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Del corazón al cielo

Reflexionemos juntos en Mateo 6:9: orar no es repetir una fórmula ni cumplir un rito; es hablarle al Padre que nos adoptó por medio de Jesús. En solo dos frases Jesús nos enseña a combinar la confianza de un hijo, la reverencia de un adorador y la humildad de quien depende totalmente de Él. ¿Listo para descubrirlo?

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Mateo 6:9

La oración que Jesús enseñó a sus discípulos no es un conjunto de palabras repetidas ni una fórmula religiosa. Es un modelo que nos permite acercarnos a Dios con reverencia y confianza, reconociéndolo como nuestro Padre celestial. Así como los discípulos aprendieron, nosotros también podemos hablar con Dios de manera directa, sincera y significativa, sabiendo que Su oído está atento y Su corazón abierto a quienes han recibido a Su Hijo como Salvador. Orar como hijos de Dios transforma la comunicación con Él en un acto de adoración, humildad y dependencia.


1. Reconocer a quién se dirige la oración

La oración comienza con la palabra “Padre”, un recordatorio poderoso de que Dios no es distante ni impersonal. Él nos ama y nos ha adoptado en Su familia a través de Cristo. Reconocer a Dios como Padre implica entender que solo podemos acercarnos a Él mediante Su Hijo, Jesús, y no por nuestros propios méritos. Cada palabra que pronunciamos tiene un valor especial cuando nace de la relación genuina que tenemos con Él.

Pregunta de aplicación:
¿Mi relación con Dios como Padre está basada en Cristo y en la fe, o en intentos de agradarle por mis propios méritos?

2. Reverenciar los atributos de Dios

Decir “Padre nuestro que estás en los cielos” no solo indica dirección, sino que reconoce Su grandeza, santidad y soberanía. Dios está por encima de toda la creación; es justo, misericordioso y Todopoderoso. La oración genuina no busca torcer Su voluntad, sino someter la nuestra a la Suya. Al honrar Sus atributos, cultivamos una actitud de humildad, asombro y adoración que fortalece nuestra vida espiritual y nos ayuda a ver Su mano en todo lo que hacemos.

Pregunta de aplicación:
¿Mis oraciones reflejan asombro y respeto por la majestad y santidad de Dios, o son solo solicitudes personales?

3. Reconocer nuestra dependencia y necesidad de perdón

Una oración sincera comienza también con humildad, reconociendo que somos imperfectos y necesitamos la gracia de Dios cada día. Jesús enseñó a pedir perdón y a depender de Su provisión y guía. Reconocer nuestra vulnerabilidad no nos debilita, sino que nos conecta con el poder y la misericordia de Dios. Cada petición nace de la certeza de que Él nos escucha y responde según Su sabiduría y amor.

Pregunta de aplicación:
¿Vengo a Dios con un corazón humilde, reconociendo mi necesidad diaria de Su perdón y dirección, o actúo como si pudiera manejarlo todo solo?


Frase clave del estudio:
Orar como un hijo de Dios combina confianza, reverencia y humildad: nos acercamos a un Padre amoroso, conscientes de Su santidad, autoridad y gracia.

Versículo bíblico:
“Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.” — Mateo 6:9

🎧 Estudia este pasaje con más profundidad aquí: 

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