Introducción
Walter Payton fue uno de los corredores más destacados en la historia del fútbol americano profesional. Y eso que no era tan grande comparado con los demás jugadores: medía un metro setenta y ocho, y pesaba alrededor de noventa kilos.
Durante muchos años, mantuvo uno de los récords más impresionantes del deporte: el mayor número de yardas recorridas con el balón, acumulando casi 17.000 en total. Un autor calculó que Walter corrió más de 14 kilómetros a lo largo de su carrera, avanzando con el balón por el campo. Lo que más me impresionó fue lo siguiente: lo derribaban aproximadamente cada cuatro metros. Imagínese correr más de 14 kilómetros y que lo derribe alguien cada cuatro pasos. Y aun así, se volvía a levantar… y seguía corriendo.
Y mire, esto no es una charla motivacional sobre cómo ser mejor jugador. Nosotros estamos involucrados en algo mucho más serio: la Gran Comisión. Y esto no es un juego. El evangelio no trata de ganar o perder, sino de vida o muerte… de cielo o infierno. Pero el principio sigue siendo el mismo: no hay avance sin resistencia. No hay oportunidad sin oposición.
Repaso
Aquí en Lucas 10, el Señor nos ha entregado un manual de entrenamiento para saber qué esperar cuando salimos al campo de cosecha a servirle.
En nuestro estudio anterior, vimos algunos principios y promesas que Él les dio a sus discípulos. Entre ellas, la promesa de que Dios te ha designado para un lugar… y también ha preparado un lugar para ti. De hecho, así comienza este capítulo, en el versículo 1: el Señor designó a setenta y dos discípulos para que llevaran el evangelio de aldea en aldea, de ciudad en ciudad.
También hablamos de un principio fundamental: hay más trabajo del que jamás podremos terminar. Por eso, el Señor les enseñó en el versículo 2 a orar por más obreros, porque la obra del campo era mayor que la cantidad de obreros.
Otro principio importante es que el Señor no solo está interesado en que entregues Su mensaje, sino en desarrollar tu caminar con Él mientras lo haces.
Este corto viaje que los discípulos iban a emprender sería transformador. Su fe iba a crecer mientras aprendían a confiar en el Señor para cada comida… y para cada necesidad.
Nos detuvimos en el versículo 9, donde el ministerio de sanidad que tenían les abriría las puertas para anunciar el mensaje del reino… y del Rey que estaba por venir.
¡Qué emocionante debe haber sido! ¡Qué oportunidades asombrosas habrán tenido! Pero ahora llegamos a una pequeña palabra que lo cambia todo: una conjunción. La palabra “pero”.
Esa palabra va a introducir un tema completamente distinto en esta sesión de entrenamiento para los setenta y dos discípulos.
Puede marcarla ahí mismo, al comienzo del versículo 10: Pero o más. Sin embargo.
He leído que, en reuniones internacionales de alto nivel —como las de la ONU—, los intérpretes están entrenados para poner especial atención a lo que viene después de la palabra pero. Porque lo que viene después lo cambia todo.
Seguramente ya lo has experimentado… cuando tu jefe te dice: “Estás haciendo un excelente trabajo, pero…”; o su profesor le comenta: “Tu ensayo está muy bien escrito, pero…”; o esa chica con las que has estado conversando te dice: “Me caes muy bien, pero…”.
Principios sobre el ministerio
Ya ni importa lo que vino antes. Toda tu atención está en lo que sigue. Estoy seguro de que los discípulos también prestaron atención en ese momento. Aunque el Señor no anula ninguno de los principios y promesas que les acaba de dar, ahora va a enseñarles algo más: lo que podríamos llamar los problemas en el ministerio y la perspectiva correcta. Estas son lecciones que necesitarían tanto antes como después de esta gira ministerial. Y nosotros también.
Esta es la primera lección que debemos considerar:
Habrá ocasiones en que tus dones y tu ministerio no serán apreciados ni deseados.
Jesús les dice en el versículo 9:
“Sanen a los enfermos que haya allí, y díganles: ‘El reino de Dios se ha acercado a ustedes’. Pero cuando entren en una ciudad y no los reciban…” Lucas 10:9–10a
Y probablemente ellos pensaron: “¿Cómo podría pasar algo así? ¡Estamos haciendo milagros! ¡Estamos vaciando salas de urgencias y clínicas de cáncer! Los cojos caminan, los ciegos ven…”
¿Quién no va a querernos?
Pues prepárense, porque eso va a suceder. Van a llegar a pueblos donde nadie los querrá recibir.
¿De verdad puede pasar eso? —Jesús básicamente les dice: “No solo puede pasar… es de esperarse. Anticípenlo.”
Habrá momentos en el ministerio en que no habrá ni una sola cara amigable. Nadie abrirá su puerta, ni su casa, ni su corazón. Van a ignorar sus necesidades. Los van a rechazar, ignorar o difamar.
Y habrá momentos en que el único rostro amigable será el de Jesús… y como Él es invisible, quizás eso no parezca muy alentador en ese instante.
Esto fue un recordatorio para ellos y para nosotros: no importa lo que digas ni lo que hagas… ni siquiera si haces milagros, puede que igual no te reciban por causa de Cristo.
Y eso ocurre porque el mensaje del evangelio es profundamente confrontador. Sí, es un mensaje de salvación y de gracia… pero también es un mensaje que revela el pecado y expone la culpa.
Y no todos están listos para escuchar eso.
Por eso, aquí viene una segunda perspectiva que los discípulos de todas las generaciones debemos recordar:
El mensaje del evangelio no solo ofrece una invitación… también presenta un ultimátum.
Jesús continúa en el versículo 10:
“… y si entran en una ciudad y no los reciben, salgan a las calles y digan: ‘Aun el polvo de su ciudad, que se nos ha pegado en los pies, lo sacudimos en protesta contra ustedes. Pero sepan esto: el reino de Dios se ha acercado.’” Lucas 10:10b–11
En aquellos días, esto era una advertencia pública. Jesús les dijo que salieran a las calles. Plural. No solo a una, sino a varias. La idea es que la mayor cantidad de gente pudiera recibir este mensaje.[i]
El término griego usado aquí traducido, calles, describe las avenidas principales, los caminos más anchos y transitados.
Es como si dijera: “Vayan al centro del pueblo, al mercado, a la plaza principal… no se escabullan por un callejón oscuro. Ahí, sáquense las sandalias para darles este mensaje, esta advertencia de manera abierta y clara.”
El acto simbólico de sacudirse el polvo de los pies era una señal profética de juicio. Un gesto que declaraba: “Este lugar ha rechazado al Rey… y está bajo juicio.”
Y luego Jesús añade algo aún más impactante, en el versículo 12:
“Les digo que en aquel día será más tolerable el castigo para Sodoma que para esa ciudad.” Lucas 10:12
Esa expresión “en aquel día” se refiere al juicio final, el que Apocalipsis 20 describe como el gran trono blanco, donde el mundo incrédulo será condenado eternamente.
Todos conocían la historia de Sodoma, aquella ciudad entregada al pecado sexual, especialmente la homosexualidad. El apóstol Pedro dijo que era un lugar de personas dominadas por pasiones vergonzosas (2 Pedro 2:10). Sodoma llegó a ser famosa por su inmoralidad sexual que la llevó al juicio de fuego y azufre.
Pero lo que Jesús está diciendo aquí es sorprendente. Leámoslo otra vez:
“Les digo que el castigo para Sodoma será más tolerable que para cualquier ciudad que rechace el mensaje del evangelio.”
Esto revela que habrá grados de castigo en el infierno. Y, según Dios, los pecados de inmoralidad sexual —aunque graves— no son necesariamente los peores.
Estas ciudades que rechazaron a los mensajeros de Jesús, estos pueblos que recibieron mayor revelación, milagros, y además la oportunidad de creer, pero que lo rechazaron todo… terminarán enfrentando un juicio mucho más severo en aquel día final.[ii]
Y esta habría sido una afirmación impactante. Déjame decirlo de otra forma, para captar el peso de esta enseñanza.
Las personas que vivieron en Sodoma —allá en Génesis 19—, que están esperando su juicio final, van a recibir una condena menos severa que los que viven en estas ciudades que han rechazado a los mensajeros de Jesús.
Voy a resumirlo aún más, en palabras sencillas: Los que vivieron en Sodoma enfrentarán un juicio más ligero… que los que se sentaban en su sinagoga, pero rechazaron a Jesús.
Y eso verdad hasta el día de hoy. Cuanto mayor es la luz que recibes, mayor es la responsabilidad. Y si, a pesar de haber escuchado, visto y conocido la verdad… no te arrepientes ni sigues a Cristo, el juicio será más severo.
Presentar el evangelio no es ofrecer opciones, es entregar ultimátums.
Pero la perspectiva aquí es de tristeza y pesar, no de enojo ni de odio. La palabra “¡Ay!” en el versículo 13 es una palabra que transmite una advertencia, pero si hubieras escuchado a Jesús hablar, habrías notado el tono de tristeza en su voz.[iii]
Esa palabra describe una advertencia triste y dolorosa. Jesús dice aquí en el versículo 13:
Ay de ti, Corazín. Ay de ti, Betsaida. Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en ustedes, hace tiempo que se habrían arrepentido sentados con cilicio y ceniza. Pero en el juicio será más tolerable el castigo para Tiro y Sidón que para ustedes. Lucas 10:13–14
Una vez más, cada judío que vivía en estas aldeas habría quedado impactado por esta advertencia. Ponía su religión de cabeza. Sabían que Sidón era la ciudad natal de Jezabel, la reina malvada que murió de manera violenta 840 años antes del nacimiento de Cristo. [iv]
Sabían que la ciudad de Tiro era una ciudad antigua donde se adoraba a Moloc. Los ídolos de Moloc solían tener un vientre abierto que formaba un horno. Allí se encendían fuegos ardientes, y se sacrificaban bebés.
Sodoma, Sidón y Tiro recibirán un juicio más tolerable en aquel día final.
¿Y qué hay de la ciudad de Capernaúm? Jesús añade una advertencia especial para ellos en el versículo 15:
Y tú, Capernaúm, ¿serás exaltada hasta el cielo? Hasta el Hades descenderás. Lucas 10:15
Hades es el lugar adonde van todos los incrédulos despues de morir. Allí comienza el sufrimiento mientras esperan su juicio final. Estudiaremos eso en más profundidad más adelante en el evangelio de Lucas.
Una vez más, esto fue impactante para la gente de Capernaúm, porque Capernaúm había sido la base de operaciones de Jesús durante un tiempo. Él había enseñado en sus sinagogas. Había sanado y predicado allí. Pedro y Andrés eran de esa ciudad.
¿No debería Capernaúm tener una ventaja en cuanto al reino venidero de Dios? No. Jesús anuncia que están rechazando a su Mesías y van de camino al juicio eterno.
Aquí hay una tercera perspectiva que debemos tener en cuenta, mientras Jesús prepara a estos setenta y dos discípulos:
Recuerda que el rechazo no es necesariamente personal; en última instancia, es espiritual.
Versículo 16:
El que los escucha a ustedes, me escucha a mí; y el que los rechaza a ustedes, me rechaza a mí; y el que me rechaza a mí, rechaza al que me envió. Lucas 10:16
En última instancia, esto es el rechazo del reino de la luz por parte del reino de las tinieblas.
Jesús está entrenando a sus discípulos para que comprendan que el rechazo no debe tomarse de manera personal, aunque, claro, todos lo sentimos de forma personal. Y nunca se siente bien.
Pero Jesús les estaba dando —y a nosotros también— la perspectiva correcta: estas ciudades y aldeas están rechazando a los representantes del Rey porque están rechazando al Rey mismo. No les gustó el mensaje; no estaban dispuestos a rendir sus vidas al Rey.
Por cierto, esta era una advertencia sutil para estos setenta y dos discípulos: el hecho de que su mensaje fuera rechazado no significaba que debían cambiar el mensaje. No debían concluir que era necesario adaptarlo mejor a las necesidades de su audiencia, o suavizarlo para hacerlo un poco más atractivo a las masas.
La verdad es que el mensaje que llevamos no le gusta a la gente. Lo que creemos resulta cada vez más ofensivo. Y nuestra manera de pensar les parece cada vez más molesta.
Jesús les dijo a sus discípulos en Juan 15:18, y esta también es nuestra perspectiva hoy: “El mundo me odió a mí antes que a ustedes.”
Jesús nunca entrenó a sus discípulos para que fueran aplaudidos o admirados. Los preparó para ser rechazados.
Después del versículo 16, pasa algo de tiempo, aunque no se nos dice cuánto. Estos hombres salieron de dos en dos, y luego, un tiempo después —probablemente unas semanas más tarde— todos regresaron, lo que indica que Jesús les había dado un plazo específico para volver.
Y a pesar de todo lo que seguramente ocurrió —aunque se nos da muy poca información—, se nos dice que todos regresaron con alegría.
El versículo 17 dice:
Los setenta y dos regresaron llenos de gozo, diciendo: Señor, hasta los demonios se nos sujetan en tu nombre.
Lucas 10:17
De todo lo que había pasado, esto fue lo que más los emocionó. Con un entusiasmo como de un niño, ellos informan: “Hasta los demonios nos obedecieron.”
Es como un niño emocionado que dice: “¡Fui a la playa y hasta vi delfines!”. Esa es la idea aquí: “Señor, vimos cosas increíbles… pero escucha esto: hasta los demonios se nos sujetaban en tu nombre.”
Uno esperaría que Jesús respondiera: “¡Qué bueno! ¡Bien hecho! ¡Eso es increíble!”
Pero no. Y aquí viene la perspectiva correcta que debemos tener presente:
Cuando el enfoque del ministerio está en nuestros logros, el orgullo no anda lejos.
En el versículo 18 encontramos la respuesta inmediata del Señor:
Y Él les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Lucas 10:18
No ignores el hecho que Jesús acaba de revelar su deidad eterna. Él estuvo presente en los días iniciales de la creación, cuando Satanás cayó. “Ustedes vieron a unos demonios salir de vidas atormentadas; yo vi a su líder ser derrotado en su intento de destronar al Dios trino. Yo estaba allí cuando Satanás cayó como un relámpago cruzando el cielo oscuro.”
Jesús, en efecto, les está recordando que Satanás cayó por causa de su orgullo. En otras palabras: no caigan ustedes en la misma trampa. No dejen que el orgullo los arruine.
“Así que, el que piensa estar firme, tenga cuidado, no sea que caiga.” (1 Corintios 10:12)
Por muy fructífero, capaz o efectivo que uno se sienta, es precisamente en ese momento cuando más cuidado debemos tener del orgullo que acecha.
Me gusta cómo lo expresó John Ryle en sus notas de 1879, al escribir sobre este pasaje:
“Había en ellos una satisfacción personal por sus logros, y el Señor vio cuánto se enaltecieron con su victoria. Pero todos deseamos tener éxito —todos anhelamos ver el reino de Satanás derrumbado y almas convertidas a Dios. Ese deseo es bueno y correcto. Sin embargo, nunca debemos olvidar que el tiempo del éxito también es un tiempo de peligro para el alma del creyente. La mayoría de los obreros de Cristo en el campo de cosecha tienen tanto éxito como su alma puede soportar. Es en esos momentos cuando debemos vigilar doblemente nuestro corazón. Hay pocos cristianos que puedan llevar una copa llena sin derramarla. En medio de nuestras victorias, supliquemos con sinceridad: ‘Señor, vísteme de humildad’.”[v]
Después de esta advertencia, Jesús les informa que tendrán aún más éxito en el ministerio. Versículo 19:
He aquí, les he dado autoridad para hollar serpientes y escorpiones, y sobre todo el poder del enemigo, y nada les hará daño. Lucas 10:19
Los escorpiones se usan en Apocalipsis 9 como una imagen de fuerzas demoníacas; y Satanás mismo es descrito como una serpiente malvada en 2 Corintios 11:3.[vi]
Estos son enemigos peligrosos y mortales, pero Jesús, en esencia, les está diciendo que ellos serán prácticamente inmortales hasta que cumplan su tarea. “Nada podrá detenerlos; verán aún más de lo que acaban de experimentar.”
Sin embargo, y aquí encontramos otra perspectiva que deben tener presente:
Tu gozo no debe depender de que tu ministerio sea perfecto o exitoso, sino de tu destino eterno.
Versículo 20:
Pero no se alegren de que los espíritus se les sujetan; alégrense más bien de que sus nombres están escritos en el cielo. Lucas 10:20
La palabra “escritos” en este versículo significa inscritos de manera formal y solemne. En aquellos tiempos, este término se usaba para firmar un testamento, registrar un matrimonio, formalizar un tratado de paz o inscribir a los ciudadanos en el registro oficial de una ciudad.
Esto es lo que realmente debería emocionarnos: no lo bien que esté marchando nuestro ministerio ni cuánto estamos logrando… sino el hecho de que nuestros nombres han sido registrados por Dios como ciudadanos del cielo.
Has sido inscrito en el registro celestial. Y Dios no usa lápiz con goma. Él escribe tu nombre con tinta que no se puede borrar.
No te enfoques tanto en lo que estás haciendo aquí en la tierra que termines olvidándote de que tienes un lugar reservado en el cielo.
Y con eso, Jesús comienza a regocijarse, aquí en el versículo 21:
En esa misma hora, Él se regocijó en el Espíritu Santo y dijo: Te alabo, Padre… Lucas 10:21a
Por cierto, no pases por alto la obra de la Trinidad en este momento. Está Jesús, Dios el Hijo, regocijándose; acompañado en oración por Dios el Espíritu Santo, dando alabanza y acción de gracias a Dios el Padre.
Las tres personas del Dios trino están en armonía gozosa. Y eso nos lleva a otra perspectiva importante:
El ánimo en el campo de cosecha depende del misterio de Dios obrando en el mundo.
Al final, todo se trata de Él. Mira de nuevo el versículo 21:
Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de sabios e inteligentes, y las revelaste a niños; sí, Padre, porque así fue de tu agrado. Todas las cosas me han sido entregadas por mi Padre; y nadie sabe quién es el Hijo sino el Padre, ni quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar. Lucas 10:21b–22
En otras palabras, no entendemos por qué algunos creen, aunque saben tan poco —como niños pequeños—, y por qué hay muchos otros que no creen, aun cuando tenian más información y entendimiento.
Esto lo dejamos en manos del misterio de la voluntad de Dios.
Pero si el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo están involucrados en el campo de cosecha, y si incluso se regocijan por las personas que son salvas, eso es otra forma de decir que no estás trabajando solo para Él. No estás solo. El Dios trino está obrando detrás de escena.
Y hay una fuente más de aliento en las palabras finales de Jesús, número siete:
El privilegio único de vivir en este momento de la historia debe llevarnos a alabar a Dios.
Versículo 23:
Volviéndose a los discípulos, les dijo en privado: Bienaventurados los ojos que ven lo que ustedes ven. Porque les digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que ustedes ven, y no lo vieron; y oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron. Lucas 10:23–24
Y eso sigue siendo cierto hasta el día de hoy.
Imagina todo lo que Dios te ha revelado en esta dispensación —en este período de tiempo – a la iglesia— cosas que ni los profetas conocían. Isaías y el rey David no sabían lo que tú has aprendido de Jesús.
Imagina lo que Dios hace por medio de ti: tú tienes el privilegio de presentar al Mesías al mundo… por nombre.
Y piensa en lo que Dios ha hecho por ti: te ha redimido, y ha inscrito tu nombre en el registro del cielo. Tú eres un ciudadano del cielo.
Y solo eso ya es motivo suficiente, cuando te derriban, te rechazan o te ignoran, para levantarte con el evangelio en la mano… y seguir avanzando hacia la meta. Hacia el reino venidero de Cristo, que está ya a las puertas.Estas son las promesas, principios, problemas y perspectivas que nos ayudan a seguir en la dirección correcta y por la razón correcta, mientras servimos en el campo de cosecha de nuestro mundo hoy.
[i] Adapted from R.C.H. Lenski, The Interpretation of St. Luke’s Gospel (Augsburg Publishing,
1946), p. 573
[ii] Adapted from Darrell L. Bock, Luke; Volume 2 (Baker Exegetical, 1996), p. 1002
[iii] Charles R. Swindoll, Insights on Luke (Zondervan, 2012), p. 264
[iv] John Phillips, Exploring the Gospel of Luke (Kregel, 2005), p. 156
[v] J.C. Ryle, Expository Thoughts on the Gospels: Luke (Evangelical Press, originally printed in 1879, reprint, 1985), p. 171
[vi] Clinton E. Arnold, gen. editor; Zondervan Illustrated Bible Backgrounds Commentary: Volume 1 (Zondervan, 2002), p. 413