Introducción
En el año 2011, se fundó una organización con un objetivo claro: establecer una colonia permanente en el planeta Marte. Comenzaron con entusiasmo, recaudando fondos, colaborando con compañías aeroespaciales de todo el mundo, y desarrollaron un programa de entrenamiento que eventualmente enviaría a los primeros cuatro pioneros a Marte para el año 2027. Estos pioneros serían entrenados y completamente dedicados a aprender todo lo necesario para el éxito de ese asentamiento: serían cocineros, agricultores, médicos, ingenieros… y todo lo demás.
El proyecto captó la atención y el interés global. Más de 200,000 personas de todo el mundo se ofrecieron voluntariamente de inmediato, pasando por un riguroso proceso de selección con la esperanza de ser uno de los cuatro elegidos. Estaban dispuestos a dejar todo y a todos por la oportunidad de iniciar una nueva vida en Marte.
Pero lo que más me impactó al leer sobre este proyecto fue el siguiente hecho: su viaje a Marte sería solo de ida. El costo de enviar a una sola persona a Marte era altísimo; una vez allá, serían indispensables; por eso no habría vuelos de regreso. Se estaban ofreciendo como voluntarios para morir en el planeta Marte.
Evidentemente, hay una gran diferencia entre admirar a estas personas y apuntarse para ir con ellas. Una cosa es ver los reportajes en las noticias y enviar felicitaciones; otra muy distinta es comprar un boleto de solo ida a Marte.
El filósofo Søren Kierkegaard lo expresó bien en el siglo XIX, cuando escribió que existe una gran diferencia entre admirar la verdad y seguir la verdad.
Y por eso, como dijo Kierkegaard, que Jesucristo nunca pidió admiradores… Él buscaba seguidores.
¿Sabes que? Hasta el día de hoy, es posible admirar a Jesús… sin seguir a Jesús. Es posible admirar la resurrección de Cristo, vestirse muy bonito para ir a la iglesia, disfrutar del ambiente y las canciones… pero no tener absolutamente nada que ver con el Salvador resucitado.
Y no se me ocurre un texto más apropiado para el día de hoy que el pasaje al que hemos llegado en nuestro estudio del evangelio de Lucas.
Estamos a punto de escuchar una conversación entre Jesús y tres admiradores. Y veremos cómo el Señor va directo al corazón del asunto en su respuesta a cada uno de ellos.
Excusas comunes para no seguir a Jesús
Nos encontramos en el último párrafo del capítulo 9 de Lucas, y quiero presentar estas tres conversaciones agrupándolas bajo lo que llamaré las tres excusas más comunes para no seguir a Jesús.
De hecho, después de hablar con muchas personas a lo largo de los años sobre lo que significa seguir a Cristo, he llegado a conocer muy bien la verdad de 2 Corintios 4:4: que, a menos que el Espíritu de Dios abra sus ojos y su entendimiento—ese entendimiento que ha sido cegado por el dios de este mundo, Satanás mismo—, la luz del glorioso evangelio de Cristo no podrá brillar sobre ellos.
A menos que ocurra el nuevo nacimiento espiritual en el corazón de una persona, puedo predecir con bastante certeza que escucharé una de estas tres excusas.
Y las tres, en el fondo, dicen lo mismo: “Admiro a tu Jesús… pero no me pidas que lo siga.”
Y la primera excusa suena así:
“Seguiré al Señor… ¡pero no por nada!”
En otras palabras, lo seguiré si Él me da lo que quiero a cambio. Observe lo que dice el versículo 57:
“Mientras iban por el camino, alguien le dijo: ‘Te seguiré a dondequiera que vayas’.” Lucas 9:57
En el idioma original, se puede entender que este hombre está prometiendo algo como: “Te seguiré donde sea, en cualquier momento, hasta cualquier destino, sin importar qué tan lejos sea.”[i]
Parece que está dispuesto a ir hasta Marte.
Cuando la iglesia primitiva se estableció en Jerusalén, solo unos meses después de este momento, este hombre habría sido el candidato ideal para ser diácono o anciano. Habría pasado cualquier proceso de selección sin dificultad.
Pero no tan rápido.
El evangelio de Mateo nos muestra que este hombre era un escriba. Es decir, un experto en las Escrituras. Los escribas eran los estudiosos de la ley del Antiguo Testamento en aquellos días.
Y Mateo también señala que este hombre se acercó a Jesús llamándolo “Maestro”, lo que ya nos da una pista sobre sus verdaderas intenciones y actitud. Cada vez que alguien llama a Jesús “Maestro” en el evangelio de Mateo—y eso ocurre cinco veces—esa persona demuestra no tener ningún deseo real de convertirse en Su discípulo.[ii]
En los tiempos de Cristo, era común que los seguidores de un maestro, rabino o profeta viajaran con él, vivieran con él, y aprendieran la ley directamente de él.[iii]
Pero este hombre ya era un escriba. Ya tenía su título colgado en la pared. Ya estaba esperando el cumplimiento profético de la llegada del Mesías.
Y si Jesús realmente era el Mesías, se asumía que Él liberaría a Israel del dominio romano, traería prosperidad económica, establecería el Reino de Dios… y probablemente otorgaría los mejores puestos a sus discípulos más cercanos.[iv]
“Maestro, estoy listo para seguirte. ¡Que comience la marcha triunfal! ¡Vamos a tomar posesión de Jerusalén!”
Lo que suena como una decisión maravillosa de seguir a Cristo… en realidad oculta orgullo y un deseo egoísta de poder y reconocimiento.
En su comentario de Mateo, el teólogo Sean O’Donnell hace una excelente paráfrasis de esta escena, que expone la verdadera motivación del escriba:
“Este escriba se acercó a Jesús y le dijo: ‘Maestro, de un experto en la Biblia a otro, he visto quiénes están en tu equipo: un grupo de pescadores, un recaudador de impuestos, unos fanáticos políticos… Quizás te vendría bien alguien con una buena preparación teológica y algo de respeto en el mundo religioso. Alguien como yo. Te seguiré a donde vayas, y juntos podemos traer este reino. Maestro, este es tu día de suerte.’”[v]
Lo interesante es que Jesús no lo rechaza… pero sí le dice la verdad. En el versículo 58 le responde:
“Las zorras tienen guaridas y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza.” Lucas 9:58
En otras palabras: “No tengo propiedades, no hay palacio esperándome, ni siquiera tengo una dirección fija.”
La palabra que Jesús usa aquí para “nidos” —cuando habla de las aves— proviene de una familia de términos que puede referirse desde armar una tienda de campaña, hasta tener una vivienda o simplemente un poco de sombra.[vi]
En esencia, Jesús le está diciendo: “Si decides seguirme, ni siquiera tendrás asegurada la comodidad de un árbol que te dé sombra.”
Jesús ve con claridad lo que hay en este escriba. Este hombre, en el fondo, ya mostraba una idea muy parecida a lo que hoy conocemos como teología de la prosperidad: esa idea equivocada de que Dios siempre recompensa a sus seguidores en esta vida.
Pero Jesús lo corrige diciendo: “Si me sigues, puede que los animales tengan más comodidades que tú. Puede que ni siquiera tengas un rincón con sombra donde estirar las piernas y descansar un poco.”
Ahora bien, no se nos dice cuál fue la respuesta de este hombre. No sabemos si siguió a Jesús o si se dio la vuelta. Simplemente no se menciona.
Y creo que Lucas lo deja inconcluso a propósito, porque el Espíritu de Dios quiere que tú seas quien responda a la pregunta. Si seguir a Jesús no te ofreciera ningún beneficio aparente… ¿seguirías adelante?
¿O responderías como este escriba, diciendo: “Seguiré al Señor, pero no por nada”?
Ahora, después de este encuentro, el Señor habla con
otro hombre. Y este segundo hombre representa lo que yo considero la segunda excusa más común para no seguir a Jesucristo.
Y suena así:
“Seguiré al Señor… pero no ahora mismo.”
Ahora mire el versículo 59:
“A otro dijo: ‘Sígueme.’ Pero él respondió: ‘Señor, permíteme que primero vaya y entierre a mi padre.’ Jesús le dijo: ‘Deja que los muertos entierren a sus muertos; pero tú ve y anuncia el reino de Dios.’” Lucas 9:59–60
A primera vista, este hombre parece sincero… y Jesús parece bastante severo. Suena como si el Señor le estuviera diciendo a este joven que se salte el funeral de su papá y que se ponga a predicar el evangelio sin demora.
¿Qué está ocurriendo aquí?
Primero, debemos entender que el deber del hijo primogénito era servir como administrador de la herencia familiar. Él era el heredero del negocio y la propiedad del padre.
Pero, más importante aún, el texto no dice que su padre haya muerto. Si realmente hubiera fallecido, este hombre estaría ceremonialmente impuro por siete días y no estaría parado allí hablando con Jesús en público.
Además, en esa parte del mundo, durante el primer siglo, se sepultaba a los muertos dentro de 24 horas.[vii]
Lo que este hombre está diciéndole a Jesús se puede entender como: “Te seguiré… después que mi padre muera.” O, dicho de otro modo: “Te seguiré cuando todo esto pase.”[viii]
La frase “déjame enterrar a mi padre” era una expresión común en Medio Oriente. Nosotros también usamos expresiones comunes todo el tiempo, como “llueve a cántaros” o “te voy a decir un par de cosas”.[ix]
“Déjame enterrar a mi padre” era una forma de decir: “Primero tengo que encargarme del negocio familiar.” Y, en este caso, es una excusa conveniente para posponer una decisión.
También deja ver lo que este joven realmente valoraba en la vida: “Primero déjame resolver mis asuntos. Primero quiero asegurar mi herencia. Primero quiero tener estabilidad económica.”[x]
“Te seguiré, Señor… pero ahora no.”
¿Alguna vez has deseado que el Señor se tarde un poco más en regresar? Tal vez querías alcanzar una meta importante, o disfrutar alguna experiencia antes.
¿Cuál es tu perspectiva honesta sobre el cielo? ¿Es algo que deseas? ¿O por dentro dices: “Ojalá que el Señor se tarde un poco más”?
“Si el rapto va a ocurrir pronto, al menos que espere hasta que pueda sacar mi licencia de conducir.” O tal vez estás por graduarte y quisieras recibir el diploma antes de que Jesús regrese.
Tengo que admitir que tuve ese pensamiento cuando estaba a punto de casarme. Recuerdo haber pensado: “Señor, si vas a llevarte a tu iglesia, al menos espera hasta después de la luna de miel.”
También me acuerdo cuanto quería ver nacer a mis hijos. ¡Qué momento tan especial, qué experiencia tan única! Pero unos meses después de nacer, mi esposa y yo estábamos orando: “Señor Jesús, ven pronto… por favor.”
Ahora, en su respuesta del versículo 60, Jesús le dice a este hombre: “Deja que los muertos entierren a sus muertos.” Esta también era una expresión cotidiana, y no debía tomarse de forma literal. Sabemos eso porque, obviamente, los muertos no pueden enterrar a otros muertos.
Así que Jesús no puede estar diciendo que los difuntos se encargan de los funerales.
Probablemente el Señor esté usando la primera mención de los “muertos” en un sentido espiritual. Es decir, se refiere a personas que están espiritualmente muertas. Personas que no tienen vida espiritual y solo piensan en lo que sucede durante esta vida, sin considerar la eternidad.
Jesús está usando esta expresión para que su enseñanza sea clara y memorable. Él hablaba de esta forma con frecuencia cuando quería exponer lo que había en el corazón de alguien.
Por ejemplo, más adelante en este mismo evangelio, un joven rico se le acerca y le pregunta qué debe hacer para seguirlo. Jesús le dice que venda todo lo que tiene y que lo reparta entre los pobres.
Jesús no está diciendo que sea malo tener dinero o posesiones, ni que todos los cristianos deban ser pobres. Lo que hace es confrontar a ese hombre con una exigencia extrema para revelar sus prioridades – para mostrárle qué valora más que a Cristo.
Y aquí sucede lo mismo. El punto no es si debe o no asistir a un funeral, o si puede recibir una herencia, o encargarse del negocio familiar.
El punto que Jesús está resaltando es esta excusa tan común para posponer la decisión de seguirlo… sea cual sea esa excusa:
“Señor, te seguiré… pero ahora no.”
Kenneth Clark fue un historiador y presentador de televisión que solía hacer documentales sobre la cultura, arquitectura y civilización occidental. Aunque conocía mucho sobre iglesias, arte religioso y tradiciones cristianas, no era creyente.
En su autobiografía, escribió que, mientras visitaba una iglesia hermosa, sintió lo que describió como una experiencia religiosa abrumadora que lo llenó de gozo. Sin embargo, eso le causó un conflicto.
Si se dejaba influenciar por esa experiencia, sabía que tendría que cambiar su estilo de vida; y temía que su familia pensara que se había vuelto loco. Así que concluyó: “Estaba demasiado arraigado en el mundo como para cambiar de rumbo.”[xi]
Volviendo a nuestro pasaje, el joven le estaba diciendo a Jesús, en esencia: “Señor, tengo intenciones de seguirte. Pero ahora mismo estoy demasiado arraigado en este mundo. No puedo cambiar de rumbo en este momento. Algún día lo haré… no sé cuándo, pero llegará el momento.”
¿Te describe eso a ti? ¿Hay algo que esté interfiriendo en tu caminar con el Señor en este momento?
“Seguiré al Señor… pero solo si recibo algo a cambio.”
“Seguiré al Señor… pero ahora no.”
Y ahora aparece otra excusa común, en esta tercera y última conversación. Y suena así:
“Seguiré al Señor… pero no del todo.”
Otro también dijo:
“Te seguiré, Señor, pero primero déjame despedirme de los de mi casa.” Lucas 9:61
Ahora bien, no se confunda. Jesús no está diciendo que esté mal ir a despedirse de la familia antes de salir a algún campo misionero.
No es pecado decir adiós.
Ese no es el punto de esta conversación. De hecho, Jesús deja claro su mensaje con la respuesta que da en el versículo siguiente:
“Ninguno que pone su mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el reino de Dios.” Lucas 9:62
Aquí Jesús usa una analogía agrícola para hacerle una advertencia a este hombre… y al resto del mundo.
En tiempos de Jesús, un arado no era más que un palo de madera con una empuñadura en un extremo y una punta metálica en el otro. Exigía atención constante.[xii]
Pero Jesús, nuevamente, usa una ilustración extrema para dejar un punto bien claro. Dice que un agricultor que nunca debe arar mientras va mirando hacia atrás.
El verbo que se usa en el idioma original indica que no se trata de un simple vistazo ocasional. Este hombre está mirando hacia atrás todo el tiempo… nunca mira al frente.[xiii]
Y nadie puede arar derecho si va mirando hacia atrás. No se puede cultivar así… ni tampoco se puede seguir a Jesús así.
Y esa es justamente la excusa de este hombre. Dice que quiere despedirse, pero en realidad su corazón no quiere dejar atrás su vida anterior: su pasado, su antigua forma de vivir.[xiv]
Parece que quiere seguir a Cristo, pero si hablara con él, le contaría de todo lo que tenía “antes”: cuántos amigos, cuánto dinero, cuánta felicidad tenía.
Claro, dice: “Seguiré a Cristo”… pero no por completo. Su corazón sigue atado a la vida que tenía antes.
¿Cuántas personas hoy dirían algo parecido? “Señor, quiero seguirte… pero siendo sincero, hay algo que me detiene, algo que todavía prefiero más que a Ti.”
“Me gustaría tener un boleto de solo ida al cielo contigo… pero, si soy honesto, prefiero quedarme aquí en la tierra.”
Me parece interesante que Lucas no nos diga qué decisión tomó alguno de estos tres hombres después del llamado del Señor.
No sabemos como respondieron … pero sí conocemos nuestra respuesta. ¿Cuál es tu decisión?
“Señor, te seguiré… pero no del todo.”
“Señor, te seguiré… pero solo si me das algo a cambio.”
“Señor, te seguiré… pero ahora no.”
Conclusión
William Borden fue el heredero de la gran fortuna familiar. En 1904, cuando se graduó del colegio, sus padres le regalaron un viaje alrededor del mundo – una experiencia que confrontaría y afirmaría su fe de manera profunda.
Pero esa fe no nació en ese viaje. Desde pequeño, su madre tuvo una influencia muy grande en su vida de fe. Ella se convirtió al cristianismo cuando William tenía apenas ocho años, y desde entonces comenzó a llevarlo todos los domingos a una iglesia en el centro de Chicago—una iglesia que hoy conocemos como la Iglesia Moody. Esa rutina marcó profundamente a William. Para cuando se graduó del colegio, él ya había entregado su vida a Cristo.
Durante su viaje por el Lejano oriente, con solo 16 años, quedó profundamente conmovido por la necesidad espiritual de tantas personas que no conocían a Jesús. Desde allá, escribió una carta a su familia con una decisión clara: “He decidido entregar mi vida al campo misionero.” Y, como un compromiso personal, escribió dos palabras en la parte de atrás de su Biblia: “Sin reservas.” Muchos pensaron que esto no era mas que la emoción del viaje y que se le pasaría pronto… pero no fue así. Por el contrario, su pasión se volvió cada vez más intensa.
Cuando entró a la Universidad de Yale, pronto organizó un pequeño grupo de oración. Nadie imaginaba el impacto que eso tendría. Al final de su primer año, ya eran 150 estudiantes los que se reunian cada semana para orar y estudiar la Biblia. Y para cuando William se graduó, ¡el 85% de los alumnos estaba participando!
Después de graduarse de la universidad, comenzaron a llegarle ofertas de trabajo por todos lados. Las puertas del mundo empresarial estaban abiertas de par en par. Pero William no se desvió de su visión. Seguía convencido de que Dios lo estaba llamando a predicar el evangelio a pueblos no alcanzados en el extranjero. Y en ese momento escribió otras dos palabras en la parte de atrás de su Biblia: “Sin retorno.”
Sin reservas. Sin retorno.
Rechazó cada propuesta lucrativa, incluyendo la oferta de quedarse a cargo de la enorme empresa familiar. En lugar de eso, se inscribió en el seminario.
Después de completar sus estudios en el seminario, William viajó a Egipto para aprender árabe. Su plan era prepararse bien para una vida de ministerio entre los musulmanes en China.
Pero nunca logró llegar. Para sorpresa del mundo occidental que venía siguiendo su impactante historia: El un joven millonario que había renunciado a todo por Cristo—William cayó gravemente enfermo. Mientras estaba en Egipto, contrajo una meningitis que afectó gravemente su sistema nervioso, y pocas semanas después falleció.
Tenía apenas 25 años.
Los periódicos publicaron la noticia con grandes titulares: Empresarios y periodistas debatieron si todo aquello había sido un trágico desperdicio de una vida tan prometedora.
Pero William parecía haber anticipado esa reacción. Poco antes de morir, abrió su Biblia—donde ya había escrito las frases “Sin reservas” y “Sin retorno”—y añadió dos palabras más, justo debajo de las anteriores. Estas eran: “Sin remordimiento.”[xv]
Ese tipo de decisión al seguir a Cristo tiene una manera muy particular de reorganizar la prioridades… y todas las decisiones en nuestra vida.
Así que déjame hacerte unas preguntas simples:
¿Dónde estará tu Biblia esta semana? ¿Ignorada en algún cajón o repisa? ¿O diariamente en tus manos?
¿Qué dirás cuando alguien te pregunte si eres cristiano?
¿Cómo responderás ante las tentaciones, especialmente aquellas que desafían tu integridad, tu pureza o tu humildad?
¿Y qué lugar ocupará el Señor en las decisiones más importantes de tu vida?Y tal vez la más sencilla de todas:
¿Iras a la iglesia el próximo domingo para adorar y obedecer y seguir fielmente al Señor?
[i] R.C.H. Lenski, The Interpretation of St. Luke’s Gospel (Augsburg Publishing, 1946), p. 559
[ii] Douglas Sean O’Donnell, Matthew (Crossway, 2013), p. 213
[iii] Adapted from Darrell L. Bock, Luke: Volume One (Baker Exegetical, 1996), p. 977
[iv] Adapted from Charles R. Swindoll, Insights on Luke (Zondervan, 2012), p. 255
[v] Adapted from O’Donnell, p. 213
[vi] Ivor Powell, Luke’s Thrilling Gospel (Kregel, 1984), p. 241
[vii] Adapted from Powell, p. 242
[viii] William Barclay, The Gospel of Luke (Westminster Press, 1975), p. 131
[ix] O’Donnell, p. 215
[x] Bruce B. Barton, Life Application Bible: Luke (Tyndale House, 1997), p. 263
[xi] Vernon Grounds, “Changed Lives Are Possible” Our Daily Bread (10-01-05).
[xii] J. Dwight Pentecost, The Words and Works of Jesus Christ (Zondervan, 1981), p. 272
[xiii] Lenski, p. 563
[xiv] Bock, p. 983
[xv] Our Daily Bread (12-31-1988); The Yale Standard (Fall 1970); Mrs. Howard Taylor, Borden of Yale (Bethany House, 1988)