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¿Quién es Jesús para ti?

Todos tienen una opinión sobre Jesús, pero ¿has pensado quién es Él para ti? En Lucas 9, Jesús lleva a sus discípulos a enfrentar esa misma pregunta, y su respuesta les cambia la vida. Hoy veremos por qué reconocer a Jesús como el Cristo no es solo un asunto de creencias, sino de rendición. Acompáñanos y descubramos juntos cómo esa verdad transforma nuestro diario vivir.

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Introducción

En mi biblioteca tengo un libro titulado Los 100, donde el autor plantea una pregunta interesante: “¿Quiénes han sido las 100 personas más influyentes de la historia?” Y también: “¿Quién ha tenido el mayor impacto en tu propia vida hoy en día?”

En sus páginas, el autor intenta responder esas preguntas, clasificando a cien personas según su importancia para la historia de la humanidad, el progreso, el impacto personal y la sociedad en general. Incluye además una breve biografía de cada uno.

Una reseña del libro elogiaba al autor diciendo que había creado una especie de “ranking definitivo de la grandeza humana”. [i]

En la lista aparece Louis Pasteur en el puesto número 11, por haber abierto el camino hacia la medicina moderna. Entre otros descubrimientos, logró que la leche no desarrollara microbios dañinos tan rápidamente, permitiendo que durara más tiempo. Ese proceso fue nombrado en su honor: pasteurización.

También aparecen inventores como los hermanos Wright, en el puesto 28, por el desarrollo del avión. Henry Ford quedó muy atrás, en el puesto 91, lo cual probablemente no le hubiera hecho gracia… ni a Leonardo da Vinci, que aparece al final de la lista.

Me llamó la atención que Moisés—quien nos dejó el relato de la creación directamente de parte de Dios—apareciera en el puesto 15, mientras que Charles Darwin—quien negó la creación—estaba justo detrás, en el puesto 16. ¡Bien por Moisés!

Martín Lutero, el reformador, fue incluido en el puesto 24, y George Washington en el 25.

Por supuesto, compré el libro por una sola razón: quería saber en qué lugar ubicaría el autor a Jesucristo. ¿Dónde lo habría clasificado?

Me alegró ver que Jesús estaba en la lista—de hecho, dentro de los diez primeros. Pero no en el primer lugar. El primer puesto fue para el profeta Mahoma; el segundo para Isaac Newton; el cuarto para Buda… y en el tercer lugar, entre Newton y Buda, estaba Jesús.

En su breve biografía, este autor escribió —y cito—: “Jesús tenía una personalidad extraordinariamente impresionante.”[ii]

Además de eso, menciona que Jesús entregó la regla de oro, mandó a amar a todos… y luego murió.

No dice nada de la resurrección. No menciona el hecho de que, de todos los personajes en esa lista, su tumba es la única que está vacía.

Pero lo cierto es que tanto en su época como en la nuestra, el mundo está dispuesto a poner a Jesús en una lista. Se le reconoce como una persona de influencia… siempre y cuando no interfiera demasiado. Está bien tenerlo a una distancia prudente, allá al lado de Buda.

Ahora bien, no es que Jesús se ofende si alguien lo coloca en tercer lugar. No está diciendo: “¡No puedo creer que ese autor no me puso primero!”

Mira, lo que el mundo opine o cómo clasifique a Jesús no es realmente lo más importante para tu vida. Lo verdaderamente crucial es esta pregunta: ¿Quién es Jesús para ti?

La forma en que respondas a esa pregunta afecta cada aspecto de tu vida… y también determina tu eternidad.

¿Quién es Él para ti… de verdad? ¿Alguien a quien mencionas en una oración rápida antes de comer? ¿Un conocido reservado solo para los domingos? ¿Un hombre amable que enseñó a portarse bien?

¿Quién es Jesús para ti?

La confusión del mundo

En el evangelio de Lucas, capítulo 9, encontramos una conversación fascinante, donde Jesús plantea esta pregunta directamente a sus discípulos. Retomamos el relato en el versículo 18:

“Aconteció que mientras Jesús oraba aparte, estaban con Él los discípulos, y les preguntó, diciendo: ‘¿Quién dice la gente que soy yo?’” (Lucas 9:18)

Recuerda que los discípulos acababan de regresar de un viaje misionero. Jesús los había enviado de dos en dos, les había dado poder para predicar, sanar y proclamar que el Reino de Dios estaba cerca.

En ese viaje, los discípulos estuvieron rodeados de personas, y escucharon muchas especulaciones sobre quién era Jesús.[iii]

Y hay que tener en cuenta que ellos mismos todavía no comprendían del todo quién era Jesús. Estaban creciendo en su entendimiento… así como tú y yo vamos conociéndolo mejor por medio de Su Palabra.

Entonces, Jesús les pregunta: “¿Quién dice la gente que soy yo?”

“Ellos respondieron: ‘Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, que algún profeta de los antiguos ha resucitado.’” (Lucas 9:19)

El evangelio de Mateo añade que también mencionaron a Jeremías a esta lista.

No pierdas de vista que Jesús ocupaba un lugar elevado en la opinión popular. ¡Lo comparaban con Juan el Bautista! Algunos aún creían que Jesús era Juan, quien había sido ejecutado recientemente y ahora estaba de alguna forma presente en Jesús, quizás listo para vengarse de Herodes y su esposa.

Otros decían que era Elías, el gran profeta judío que, según la expectativa nacional, debía venir antes del Mesías.

Y algunos pensaban que era Jeremías resucitado. Había una leyenda entre los judíos que decía que Jeremías había escondido el arca del pacto en una cueva secreta cerca de Jerusalén, y que esa cueva sería revelada cuando él volviera a la vida. Jeremías, entonces, reviviría la gloria de David y Salomón.[iv]

Así que sí, estaban colocando a Jesús en lo alto de sus listas personales. Pero aquí está lo interesante: todos tenían su propia opinión… y todos estaban equivocados.

Nada ha cambiado desde entonces.

Más de un siglo atrás, el pastor J.C. Ryle escribió:

“El mundo especula, opina, razona e inventa teorías para explicar a Cristo. Se satisfacen con rumores y opiniones… Año tras año siguen en la misma condición: hablando, debatiendo, especulando… pero sin avanzar. Revolotean alrededor del cristianismo como una polilla… pero nunca se posan como una abeja sobre su tesoro.”[v]

¿Por qué? Porque no están realmente interesados en conocer quién es Jesús.

¿Notó que Jesús no se detiene ni un momento a corregir esas especulaciones equivocadas? Ignora todas las opiniones que andaban circulando por ahí.

En cambio, cambia completamente el enfoque de la conversación y hace una pregunta intensamente personal, directa e ineludible.

“Entonces les dijo: ‘Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?’” (Lucas 9:20a)

El término “ustedes” aquí indica que Jesús no solo le está hablando a Pedro, sino a los doce. Les dice: “Ya sabemos lo que la multitud dice de mí. Pero… ¿y ustedes? ¿Qué tienen que decir?”

Déjame decirte algo: lo más importante en esta vida jamás será lo que el mundo opina de Jesús. Lo verdaderamente decisivo será lo que tú digas sobre Él.

Tu respuesta a esa pregunta va a moldear cada aspecto de tu vida… y cuando esta vida termine, va a definir tu eternidad.

La confesión de Pedro

Pedro, actúa como vocero del grupo como de costumbre, y da la respuesta correcta. Continuamos en el versículo 20:

“Respondiendo Pedro, dijo: ‘El Cristo de Dios.’” (Lucas 9:20b)

¿Qué significa ese título? La palabra “Cristo” proviene del término griego Cristos, que significa “ungido”. Cristos traduce la palabra hebrea Mashiach, que en español transliteramos como Mesías.[vi]

En otras palabras, tanto “Cristo” como “Mesías” significan literalmente: el Ungido.[vii]

Así que Pedro está diciendo: “Señor, la gente dice muchas cosas sobre ti—algunas buenas, otras malas; unos te ponen bien alto en sus listas, otros te desprecian—pero no creemos ninguna de esas opiniones. Todas están equivocadas.”

Nosotros sabemos que tú eres el Mesías ungido por Dios mismo.

El evangelio de Mateo nos da una declaración aún más completa de Pedro. En Mateo 16:16, Pedro añade:

“Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.”

Pedro está diciendo: “Eres uno en esencia y naturaleza con Dios. Tú eres igual al Dios eterno.”[viii]

Más que un profeta del pasado que ha vuelto a la vida… más que Juan, Elías o Jeremías… tú eres el Mesías prometido. Eres Dios el Hijo.

Una declaración de fe extraordinaria.

Según el relato del evangelio de Mateo, Jesús responde que la declaración de Pedro no fue producto de su propio ingenio. Le dice que esa verdad le fue revelada directamente por Dios el Padre.

En esencia, Jesús le dice: “Pedro, lo que acabas de confesar es un regalo. Mi Padre te dio esa revelación para que supieras quién soy.”

La revelación del Mesías

Pero luego sucede algo sorprendente… algo que ninguno de ellos esperaba.

Jesús no les dice: “Muy bien, ahora salgan a anunciarlo por todas partes.” No. Lo que dice es lo siguiente:

“Pero Él, mandándoles severamente, les encargó que a nadie dijesen esto, diciendo: ‘Es necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas, y sea desechado por los ancianos, los principales sacerdotes y los escribas, y que sea muerto, y resucite al tercer día.’” (Lucas 9:21-22)

Lucas resume esta conversación en una sola oración… pero es una oración cargada con cuatro verbos claves:

  1. Padecer muchas cosas.
  2. Ser rechazado, específicamente por los ancianos, los principales sacerdotes y los escribas—es decir, por el Sanedrín, la Corte Suprema de Israel.
  3. Ser muerto.
  4. Ser resucitado al tercer día.

Jesús les está comenzando a revelar que sí va a llevar una corona… pero no será de oro. Será una corona de espinas. Antes de establecer un Reino, Jesús debe ser levantado… pero no en un trono, sino en una cruz.

Ahora imagina estar en los zapatos de Pedro: Acababa de recibir poder de Jesús para sanar enfermos y echar fuera demonios. Lo había visto resucitar a los muertos, calmar las tormentas, multiplicar los panes y los peces… ¿cómo va a creer que que le pueden hacer daño o aún que lo van a matar?

Él les está presentando una visión de Su misión que contradice por completo sus expectativas. Y no solo eso, Él los deja atónitos pidendoles que guarden silencio por ahora en cuanto su identidad.

¿Por qué guardar silencio?

Porque si en ese momento comenzaban a proclamar públicamente que Jesús era el Mesías, muchos judíos lo habrían malinterpretado como una señal de revolución. Habrían empezado a planear su próxima revuelta contra Roma, esperando que Jesús fuera su nuevo líder político.

Pero no entendían que la primera venida del Mesías no llevaría a una coronación, sino a una crucifixión.

La resistencia de los discípulos

Y los discípulos tampoco entendían del todo esta nueva revelación. Lo sabemos porque el evangelio de Mateo registra cómo respondió Pedro ante estas palabras de Jesús.

En Mateo 16:21 leemos:

“Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén, y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas, y ser muerto, y resucitar al tercer día.

Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo: ‘Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca.’

Pero Él, volviéndose, dijo a Pedro: ‘¡Quítate de delante de mí, Satanás! Me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.’” (Mateo 16:21-23)

Una versión expresa esa última frase de esta manera:

“Representas una trampa peligrosa para mí. Ves las cosas solamente desde el punto de vista humano, no desde el punto de vista de Dios.”

En otras palabras, Pedro pasó de declarar una verdad revelada por el Padre… a repetir una idea que reflejaba el plan del diablo. Satanás no quiere que Cristo cumpla Su misión divina: morir por nuestros pecados y resucitar victorioso.

Sin darse cuenta, Pedro está tratando de desviar a Jesús de ese camino… y eso encaja perfectamente en la agenda del enemigo.

Y aquí hay algo que no podemos ignorar: si unimos estos relatos, descubrimos que en menos de seis versículos, Pedro pasa de anunciar quién es Jesús… a no entender en absoluto lo que Jesús ha venido a hacer.

¡En seis versículos! En cuestión de momentos, Pedro va de la revelación a la reprensión… del discernimiento a la necedad.

Y eso nos lleva a una reflexión importante: si a Pedro le tomó tan poco tiempo perder el equilibrio espiritual, nosotros también somos vulnerables a tropezar en cualquier momento.

Principios prácticos

Cuando analizo esta escena, me vienen a la mente dos palabras que no excusan, pero sí ayudan a explicar la reacción de Pedro. Dos conceptos que lo llevaron de sumeterse a Jesús… a querer corregirlo.

Desarrolle una estimación santificada de Jesús

El primero es Estimación.

Es decir, necesitamos tener una estimación santificada de la persona de Cristo.

Mateo registra en el capítulo 16, versículo 22:

“Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle…”

¡Pedro está reprendiendo a Jesús! ¿Te imaginas cómo fue eso?

—“Señor, ¿puedo hablar contigo un momento después del estudio bíblico? Escucha… eso de ser rechazado y morir, eso no va a pasar. Y recuerda, yo recibo revelaciones especiales del Padre, puedes confiar en mí. Él no va a permitir algo así.”

Parte del problema de Pedro es que olvidó con quién estaba hablando.

Solo unos versículos antes, él mismo había declarado que Jesús era el Cristo, el Hijo del Dios viviente… y ahora está corrigiendo al Hijo de Dios.

¿Puedes imaginarte llegar al punto de corregir a Dios?

Tal vez pienses: “Yo nunca haría eso.” Pero… ¿Estas seguro? ¿Cuantas veces pensamos?

  • “Señor, ¿qué estás haciendo con mi vida?”
  • “Señor, tu tiempo no es el mejor” (claro, en la lista de oración no lo dirías así… pero lo estás pensando).
  • Señor, si yo fuera tú, no lo haría de esa manera.”
  • “Señor, estás pasando por alto detalles importantes… déjame recordártelos.”

Si hoy Jesús apareciera y te preguntara: “¿Quién dices que soy yo?”, estoy seguro de que responderías con convicción teológica: “Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios viviente.”

Y eso está bien. Pedro también lo dijo.
Pero este pasaje nos deja claro que es posible saber quién es Dios… y aún así luchar con lo que Dios hace.

Pedro no podía imaginar que el Padre permitiría semejante sufrimiento para su Hijo.

Él, y los demás discípulos, todavía no comprendían lo que ya había entendido otra persona en la biblia: el rey Nabucodonosor. Este rey pagano, humillado por Dios en tiempos del profeta Daniel, terminó declarando lo siguiente:

“Su dominio es sempiterno, y su reino por todas las edades; todos los habitantes de la tierra
son considerados como nada; y Él hace según su voluntad en el ejército del cielo y en los habitantes de la tierra; y no hay quien detenga su mano y le diga: ‘¿Qué haces?’”
 (Daniel 4:34b-35)

En otras palabras, Dios no le debe explicaciones a nadie.

  • No rinde cuentas a ningún ser humano.
  • No responde ante ningún consejo.
  • Sus caminos están muy por encima de los nuestros.

El problema es que, en ese momento, Pedro está tratando a Jesús como si fuera uno más del grupo. Su estimación de quién es Jesús está muy por debajo de la realidad.

Querido oyente, cualquier estimación de Jesús que disminuya su gloria, que diluya su Palabra, que abandone su autoridad o que dude de su sabiduría, termina alineándose — consciente o inconscientemente — con la agenda de Satanás… quien, por cierto, odia a Cristo más de lo que podemos imaginar.

Así que, no tomemos partido por el lado equivocado.

Ahora, hay otra palabra que nos ayuda a entender por qué Pedro cayó en esta indiscreción. La primera fue estimación. La segunda es Expectativa.

Rinda sus expectativas a los propósitos de Jesús

Es decir, los creyentes necesitamos rendir nuestras expectativas a los propósitos de Cristo.

Ese era el gran obstáculo de Pedro.

Él tenía sus propias expectativas para el futuro… y no incluían sufrimiento ni muerte para Jesús. Así que cuando el Señor comenzó a hablar de lo que le esperaba, sus planes no coincidían con los de Pedro.
Y Pedro reaccionó con una reprensión.

Lo que tenemos aquí es un claro choque de expectativas.

—“Señor, yo no esperaba esto.”

—“Señor, esperaba que hicieras aquello.”

—“Señor, pensé que la vida sería diferente.”

—“Señor, no esperaba que permitieras eso.”

Pero esa es la vida cristiana: no vivir según nuestras propias expectativas, sino confiar en Cristo mientras descubrimos las suyas para nuestra vida.

Piénsalo de esta manera: Pedro esperaba un Reino terrenal… Jesús esperaba rechazo. 

Pedro quería ver el judaísmo reformado… Jesús sabía que vendría el fin del judaísmo y el nacimiento de la iglesia.

Pedro esperaba más milagros… Jesús tenía en mente aplastar a la serpiente y vencer a la muerte.

Incluso las expectativas de Pedro sobre sí mismo eran equivocadas. Él estaba seguro de que iba a permanecer fiel. En sus planes no había ningún gallo cantando, ninguna cruz, ningún clavo, ningún sepulcro sellado.

¡Dios no lo permita! —pensaba Pedro.

Pero el problema con nuestras expectativas es que suelen ser demasiado centradas en nosotros, demasiado cortas de vista, y demasiado pequeñas.

Pedro podía imaginar cenas con pescado junto al mar…
Pero Jesús veía la cena de las bodas del Cordero.

Pedro soñaba con casas llenas de discípulos algún día… Jesús veía el cielo lleno de redimidos por la eternidad.

Conclusión

¿Y tú? ¿Qué es lo que alcanzas a ver? Hoy Jesús sigue haciendo la misma pregunta: “¿Quién dices tú que soy yo?”

¿Cuál es tu estimación personal de Jesucristo? Con todo lo que estás aprendiendo al crecer en la fe, ¿qué sabes realmente de Él? Y, aún más, ¿qué esperas de Él? ¿Cuáles son tus expectativas?

La buena noticia es que, aun cuando nos equivocamos, Él sigue siendo paciente para enseñarnos.

Jesús no sacó a Pedro del grupo de discípulos. No lo descartó por fallar. Siguió enseñándole… y Pedro pasaría el resto de su vida aprendiendo – al igual que nosotros.

Años más tarde, ya anciano, Pedro escribiría estas palabras en su segunda carta:

“Creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.” (2 Pedro 3:18)

¡Sigue creciendo! Conócelo más… y confía más en Él.
Nosotros solo podemos ver hasta cierto punto, como Pedro llegó a entender. Pero Cristo lo ve todo. Él conoce el fin desde el principio.

Pedro cierra esa carta con esta declaración:

“A Él sea la gloria ahora y hasta el día de la eternidad.” (2 Pedro 3:18)

Cristo sabe todo lo que ha pasado y todo lo que ocurrirá por toda la eternidad. Él mismo gobierna la eternidad.
Y te llevará allí con Él.

Esto es tener una estimación santificada de quién es Jesús. Y esto es rendir nuestras expectativas a lo que Él ha determinado hacer.

¿Sabías que, al final de la historia humana, habrá un reconocimiento universal de Jesús? Los redimidos… y los no redimidos… declararán lo mismo. Pero, para los no redimidos, ya será demasiado tarde.

El apóstol Pablo lo escribió claramente a los creyentes de Filipos:

“Toda rodilla se doblará, y toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor.”

No está en décimo lugar. Ni en tercer lugar.
No solo está entre las cien personas más influyentes.

Jesucristo ocupará el primer lugar por encima de todo y de todos. Y nuestra adoración y alabanza durarán por los siglos de los siglos.

Pablo también lo escribió a los colosenses:

Cristo es antes de todas las cosas… 

Él es preeminente. ¿Sabes qué significa eso? Significa que Jesucristo es primero.

Y eso no es solo una verdad teológica… también es una realidad práctica que sostiene nuestra vida.Ponlo primero en tus decisiones, en tus luchas, en tus alegrías y en tu futuro, y descansa sabiendo que nuestro Señor Jesucristo es suficiente, fiel y digno de ser el centro de todo. Él es el Cristo, el Hijo del Dios viviente.


[i] Kevin Miller, from the sermon, “How to Learn What You Need to Know About God; source: Michael Hart, (Citadel, 2000)

[ii] Michael H. Hart, The 100: A Ranking of the Most Influential People in History (Citadel Press, 1992), p. 19

[iii] Adapted from Darrell L. Bock, Luke: Volume 1 (Baker Academic, 1994), p. 840

[iv] Adapted from John Phillips, Exploring the Gospels: Matthew (Loizeaux Brothers, 1999), p. 347

[v] Adapted from J.C. Ryle, Expository Thoughts on the Gospels: Luke (Evangelical Press, or. 1879; reprint, 1985), p. 147

[vi] Charles R. Swindoll, Insights on Luke (Zondervan, 2012), p. 229

[vii] Fritz Rienecker/Cleon Rogers, Linguistic Key to the Greek New Testament (Regency, 1976), p. 165

[viii] John MacArthur, Matthew 16-23 (Moody Bible Institute, 1988), p. 22

Este contenido es una adaptación autorizada del ministerio Sabiduría Internacional, bajo la enseñanza original de Stephen Davey. Todos los derechos del contenido original están reservados a su autor.


Puede compartir o reproducir este material libremente solo con fines no comerciales, citando adecuadamente al autor y al ministerio. Queda prohibida su venta, modificación con fines lucrativos o redistribución sin permiso escrito.

Hemos procurado citar debidamente todos los recursos externos utilizados en cada lección. Las citas bíblicas provienen principalmente de la versión Reina-Valera 1960 y de la Nueva Biblia de las Américas (NBLA), aunque en algunos casos se emplean otras versiones de la Biblia para facilitar la comprensión del pasaje.
Reina-Valera 1960® © 1960 Sociedad Bíblica Trinitaria. Usada con permiso. Todos los derechos reservados.
La Nueva Biblia de las Américas (NBLA) © 2019 por The Lockman Foundation. Usada con permiso. Todos los derechos reservados.

Adaptado y publicado por el ministerio Sabiduría Internacional.

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