Introducción
Mencione el tema del fin de los tiempos, y casi todo el mundo prestará atención. De hecho, casi todos tienen una opinión al respecto.
Aun los incrédulos suelen opinar sobre lo que creen que ocurrirá en el futuro. Y esto no debería sorprendernos, porque como escribió Salomón en Eclesiastés 3:11, Dios ha puesto eternidad en el corazón del ser humano. Es decir, en lo más profundo de nosotros sabemos que existe algo más allá de esta vida.
Afortunadamente, el Señor no nos dejó sin respuestas.
Después de resucitar, Jesús se apareció durante varias semanas a cientos de personas. Finalmente reunió a Sus discípulos, les dio un último encargo —ir y alcanzar al mundo con el evangelio— y ascendió a la vista de ellos, subiendo entre las nubes hasta desaparecer por completo.
Ellos se quedaron mirando fijamente al cielo, como si esperaran que Jesús regresara de inmediato. No sabían qué pensar. En ese momento aparecieron dos ángeles para aclarar la situación y les dijeron:
“Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo” (Hechos 1:11).
En otras palabras, Él volverá.
Ahora, la profecía acerca de Su regreso se fue explicando un poco más a medida que se escribieron las cartas del Nuevo Testamento.
He leído que, de los 260 capítulos que forman el Nuevo Testamento, la venida de Cristo se menciona al menos 318 veces. Eso significa que, en promedio, uno de cada 25 versículos habla del regreso del Señor.[i]
La verdad es que nosotros entendemos mucho más sobre este tema que aquellos primeros discípulos, porque hoy contamos con la revelación completa de las Escrituras.
Pero escucha bien, querido hermano: después de todas las discusiones sobre la línea de tiempo de los eventos proféticos, después de todas las diferencias de opinión, nunca debemos olvidar lo más básico: Él viene otra vez. Cristo regresará de manera tan literal y física como ascendió.
Ahora, gracias a que tenemos la revelación completa de la Escritura, sabemos que Su venida tendrá dos fases. La primera es el arrebatamiento de la iglesia, cuando el Señor aparecerá en las nubes y nos llevará en un abrir y cerrar de ojos (1 Corintios 15).
La segunda fase ocurrirá después del período de tribulación en la tierra. En esa ocasión Cristo no vendrá solamente a las nubes para buscar a Su iglesia, sino que descenderá hasta la tierra, junto con los redimidos, para establecer Su reino.
Un día lo veremos cara a cara. Y a la luz de esa realidad futura, debemos estar preparados. Jesús mismo nos enseña que, hay una manera específica en la que debemos vivir mientras esperamos Su venida.
Lo que quiero que veamos hoy, al regresar al relato de Lucas, es el versículo clave del pasaje que sigue. Ese versículo, que además resume el tema central, está en Lucas 12:40. Allí Jesús dice:
“Vosotros también estad preparados, porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis.”
Ahora bien, como este anuncio está en el contexto del Reino de Cristo en la tierra, apunta a la segunda fase de Su venida: el momento en que el Señor descenderá hasta la tierra para establecer Su reino, reunir a Israel y colocar Su capital en Jerusalén.
Sin embargo, Lucas no está interesado aquí en presentarnos toda la línea de tiempo profética de la segunda venida. Lo que le importa es mostrar cómo debemos vivir en el presente a la luz de esa verdad.
Por eso, mi propósito hoy no es sumergirnos más en los detalles de la profecía de los últimos tiempos.
Si quieres, puedes consultar la serie de estudios sobre Apocalipsis, donde expliqué ese tema en detalle. Todos esos estudios están disponibles gratuitamente en nuestra página web.
Pero ahora quiero que concentremos nuestra atención en lo que Lucas resalta como tema principal: en vista del regreso de Jesús, ¿cómo debemos vivir?
Repaso
Tomemos un momento para recordar que Lucas nos ha mostrado, tanto a través de historias reales como parábolas de Jesús, algunos ejemplos de lo que significa vivir solo para uno mismo, enfocado en el presente e ignorando el futuro.
Primero vimos cómo alguien puede quedar atrapado por la codicia. Todo empezó con un hermano menor que quería su herencia y le pidió a Jesús que resolviera el pleito. Jesús señaló su avaricia y contó una parábola sobre un hombre rico que nunca creía tenía suficiente. Luego, el Señor nos advirtió sobre la preocupación por las necesidades básicas de la vida.
Así que, en resumen, Lucas 12 nos presenta tres ejemplos:
- Alguien se queja por lo que no tiene —el hermano menor.
- Otro desea más de lo que ya tiene —el agricultor rico.
- Otro se angustia por lo que necesita tener —el creyente preocupado.
En pocas palabras, Jesús nos advierte:
- No te quejes por lo que no tienes.
- No anheles más de lo que ya posees.
- No te preocupes por lo que necesitas.
En lugar de eso, aprende a esperar; y mientras esperas, mantente alerta; y mientras estás alerta, trabaja fielmente.
Los mandamientos de Jesús
A continuación, Jesús les da dos mandatos a Sus discípulos, comenzando en el versículo 35:
“Estén ceñidos vuestros lomos, y vuestras lámparas encendidas.” (Lucas 12:35)
“Estén ceñidos vuestros lomos” significa: mantente listo para la acción. En esa cultura nadie usaba pantalones; tanto hombres como mujeres vestían túnicas largas. Así que, cuando alguien necesitaba trabajar, correr o trepar, recogía la tela de su túnica, la pasaba entre las piernas y la sujetaba en el cinturón. De esa manera quedaba libre para moverse sin estorbo.[ii]
El segundo mandato en el versículo 35 es: mantén tus lámparas encendidas. Jesús está a punto de describir dos escenas nocturnas donde la preparación y la vigilancia se representan con lámparas llenas de aceite y con la ropa lista para trabajar.
Si lo dijéramos en términos actuales, sería como decir: “Arremángate la camisa y deja la luz de casa encendida.”[iii]
Estos dos mandamientos – estos verbos imperativos están en tiempo presente, lo que significa que debemos mantenernos en un estado constante de alerta – con una disposición continua para vivir para Cristo, recordando que Él puede volver en cualquier momento.[iv]
La parábola de la boda
Con esto en mente, el Señor da dos ilustraciones de lo que implica estar preparados. La primera aparece en el versículo 36:
“Y vosotros sed semejantes a hombres que aguardan a que su señor regrese de las bodas, para que cuando llegue y llame, le abran en seguida. Bienaventurados aquellos siervos a los cuales su señor, cuando venga, halle velando.” (Lucas 12:36-37a)
Jesús describe una escena de bodas. En aquel tiempo, las fiestas de boda se celebraban de noche y podían durar horas, incluso extenderse hasta la madrugada.[v]
El punto que Jesús resalta es que el personal de la casa debía mantenerse despierto. En esa época, los judíos dividían la noche en tres turnos: de 6 p. m. a 10 p. m.; de 10 p. m. a 2 a. m.; y de 2 a. m. a 6 a. m.[vi]
Por supuesto, los turnos más pesados eran el segundo y el tercero. Nadie quería trabajar a esa hora. Me acuerdo que, cuando estaba en el seminario, para ganar un poco de dinero extra, algunas veces trabajé limpiando oficinas por la noche. Aprendí que, a las dos de la mañana nadie está contento… nadie quiere estar despierto. Pero Jesús dice en el versículo 38:
“Y aunque venga [el jefe] a la segunda vigilia [o sea, desde las 10 a las 2 de la mañana), y aunque venga a la tercera (es decir, desde las 2 hasta las 6 de la mañana), si los halla [despiertos], bienaventurados son aquellos siervos.” (Lucas 12:38)
Probablemente, les dé una promoción o con un reconocimiento especial. De hecho, Jesús agrega un detalle sorprendente, algo que nunca ocurría en aquella cultura. El versículo 37 dice:
“De cierto os digo que se ceñirá, hará que se sienten a la mesa y vendrá a servirles.” (Lucas 12:37b)
O sea, el mismo jefe se pone la ropa de trabajo y se pone a servir a sus sirvientes.
La parábola del ladrón
Después del ejemplo de la boda, el Señor presenta otra escena en el versículo 39:
“Pero sabed esto, que si supiera el padre de familia a qué hora el ladrón había de venir, velaría ciertamente, y no dejaría minar su casa.” (Lucas 12:39)
O sea, la llegada del ladrón es completamente inesperada.
Quizas notó la frase interesante “horadar o minar la casa”. Eso es porque, en ese tiempo, las paredes de muchas casas estaban hechas de barro endurecido. Un ladrón podía literalmente cavar un hueco y meterse por un costado si la casa quedaba vacía.[vii]
Ahora bien, ningún dueño de casa sabe a qué hora va a llegar un ladrón. Obviamente, no van a agendar una cita ni avisarle con anticipación.[viii]
Me acuerdo cuando nos entraron a robar a la casa hace algunos años. Resulta que fue un grupo de ladrones profesionales. Después los arrestaron. Se dedicaban a buscar en internet las iglesias de la zona y entraban a las casas de los pastores a la hora de la reunión.
Quizás también te han entrado a robar. Uno queda se queda pensando después: “¿Qué pude haber hecho para prepararme? ¿Verdad?”
Jesús nos enseña que lo mismo sucede con Su venida. Es segura, pero será inesperada. Por eso necesitamos mantenernos preparados, siempre listos. Así que, en las palabras de Jesús: “¡En sus marcas, listos… y esperen! Pero mientras esperan, ¡manténganse atentos!”
En ese momento, Pedro quizás levantó la mano porque vemos que interrumpe al Señor con una pregunta en el versículo 41:
“Señor, ¿dices esta parábola a nosotros, o también a todos?”
En otras palabras: “¿Esto lo tenemos que anotar para el examen final? ¿Es solo para los doce discípulos, para la multitud que nos rodea o para todo el mundo?”[ix]
Lo interesante es que Jesús no responde de manera directa. En vez de dar una aclaración rápida, comienza a describir dos tipos de mayordomos. Y lo que queda claro después es que estos representan tanto a creyentes como a incrédulos de todos los tiempos. Así que, en realidad, la enseñanza es para todos.
Antes de avanzar, vale la pena entender bien lo que era un mayordomo en aquel contexto.
El mayordomo era el administrador de la casa. Su responsabilidad era manejar todos los recursos de la familia. Tenía que organizar y supervisar las actividades de la hacienda, asegurarse de comprar la comida y de que a nadie le faltara nada, y vigilar que cada trabajador cumpliera con sus deberes mientras el dueño estaba ausente. Si el mayordomo demostraba ser fiel, con frecuencia recibía una promoción inmediata a responsabilidades aún mayores.[x]
Un buen ejemplo de esto en la Biblia es José, que terminó como administrador en la casa de Potifar, según Génesis 39.
Ahora, debemos tener cuidado al interpretar estas parábolas y metáforas. No hay que forzar cada detalle como si todo representara directamente a Jesús. Si hiciéramos eso, en la parábola anterior tendríamos que decir que Jesús era el ladrón que entraba a una casa contra la voluntad del dueño… ¡y claramente no es así!
El punto de la parábola es ilustrar una idea principal. Y la idea que Jesús quiere transmitir aquí es sencilla: tanto ellos como nosotros debemos responder esta pregunta: ¿qué tipo de mayordomo soy?
La parábola del mayordomo fiel
¿Soy un mayordomo fiel, que cumple con lo que el Señor me ha encomendado? ¿O soy un mayordomo infiel, que en realidad no le interesa lo que Dios le ha encomendado?
Fíjate en cómo Jesús comienza el versículo 42:
“¿Quién es, pues, el mayordomo fiel y prudente, al cual su señor pondrá sobre su casa para que a tiempo les dé su ración? Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así. En verdad os digo que le pondrá sobre todos sus bienes.”
En otras palabras, el siervo fiel será recompensado con mayores responsabilidades y oportunidades dentro de la casa. Y muchos intérpretes ven aquí un anticipo de las responsabilidades que Cristo otorgará a los creyentes fieles en Su reino venidero.
Pero quiero que notes algo muy importante: la recompensa del mayordomo no depende de que tenga un gran poder, habilidades extraordinarias o una tremenda influencia.[xi]
Lo que Jesús destaca es que este siervo fue elogiado simplemente por hacer lo que le habían encomendado: dar a los demás su porción de alimento a su debido tiempo. En otras palabras, este mayordomo se aseguró de que el personal de la casa recibiera lo necesario para vivir; se ocupó de sus necesidades más básicas.
Uno de mis comentaristas favoritos, el profesor y erudito Dale Davis, dice en su comentario sobre este pasaje que, al leerlo, pensó inmediatamente en pastores fieles que sirven en lugares pequeños. Hombres que tal vez pastorean una iglesia de cien personas en un pueblo, donde tienen oportunidades de evangelismo y discipulado personal, pero nunca verán un “crecimiento explosivo”. Su foto jamás aparecerá en un folleto de alguna conferencia famosa, no serán profesores invitados en un seminario reconocido, quizá nunca tengan los recursos para seguir estudios avanzados, ni mucho menos los van a invitar a otros países a predicar con viajes y estadía todo pagado. Y sin embargo, llevan años estudiando la Palabra con diligencia y cada domingo reparten fielmente a su congregación “su porción de alimento espiritual”. Y ¿sabes qué? Eso es suficiente para que Jesús se complazca en ellos.[xii]
Muy cierto.
Y, querido oyente, ¿Qué es lo que el Señor te ha encomendado a ti?
- ¿Un fregadero lleno de platos que nunca parece vaciarse?
- ¿Una familia a la que alimentar y vestir cada día?
- ¿Un pequeño grupo de estudio bíblico donde oras por tus alumnos y les enseñas la Palabra?
- ¿Un trabajo con largas horas donde puedes mostrar integridad y dar testimonio de tu fe?
No pases por alto el punto principal:
- La medida de tu influencia no es lo que importa.
- La cantidad de gente que te escucha o sigue no es lo que importa.
- Los talentos notables, el dinero, el prestigio… nada de eso es lo que importa.
Lo que realmente importa es que seas fiel en lo que el Maestro te ha asignado. Quizá eso signifique preparar una comida, cuidar a un niño, atender a un enfermo, o cumplir con tu jornada de trabajo con excelencia.
El siervo fiel es aquel que está listo para servir, que espera con paciencia, que se mantiene vigilante y que trabaja hasta el cansancio, aunque lo que hace parezca pequeño o rutinario.
Y aquí viene la gran noticia: Jesús se deleita en ese tipo de fidelidad. Jesús se agrada de tu servicio. Él se deleita en ti.
En el resto del pasaje, el Señor describe a los mayordomos infieles. El primero aparece en los versículos 45 y 46:
“Pero si aquel siervo dijere en su corazón: Mi señor tarda en venir; y comenzare a golpear a los criados y a las criadas, y a comer, y a beber, y a embriagarse, vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera, y a la hora que no sabe, y le castigará duramente, y le pondrá con los infieles.” Lucas 12:45-46.
Aquí se trata del juicio de Dios. Será un juicio severo.[xiii] Y luego será puesto con los incrédulos: con aquellos que desafían al Señor, que se muestran infieles, cuya rebeldía revela que nunca creyeron ni siguieron verdaderamente al Maestro.
Jesús luego menciona a dos mayordomos más, y todos terminan enfrentando el juicio de Dios como incrédulos. Leamos los versículos 47 y 48:
“Aquel siervo que conociendo la voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes. Mas el que sin conocerla hizo cosas dignas de azotes, será azotado poco. Porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá.” Lucas 12:47-48.
La mayoría de los eruditos evangélicos entienden que el juicio de Dios contra estos tres mayordomos muestra los grados de castigo en el infierno. Los que conocían más serán juzgados con mayor severidad, mientras que los que sabían menos recibirán un castigo más leve.
Y este mismo principio también se aplica en el caso de los creyentes, porque la Biblia enseña que habrá diferentes grados de recompensa.
Ahora, fíjate en esto: esas recompensas no tienen nada que ver con cuántas personas te siguen, lo popular que seas, tu talento, belleza, poder o conexiones. Dios puede haberte asignado una tarea aparentemente simple, como preparar una comida. Quizás tocaste la vida de una sola persona; tal vez consolaste a una sola persona; quizá compartiste el evangelio con un niño, un compañero de estudios o un colega de trabajo.
Y aunque parezca que no pasó nada extraordinario, permaneciste vigilante, esperando la oportunidad de servir otra vez. Querido hermano, creo que un día nos vamos a sorprender con la generosidad del Señor al recompensar a los creyentes. Tal vez lo más asombroso será descubrir exactamente por qué cosas Él nos va a recompensar.
Tendemos a pensar que el Señor nos va a recompensar únicamente por las cosas grandes: grandes pasos de fe, grandes logros, gran influencia. Y sí, Él ciertamente premiará esas cosas. Pero el enemigo se aprovecha de esa idea equivocada, porque nos desanima cuando no vemos oportunidades “grandes” en nuestra vida. Si pasamos el tiempo esperando una gran ocasión para servir, podemos terminar ignorando las oportunidades pequeñas que Dios pone delante de nosotros cada día.
Y eso es justamente lo que Jesús está enseñando aquí: el mayordomo fiel recibe recompensa no por algo espectacular, sino por cumplir tareas sencillas, como asegurarse de que otros tuvieran su alimento a tiempo.
Lo mismo ocurre contigo y conmigo. El Señor nos recompensa por los pequeños actos de obediencia y fidelidad que realizamos con perseverancia.
Conclusión
En uno de sus comentarios, el pastor Sam Gordon cuenta la historia real de un turista que recorría las bellas propiedades del norte de Italia.
Llegó a un castillo llamado Villa Arconati. Aunque no estaba abierto al público en ese momento, el hombre empujó la reja de hierro ornamental y entró.
Todo era increíblemente hermoso: las flores rebosaban de color, los canteros y arbustos estaban cuidados con una precisión impresionante.
En un rincón, vio a un jardinero arrodillado, recortando a mano el pasto junto a la pared. El visitante se acercó y le dijo:
“Espero que no le moleste que dé una vuelta por sus jardines.”
El jardinero respondió: “Es bienvenido, me alegra tener un invitado.”
El turista recorrió el lugar y, maravillado por el cuidado de los jardines, le preguntó:
“¿Está hoy el dueño aquí?”
“Me temo que no —respondió el jardinero—. Hace ya mucho que no viene.”
“¿Y cuándo fue la última vez que lo vio?”
El jardinero se rió y dijo: “Hace casi doce años.”
“¿Doce años? ¿Quiere decir que no ha regresado en todo ese tiempo?”
“Así es”, contestó.
El visitante, intrigado, preguntó: “Entonces, ¿quién le dice qué hacer aquí?”
El jardinero explicó que el dueño tenía un agente en un pueblo cercano que le enviaba instrucciones con regularidad.
El turista, aún más sorprendido, comentó:
“Pero tiene todo tan bien cuidado, tan perfectamente arreglado… parece como si esperara que el dueño regresara mañana mismo.”
El jardinero levantó la vista, sonrió y le respondió:
“Oh, no. Yo lo espero, como si regresara hoy mismo.”[xiv]
Así también debemos vivir tú y yo: esperando al Señor, vigilando y trabajando con fidelidad, conscientes de que Él podría regresar en cualquier momento… incluso hoy mismo.
[i] R. Kent Hughes, Luke: Volume II (Crossway Books, 1998), p. 59
[ii] Charles R. Swindoll, Insights on Luke (Zondervan, 2012), p.336
[iii] Adapted from Dale Ralph Davis, Luke: The Year of the Lord’s Favor (Christian Focus, 2021), p. 229
[iv] Adapted from Swindoll, p. 336
[v] Warren W. Wiersbe, Be Compassionate: Luke 1-13 (Victor Books, 1988), p. 142
[vi] Clinton E. Arnold, Gen. Ed; Zondervan Illustrated Bible Backgrounds: Volume 1 (Zondervan, 2002), p. 431
[vii] Ibid
[viii] David E. Garland, Exegetical Commentary on the New Testament: Luke (Zondervan, 2011), p. 431
[ix] Adapted from Swindoll, p. 339
[x] Adapted from J. Dwight Pentecost, The Words and Works of Jesus Christ (Zondervan Publishing, 1981), p. 316
[xi] Adapted from Darrell L. Bock, Luke: Volume 2 (Baker Academic, 1996), p. 1178
[xii] Adapted from Davis, p. 231
[xiii] Bock, p. 1182
[xiv] Sam Gordon, Hope and Glory: The Timeless Message of I & II Thessalonians (Ambassador International, 2005), p. 56












