década sola. Y Jesús le dice: Hija… Ahora tienes una nueva familia.

Jesús añade después:

“Hija, Tu fe te ha salvado…”

La palabra griega (σωζω) se puede traducir como “sanar, salvar o aún rescatar”.  Ella vino buscando sanidad… y salió encontrando salvación. Vino a tocar a Jesús con una fe sencilla, y Él le dio mucho más de lo que esperaba. Él le dice: “Ve en paz.” Ya no en vergüenza. Ya no en desesperanza y desesperación. Ya no con temor. Ahora continua tu vida en paz.

Y no olvidemos algo importante: ella llevaba doce años excomulgada de la sinagoga. Y adivine quién está parado justo ahí, probablemente mordiéndose las uñas de la frustración: Jairo… el principal de la sinagoga.

Es como si Jesús dijera: “Verónica, quiero presentarte a Jairo, el líder de la sinagoga local. Como llevas doce años sin poder asistir, tal vez no lo conoces. Y Jairo… puedes ir preparándole un asiento para este sábado.
Ella estará allí. Y créeme, muchos van a querer escuchar su historia. Es un milagro viviente… y lo mejor de todo: ahora es mi hija.”

Cómo vera,  Al llamar a esta mujer al frente, Jesús no solo la sana, la restaura públicamente también. Delante de todos, declara que ya no está impura.  Y esa noticia se va a esparcir rápidamente.

Bien… volvamos con Jairo.

La resurrección de la hija de Jairo

Imagine esto: Usted va manejando detrás de una ambulancia que lleva a su ser querido al hospital. La vida de esa persona está en juego. No hay tiempo que perder. Las luces están encendidas, la sirena suena, y usted va orando para que lleguen a tiempo.

Pero de pronto, la ambulancia se detiene al costado de la carretera. ¿Por qué? Una mujer sin hogar se ha caído. Está sangrando y pide ayuda. Los paramédicos se bajan, la levantan, limpian la herida, le colocan una venda, y se quedan conversando con ella un momento.

Mientras tanto, usted está en el auto de atrás, desesperado, con el corazón latiendo a mil, preguntándose: “¿¡Por qué nos detenemos ahora!?”

Y de repente, se abre la puerta trasera de la ambulancia. Un paramédico se acerca y le dice: “Lo siento… su ser querido acaba de fallecer. Llegamos demasiado tarde. Vamos a apagar la sirena. Ya no hace falta correr.”

Esa desesperación… se convertiría en dolor, confusión, tal vez rabia. “¿Por qué nos detuvimos? ¿Por qué no seguimos directo?”

Eso es exactamente lo que le pasa a Jairo.

Versículo 49:

“Estaba hablando aún, cuando vino uno de casa del principal de la sinagoga, a decirle: Tu hija ha muerto; no molestes más al Maestro.”

Ya no hay urgencia. Ya no hay razón para seguir. La esperanza parece haberse apagado.

¿Por qué no esperó a darle esta noticia en privado, cuando llegara a casa? Tal vez este mensajero quería detener a Jesús. Tal vez pensaba: “Esto ya fue demasiado lejos. Jairo recurrió a un falso maestro. No ha estado pensando con claridad. Es mejor terminar con todo esto antes de que dañe más su reputación.”

Pero Jesús lo escucha… y le dice a Jairo en el versículo 50:

“No temas; cree solamente, y será salva.”

Jairo, evidentemente creyó porque siguieron de camino a su casa. Lucas dice en el versículo 51:

“Entró en la casa, y no dejó entrar a nadie consigo, sino a Pedro, a Jacobo, a Juan, y al padre y a la madre de la niña. Y lloraban todos, y hacían lamentación por ella; pero él dijo: No lloréis; no está muerta, sino que duerme.”

Jesús está diciendo la verdad, aunque se expresa de forma enigmática. Él sabe que el espíritu de la niña sigue vivo, aunque su cuerpo esté muerto, como si durmiera. Era común en esa época decir que el muerto estaba dormido. Era una expresión común. Y aquí Jesús está hablando de esta forma a propósito, aparentemente porque no quiere atraer mucha atencion a su poder de resurrección. No se nos explica por qué.

En efecto, Jesús está alejando a estas personas sin darles explicación alguna. Versículo 53:

“Y se burlaban de él, sabiendo que estaba muerta.”

Esto hicieron las personas contratadas para el duelo que ya habían llegado. Eran profesionales pagados para llorar y cantar cantos fúnebres, y tocar la flauta. Ya habían comenzado a hacer su trabajo.

Y note que Jesús ni siquiera había visto a la niña todavía.
Pero ellos sí. Y sabían reconocer la muerte cuando la veían.[xv]

El problema es que no sabían que acaba de llegar la Resurrección y la Vida. Estaban a punto de burlarse del mismo Creador que tiene dominio total sobre la vida y la muerte.

Versículo 54:

“Mas él, tomándola de la mano, clamó diciendo: Muchacha, levántate. Entonces su espíritu volvió, e inmediatamente se levantó; y él mandó que se le diese de comer. Y sus padres estaban atónitos; pero él les mandó que a nadie dijesen lo que había sucedido.” (Lucas 8:54–56)

Este milagro fue íntimo. No era para la multitud. Jesús permitió que lo presenciaran solo los padres y tres de sus discípulos.

Conclusión

Jairo ya había entregado su vida en manos del Señor, pero Jesús lo llevó ahora de creer que Él podía sanar a contemplar con sus propios ojos que Él es la resurrección y la vida.

Y en cuanto a la mujer, Jesús podría haberla sanado sin detenerse, sin nombrarla. Pero de haberlo hecho, ella jamás habría conocido a su Salvador de forma personal ni habría encontrado la paz espiritual y la vindicación publica que Jesús le dio.

Lo que parecía una demora trágica, fue en realidad una puerta abierta para una revelación más profunda. Algunas de las verdades más profundas se descubren cuando descansamos en el poder de Dios.

Permítame dejarle este principio bíblico:

Las interrupciones no deseadas y las pruebas inesperadas son herramientas que Dios usa para hacernos esperar… y así profundizar nuestra relación con Él.

Esa fue la gran lección para Jairo. Y es también la lección para nosotros hoy. La pregunta es simple: ¿Está dispuesto a esperar y confiar aún en tiempos de desesperación?Tal vez el Señor ha permitido este tiempo dificil en su vida para acercalo a Él. Es momento de volverse a Él. De entregarle cada aspecto de su vida.
Cristo no es simplemente su última opción… Es su única opción. Confíe hoy en su Señor y su Salvador Jesucristo. 


[i] Adaptado de Charles R. Swindoll, The Tale of the Tardy Oxcart (Word Publishing, 1998), p. 274

[ii] David E. Garland, Exegetical Commentary on the New Testament: Luke (Zondervan, 2011), p.367

[iii] Adaptado de Bruce B. Barton, Life Application Bible: Luke (Tyndale House, 1997), p. 220

[iv] R. Kent Hughes, Luke: Volume 1 (Crossway, 1998), p. 316

[v] Adapted from Garland, p. 367

[vi] G. Campbell Morgan, The Great Physician (Revell, 1938), p. 170

[vii] R. Kent Hughes, Luke: Volume 1 (Crossway, 1998), p. 315

[viii] Ibid

[ix] David E. Garland, Exegetical Commentary on the New Testament: Luke (Zondervan, 2011), p. 367

[x] Fritz Rienecker/Cleon Rogers, Linguistic Key to the Greek New Testament (Regency, 1976), p. 163

[xi] Charles R. Swindoll, Insights on Luke (Zondervan, 2012), p. 214

[xii] Adaptado de Garland, p. 368

[xiii] William Hendriksen, New Testament Commentary: Luke (Baker, 1978), p. 4577

[xiv] Hughes, p. 317

[xv] Adaptado de Garland, p. 369

Este manuscrito pertenece a Stephen Davey. Puede ser usado sin fines de lucro y con las atribuciones necesarias.

A menos que se indique lo contrario, las citas bíblicas provienen de las versiones Reina Valera 1960, La Biblia de las Americas y la Nueva Biblia de las Americas.

Reina-Valera 1960 ® © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988. Usado con permiso.

La Biblia de las Américas (LBLA), Copyright © 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation. Usado con permiso. www.LBLA.com

Nueva Biblia de las Américas (NBLA), Copyright © 2005 by The Lockman Foundation. Usado con permiso. www.NuevaBiblia.com

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