Introducción
Es interesante mirar hacia atrás en la historia y notar ciertos eventos que, en su momento, parecían pequeños o insignificantes, pero con el paso del tiempo se volvieron trascendentales. Nada espectacular, nada que llamara la atención del mundo… hasta que, años después, nos damos cuenta de su verdadero peso.
Por ejemplo, en 1847 años nació Thomas Edison en un pequeño pueblo de Ohio. Su invención —la bombilla eléctrica— transformó por completo la manera en que vivimos. Gracias a ese invento podemos reunirnos en lugares cerrados sin depender de la luz del día. Una de sus frases más conocidas capturó su filosofía de vida: “El genio es 1% de inspiración y 99% de transpiración.”
En 1848, se firmó el tratado de paz entre México y Estados Unidos. Por quince millones de dólares —cantidad que hoy equivaldría a cientos de millones— el gobierno estadounidense adquirió territorios inmensos: lo que ahora conocemos como Nevada, Utah, Arizona, Nuevo México, Colorado, Wyoming, Texas y California. Un tratado más en el papel… pero terminó definiendo un continente.
En 1913, el Congreso estadounidense ratificó la Décimo Sexta Enmienda, dándose a sí mismos la autoridad para comenzar a cobrar lo que llamaron “impuestos sobre la renta.” ¡Que alegría! ¿no?
En 1911, nació en Tampico, Illinois, un niño llamado Ronald Reagan. Algunos escuchan ese año y podrían decir: “Eso me hace sentir viejo… ¡yo voté por él!”
Y también en 1913, nació en Alabama, una mujer afroamericana llamada Rosa Parks. A los 43 años, viajaba en la parte trasera de un autobús de la ciudad. Cuando la sección destinada a los pasajeros blancos se llenó, le exigieron que cediera su asiento. Pero ese día, ella decidió no moverse. La arrestaron. Perdió su empleo. Su decisión parecía un acto sencillo, casi insignificante. Pero esa convicción —quedarse sentada— se convirtió en una inspiración que, con el tiempo, terminaría en los titulares de noticias en todo el país.
Ese mismo año, la Corte Suprema de los Estados Unidos declaró que la segregación racial en los autobuses urbanos era inconstitucional. Desde ese momento, cualquier persona podía sentarse donde quisiera.
Cuando miramos la historia, notamos que a veces un solo acto pequeño —el nacimiento de un bebé, la compra de un territorio desconocido, una invención, o un acto de valentía— puede parecer insignificante en su momento. Tal vez incluso ignorado en favor de otras noticias más emocionantes o ruidosas.
Si hubieras vivido hace dos mil años, los titulares del momento habrían estado enfocados en otra dirección por completo. La noticia que acaparaba la atención era el ascenso de Tiberio al trono del Imperio Romano.
A Tiberio se le otorgó el título de César Augusto, y él mismo escogió el título que más le gustaba: “el salvador del mundo.” Cuando murió, el imperio lo declaró “hijo de los dioses” y tanto su muerte como su heredero habrían estado en los titulares.
Mientras tanto, en un pequeño pueblo llamado Nazaret, nadie prestaba atención a un adolescente llamado Jesús. Nadie habría imaginado que ese joven carpintero era, en verdad, el Hijo de Dios.
Mientras el mundo miraba en la dirección equivocada —como suele ocurrir— Jesús predicaba su primer sermón en la sinagoga de su pueblo. Fue un mensaje impactante: Él afirmó ser el cumplimiento de la profecía mesiánica de Isaías. La gente quedó tan ofendida que preguntaron: “¿No es este el hijo del carpintero? ¿Quién se cree que es?” Estaban tan indignados que intentaron arrojarlo por un precipicio por semejante “blasfemia”.
Así comenzó el ministerio de Jesús. No había multitudes celebrándolo. No había titulares. Desde una perspectiva humana, él no parecía el Mesías. Era simplemente el hijo de un carpintero pobre. Nada de qué hablar. Nada digno de la portada de una revista.
Años más tarde, Jesús predicaría su último sermón en una sinagoga – como se registra en la Escritura.[i] Una vez más, esto no fue una gran noticia que sacudió el imperio.
La enfermedad incurable de una mujer de fe
Hemos llegado a la escena donde Jesús entra en una sinagoga para su última aparición registrada. Nos encontramos ahora en el capítulo 13 del evangelio de Lucas. Retomemos nuestro estudio donde lo dejamos, en el versículo 10. Allí dice:
“Enseñaba Jesús en una de las sinagogas en sábado; y había allí una mujer que, desde hacía dieciocho años, tenía un espíritu de enfermedad, y andaba encorvada, sin poderse enderezar en absoluto.” (Lucas 13:10–11)
Lucas, quien era médico, usa aquí un lenguaje técnico. Sus palabras pueden referirse a una curvatura severa de la columna vertebral o incluso a una fusión de las vértebras.[ii] Describe una condición que no le permitía enderezarse. Estaba literalmente doblada hacia adelante, incapaz de levantarse.[iii]
Probablemente has visto a personas con esta condición, como yo: para caminar, tienen que arrastrar los pies, siempre mirando hacia el suelo. Incluso una curvatura leve en la columna causa incomodidad, dolor y sufrimiento; cuesta imaginar lo que esta mujer soportó durante dieciocho años.
También habrás notado que Lucas atribuye su condición a un espíritu de enfermedad. De hecho, el Señor confirma que se trata de influencia demoníaca más adelante, en el versículo 16, cuando dice:
“¿Y a esta hija de Abraham, que Satanás había atado durante dieciocho años, no se le debía desatar de esta ligadura en el día de reposo?” (Lucas 13:16)
Jesús se refiere a ella como una creyente, una hija de Abraham, es decir, una verdadera adoradora de Dios que confía en Él. Pero esto es obra de un espíritu maligno. No estaba poseída por un demonio, porque el demonio nunca hablad, y Jesús no expulsa ningún demonio aquí. Sin embargo, esta terrible aflicción se atribuye a la actividad de Satanás en el mundo.[iv]
Aunque esto no era posesión demoníaca, sí era claramente opresión demoníaca. Como Job, quien fue atormentado físicamente por el mundo demoníaco, esta mujer había estado sufriendo de esa manera.
Ahora, tengamos cuidado: no toda enfermedad es causada directamente por demonios, y no podemos culpar al diablo de todo.[v]Vivimos en un mundo caído, y nuestros cuerpos también están afectados por la caída. Hay virus, bacterias y enfermedades que no necesitan ninguna ayuda del enemigo para aparecer.
Pero, ya sea que Satanás esté involucrado directa o indirectamente, su intención siempre es la misma: derrotarnos y desanimarnos. En cambio, el Señor puede usar el sufrimiento para desarrollarnos y profundizar nuestra fe, y la buena noticia es que un día Él nos librará por completo.
Sin embargo, en ese momento, esta mujer estaba sufriendo
Si el apóstol Pablo —maduro y espiritual como era— oró tres veces para que Dios quitara su aguijón en la carne, como él mismo escribe en 2 Corintios 12:7, no podemos imaginar cuántas veces esta mujer habrá pedido a Dios que la sanara.
Dieciocho años es mucho tiempo para tratar de vivir completamente encorvada. Pero no pases por alto este detalle: aun así, aquí está ella, en la sinagoga, adorando a Dios.
Warren Wiersbe comenta con transparencia sobre este pasaje: “Si yo hubiera estado lisiado durante dieciocho años, me pregunto si siquiera hubiera ido a la sinagoga. Ella había orado y Dios no la había liberado. Todo indicaba que Dios no estaba interesado en ella, y aun así, por su fe en Él, no se volvió amarga ni resentida; aquí está, viniendo a la sinagoga.”[vi]
Seguramente, cuando llegó, se convirtió en objeto de compasión para la congregación. La miraban con lástima. Se preguntaban por qué le había ocurrido algo así. Deseaban poder hacer algo significativo para ayudarla. Me imagino que algunos amigos en esa sinagoga, de hecho, la ayudaban a sobrellevar la vida.
Quizás este era su día favorito de la semana. Y aquí está, en este sábado, demostrando su fe en Dios, aun cuando parecía que había sido olvidada por Él.
No parecía que el Señor la viera; estaba perdida entre la multitud. Oh, pero ella sí que está a punto de ser vista. El versículo 10 nos dice que, mientras Jesús enseñaba, Él la vio. Te aseguro que Él sabía que ella estaba allí desde el principio. Incluso sabía cuántos años llevaba sufriendo.
Ahora, detengámonos un momento e imaginemos esta escena dentro del servicio de adoración.
Por lo que sabemos, el servicio del sábado seguía un orden bastante fijo. Para comenzar, se recitaba el Shemá, de Deuteronomio 6, declarando que Dios es el único Dios verdadero y viviente. Luego venían varias oraciones, después la lectura de la Ley y de los Profetas. Para quienes no entendían hebreo, alguien ofrecía un resumen en arameo. Normalmente también se cantaban salmos entre las lecturas. Finalmente, se predicaba el sermón y el servicio terminaba con una bendición.[vii]
Era costumbre que el dirigente de la sinagoga —el anciano principal — invitara a un rabino visitante a predicar, y en este caso, ese rabino era Jesús.
Así que, durante todo el servicio, mientras se recitan oraciones, se lee la Escritura y se cantan salmos, esta mujer ha estado allí, participando. Imagínala sentada, completamente encorvada, con la cabeza cerca de sus rodillas, adorando a Dios, cantando, orando, aferrándose Dios en fe.
Y desde la eternidad, el Señor la había visto. Él había reservado este momento para su sanidad, y usaría este milagro como la última declaración mesiánica de su ministerio en una sinagoga.
El poder mesiánico de Jesús
Mientras Jesús está enseñando, Él la ve. Y en el versículo 12 leemos:
Cuando Jesús la vio, la llamó. (Lucas 13:12a)
Imagina esta escena: Jesús interrumpe Su propio mensaje y le habla directamente. “Sí, usted señora… venga para acá.”
De inmediato todo queda en silencio. Todos aguantan la respiración. Lo único que se escucha es el sonido de sus pies arrastrándose mientras hace el esfuerzo de avanzar hacia el frente.
¿Estaría avergonzada? Sin duda. ¿Tímida y confundida? Solo por unos segundos más. El versículo continúa:
“Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: Mujer, eres libre de tu enfermedad. Y puso las manos sobre ella; y ella se enderezó luego, y glorificaba a Dios.” (Lucas 13:12–13)
La palabra “libre” cuando Jesús dice “eres libre de tu enfermedad” era un término médico usado en esos días para referirse a alguien que había sanado por completo.[viii] Significaba que los exámenes ya no mostrarían nada, que los resultados clínicos estarían limpios. Los médicos hoy lo llamarían una remisión espontánea. Nosotros lo llamamos un milagro.
Un caso incurable es sanado en un instante.
Ella escucha las palabras de Jesús —“Eres libre de tu enfermedad”— pero el texto sugiere que por un momento no se mueve. Seguramente siente la fuerza recorrer su cuerpo; de repente ya no hay dolor. Pero después de tantos años encorvada, su postura no cambia de inmediato.
Aún está doblada… hasta que siente las manos de Jesús guiándola hacia arriba. Y para su sorpresa, su espalda se endereza por completo. Allí está, de pie, erguida, con su cabeza en alto.[ix]
Sin duda, había lágrimas en sus ojos y en los ojos de muchos en esa congregación. Está de pie, derecha, por primera vez en dieciocho años.
La palabra que usa Lucas para “enderezarse” es un término que se usaba para describir la restauración de ruinas.[x]
El pecado y Satanás no han producido otra cosa que ruina, pero el Rey está allí. Este milagro es una muestra del poder del Rey y de la gloria de Su Reino venidero: lo que ha estuvo arruinado será restaurado.
Ella comienza a glorificar a Dios, y la congregación —como dice el versículo 17— estalla en un gozo continuo. Aquello se volvió una celebración. Muchos de los que la habían visto sufrir durante años ahora se unen con lágrimas y gritos de alegría.
Todos se alegran… excepto los líderes religiosos.
El legalismo de los líderes religiosos
El principal de la sinagoga les pide a todos que se calmen; esto no estaba en el programa, no estaba en el orden del servicio. Entonces dice:
“Seis días hay en que se debe trabajar; en estos, pues, venid y sed sanados, y no en día de reposo.” Pero el Señor le respondió: “Hipócrita, ¿cada uno de ustedes no desata en el día de reposo su buey o su asno del pesebre y lo lleva a beber? Y a esta hija de Abraham, que Satanás había atado dieciocho años, ¿no se le debía desatar de esta ligadura en el día de reposo?” (Lucas 13:14–16)
Están más preocupados por los derechos de los animales que por los derechos humanos.[xi]
La Ley permitía que desataran a sus animales para llevarlos a beber agua en el día de reposo. Los líderes religiosos habían añadido todo tipo de restricciones respecto al cuidado de sus animales en sábado, pero siempre encontraban maneras de evitar sus propias reglas.
Por ejemplo, no podían caminar más de dos mil codos —aproximadamente ochocientos metros— fuera de su casa el sábado. Pero si llevar a sus animales al pozo para darles agua excedía esa distancia, construían una pequeña choza de madera alrededor del pozo y lo declaraban su “casa” por ese día. Como ahora el pozo “era su casa”, podían llevar allí a todos sus animales sin romper la Ley.[xii]
Habían encontrado la manera de saltarse sus propias restricciones para liberar a sus animales… pero no estaban dispuestos a buscar la manera de permitir que esta mujer fuera liberada de su enfermedad.
Como verás, Satanás todavía estaba presente en esa sinagoga: ella había sido liberada, pero ellos seguían atados; ella había sido puesta en libertad, pero ellos continuaban prisioneros.
Imagina esto: el milagro acaba de ocurrir frente a sus ojos. Esta mujer está libre, completamente restaurada… y ellos siguen ciegos.
Debes entender que, en realidad, todo esto tiene que ver con su rechazo de Cristo como Rey de un reino venidero.
Ocurrió la primera vez que Él predicó en una sinagoga, allá en Nazaret. Jesús tomó el rollo del profeta Isaías y leyó estas palabras: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón… a poner en libertad a los oprimidos” (tomado de Isaías 42).
Y ahora, en Su última visita a una sinagoga, ¿qué acaba de hacer Jesús? Ha puesto en libertad a esta mujer.
La sorprendente descripción del reino de Dios
Esta sanidad fue una muestra del poder de Su reino.[xiii] Por eso Jesús inmediatamente aplica lo que acaban de ver a Su reino. En el versículo 18 dice:
“¿A qué es semejante el reino de Dios, y con qué lo compararé? Es semejante al grano de mostaza que un hombre tomó y sembró en su huerto; y creció y se hizo un árbol grande, y las aves del cielo anidaron en sus ramas.” (Lucas 13:18–19)
Es difícil encontrar una semilla más pequeña que la de mostaza. Es una de las más diminutas de todas las semillas de huerto, pero en una sola temporada puede crecer hasta convertirse en un árbol de unos tres metros de altura.[xiv]
Los opositores de Jesús ocupaban lugares de poder en ese momento, pero no podrían detener al Rey ni impedir la llegada de Su reino.[xv]
Es solo una semilla pequeña ahora… pero cuando llegue, cubrirá toda la tierra.
Me encanta cómo como lo explica un autor que dijo: “Esto no es simplemente una descripción del Reino venidero; es un retrato del Rey mismo. Esta es su vida sobre la tierra en pocas palabras. El Sembrador se siembra a sí mismo como una semilla: inadvertido, ignorado, rechazado, pisoteado, y luego muere solo en la oscuridad. Pero Él perseverará. Vuelve a levantarse de la tierra y la depravación del mundo, contra el frio rechazo de la humanidad; y, al final, se alzará en victoria sobre el tiempo y el espacio, desde lo profundo de la tierra hasta el cielo más alto.”[xvi]
No parece gran cosa ahora, pero solo espera.
Ahora observa el versículo 20:
“Y otra vez dijo: ¿A qué compararé el reino de Dios? Es semejante a la levadura que una mujer tomó y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo hubo fermentado.” (Lucas 13:20–21)
En otras palabras, el reino de Dios puede estar trabajando de forma silenciosa e invisible, pero actúa desde adentro hacia afuera, y llegará el momento en que afectará todo.[xvii]
Y, por cierto, esta mujer está preparando un montón de pan. Eso es fácil de ignorar aquí. Ella tomó un poco de levadura, una pequeña porción de masa fermentada, pero observa lo que puede hacer una pequeña cantidad.
Se nos dice que está trabajando con tres medidas de harina. Eso equivale a unos dieciséis paquetes de harina de dos kilos cada uno. Y cuando agregas el agua —128 tazas sería la medida estándar— terminas con más de cuarenta y cinco kilos de masa.[xviii]
Algo pequeño e invisible está actuando desde adentro.
Así que, ¿qué está sucediendo aquí en esta sinagoga? Esta mujer fue sanada; estaba encorvada, y ahora está completamente erguida. Pero sería fácil ignorarla.
Este sencillo servicio en una sinagoga perdida en alguna región del Imperio Romano no llama la atención de nadie. A nadie le interesa.[xix]
Esto jamás aparecería en las noticias de la noche. Solo recuerda. Esto es de esperarse. El Rey está obrando, pero detrás de escena. Su obra ocurre en el corazón de quienes creen y confían en Él.
Nosotros no parecemos gran cosa. Probablemente nunca saldremos en las noticias, a menos que contradigamos las ideas mundanas de nuestra generación. Pero en su mayoría, el mundo nos va a ignorar con facilidad, y también va a ignorar nuestro mensaje. Pero esta es la instrucción para el creyente: sigue confiando en Él. Encuentra razones para alegrarte en Él, porque Él —el Rey— ya te ha liberado también.
Lo que Él está haciendo en el mundo no parece la gran cosa por ahora… pero espera: Él regresará algún día, establecerá Su reino, y cubrirá toda la tierra.
Lo que está ocurriendo aquí, en esta sinagoga, puede parecer un evento pequeño, pero tiene una importancia eterna.
Si hubieras estado vivo hace unos dos mil años, ¿qué habría captado tu atención? ¿Qué te habría parecido importante, digno de titulares?
Lo que parecía impresionante y revolucionario en ese momento, hoy —en retrospectiva— no fue tan importante como algo que estaba ocurriendo silenciosamente en un rincón olvidado del mundo.
Conclusión
Por ejemplo, en 1809, las conquistas de Napoleón habrían llenado los titulares. Si hubiera existido televisión o internet, el mundo habría estado pendiente de las escenas desde los campos de batalla en Austria, mientras Napoleón avanzaba tratando de conquistar Europa.
Nada de lo que ocurría en Estados Unidos habría parecido digno de atención. Sin embargo, ese mismo año, en 1809, en una zona rural de Kentucky, un humilde granjero y su esposa recibieron en brazos a un bebé al que llamaron Abraham Lincoln.
¿A quién le importaba? ¿Qué relevancia podía tener eso?
Pero Napoleón terminó con un impacto limitado a los libros de historia; mientras que ese bebé algún día tendría un impacto muchísimo más profundo. Él liberaría a cuatro millones de esclavos con una declaración de libertad.
Comienzos simples, con una gran trascendencia.
Lo que Jesús está mostrando aquí, en esta pequeña sinagoga, es que Su reino puede parecer pequeño e insignificante ahora; y debo añadir: excepto para aquellos que han sido liberados.
¿Cuánto crees que le importó a aquella mujer cuando Jesús la miró y le dijo: “Eres libre”?
Y quizás notaste que Jesús no nos dice su nombre. Hasta el día de hoy permanece anónima. Tal vez sea porque el Señor quiere que tú escribas tu nombre en esta historia.
¿Has llegado a confiar en Jesús como tu Salvador y tu Rey? Si es así, estas palabras también son para ti. Él te ha hecho libre para siempre.
Jesús dijo en una ocasión: “Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.” (Juan 8:36)Y no solo libres, sino con un lugar reservado en el Reino venidero de nuestro Señor Jesucristo.
[i] Adapted from William Barclay, The Gospel of Luke (Westminster Press, 1975), p. 177
[ii] Fritz Rienecker & Cleon Rogers, A Linguistic Key to the Greek New Testament (Regency, 1976), p. 181
[iii] R.C.H. Lenski, The Interpretation of St. Luke’s Gospel (Augsburg Publishing, 1946), p. 734
[iv] Bruce B. Barton, Life Application Bible Commentary: Luke (Tyndale, 1997), p. 341
[v] Warren W. Wiersbe, Be Compassionate: Luke 1-13 (Victor Books, 1988), p. 151
[vi] Adapted from Wiersbe, p. 149
[vii] Adapted from Clinton E. Arnold, General Editor; Zondervan Illustrated Bible Backgrounds Commentary: Volume 1 (Zondervan, 2002), p. 361
[viii] Rienecker, p. 181
[ix] Adapted from R. Kent Hughes, Luke: Volume 2 (Crossway, 1998), p. 88
[x] John Phillips, Exploring the Gospel of Luke (Kregel, 2005), p. 195
[xi] Adapted from Dale Ralph Davis, Luke: The Year of the Lord’s Favor (Christian Focus, 2021), p.
[xii] Adapted from Zondervan Illustrated Bible Backgrounds, p. 35
[xiii] Hughes, p. 89
[xiv] J. Dwight Pentecost, The Words and Works of Jesus Christ (Zondervan, 1981), p. 321
[xv] Adapted from Darrell L. Bock, Luke: Volume 2 (Baker Academic, 1996), p. 1229
[xvi] Adapted from Seth Davey, “The Giving Tree” (Heart to Heart, August 2022), p. 22
[xvii] Hughes, p. 93
[xviii] Davis, p. 242
[xix] Ibid












