La historia ha tenido momentos que lo cambiaron todo. Uno de ellos fue la Reforma del siglo XVI, cuando Dios levantó a hombres como Lutero y Calvino para redescubrir una verdad olvidada: “Sola Fide” — Solo por la Fe.
En una Europa sumida en oscuridad espiritual, esta verdad trajo esperanza y vida. En el Muro de la Reforma en Ginebra aún se lee: “Post tenebras lux” — Después de la oscuridad, luz. Esa luz fue el evangelio, que responde la pregunta más importante: ¿Cómo puede una persona estar bien con Dios?
Una esperanza inesperada
En los primeros capítulos de Romanos, Pablo declara la condición humana: todos han pecado, nadie es justo ni busca sinceramente a Dios (Romanos 3:10-12). No hay excusa ni mérito que nos haga aceptables ante un Dios santo.
Pero cuando todo parece perdido, dos palabras cambian la historia: “Pero ahora…”
“Pero ahora, aparte de la Ley, la justicia de Dios ha sido manifestada…” (Romanos 3:21)
Con esas palabras, Pablo anuncia que la justicia que el hombre no puede alcanzar ha sido revelada y ofrecida gratuitamente por Dios. Lo que antes era oscuridad y culpa, ahora es gracia y esperanza.
Una justicia que no se gana
“Aparte de la Ley” significa que la salvación no depende de reglas, rituales ni obras. La ley nunca tuvo el propósito de justificar, sino de mostrar nuestra necesidad de gracia.
La justicia de Dios no se alcanza por esfuerzo; se recibe como un regalo. Cristo vivió sin pecado, murió en nuestro lugar y resucitó para que su justicia fuera imputada a quienes creen en Él.
“La justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen.” (Romanos 3:22)
El evangelio no es una nueva religión, sino una proclamación gloriosa: lo que Dios exige, Él mismo lo provee. La fe salvadora es depositar toda confianza en la obra completa de Cristo.
Un mensaje antiguo y eterno
Desde el principio, Dios anunció su plan redentor. En Génesis 3:15 prometió que la simiente de la mujer vencería al enemigo. Los sacrificios del Antiguo Testamento mostraban la necesidad de un sustituto, y Isaías 53 reveló al Siervo Sufriente que llevaría nuestras transgresiones.
La cruz de Cristo no fue improvisada, sino el cumplimiento del plan eterno de Dios. La justificación por la fe es la culminación de esa promesa antigua.
Un solo Cristo y una sola Fe
En un mundo lleno de espiritualidad superficial y religiones basadas en méritos humanos, la verdad de Sola Fide sigue siendo revolucionaria:
“En ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.” (Hechos 4:12)
La fe salvadora no es creer en uno mismo ni sumar buenas acciones, sino confiar únicamente en Cristo: en su vida perfecta, su muerte sustituta y su resurrección gloriosa. Sola Fide es reconocer que no podemos ganar el cielo, sino recibirlo como regalo de gracia.
Sola Fide — Solo por la fe — sigue proclamando que, después de la oscuridad, la luz del evangelio brilla con poder, recordándonos que la salvación es y siempre será por gracia, a través de la fe, en Cristo solamente.













