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La vida bajo el gobierno de Dios

Estamos rodeados de voces que intentan dictar el rumbo de nuestra vida: decisiones políticas, presiones sociales o personas que se oponen a nuestra fe. Sin embargo, Jesús nos recuerda que el cielo sigue gobernando y que nada escapa del control de Dios. Este mensaje nos enseña a vivir con confianza en medio de la oposición, a responder con fe cuando somos rechazados y a mantener un corazón compasivo aun cuando otros se endurecen. Si aprendemos a ver la vida bajo el gobierno de Dios, descubriremos que el miedo pierde su poder y la fe se vuelve firme.

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Introducción

Probablemente nunca hayas oído hablar de estos hombres que, en sus respectivas áreas, fueron figuras poderosas e influyentes. Cada uno alcanzó la cima de su carrera, impactando su mundo —e incluso más allá— hace unos 75 años aproximadamente.

A ver, una pequeña trivia: ¿qué sabes acerca de Hugh Johnson, Haile Selassie y Harlow Curtis?

Hugh Johnson diseñó la gran reforma económica para sacar a EE. UU. de la Gran Depresión en 1933, bajo la presidencia de Franklin Roosevelt. Muchos lo reconocieron como el genio detrás de que los negocios en Estados Unidos volvieran a ponerse de pie.

Haile Selassie fue el emperador de Etiopía y aseguraba descender directamente del rey Salomón. Reinó hasta 1974 y se lo considera la figura clave en la modernización de Etiopía.

¿Y qué hay de Harlow Curtis? Él fue presidente de General Motors cuando, en 1955, la compañía logró un ingreso de mil millones de dólares en un solo año.

Aunque estos tres hombres pertenecían a diferentes generaciones, e incluso a diferentes países, tenían algo en común: todos fueron nombrados Hombre del Año por la revista Time. Sus rostros aparecieron en la portada de esa prestigiosa revista.

El hecho de que probablemente no sepas quiénes fueron —ni cómo influyeron en tu vida de alguna manera— demuestra algo: la historia viene equipada con un borrador.

Incluso la historia relativamente reciente tiende a borrar el legado de quienes alguna vez fueron considerados los grandes influyentes del mundo. Es un buen recordatorio de que la importancia sobre la tierra no dura para siempre.

La historia tiene la costumbre de borrar lo que parecía inolvidable. Pero también nos da perspectiva más clara. Si revisas la lista de los hombres que recibieron este reconocimiento, encontrarás varios que, en su momento, parecían personas extraordinarias… pero con el paso del tiempo se demostró que no lo eran tanto.

Por ejemplo, el Hombre del Año en 1923 fue Benito Mussolini, el brutal dictador fascista, amigo de Adolfo Hitler. Mussolini se veía a sí mismo como un nuevo Napoleón y mandaba asesinar a quien se interpusiera en su camino.

Sentí curiosidad y leí el artículo que Time publicó sobre él en 1923. Qué vergüenza ¿no? Decía, entre otras cosas: “Mussolini demuestra notable autocontrol, un juicio excepcional y una eficiente aplicación de sus ideas.”

Sí, claro… “eficiente”. Te mandaba matar si te oponías.

Con el paso del tiempo, décadas después de su sangriento reinado, su propio pueblo finalmente lo llevó a juicio… y luego lo ejecutó.

Si retrocedieras 2000 años, habría un personaje que todos considerarían la figura más influyente del Medio Oriente. Sin discusión, habría ganado “el hombre del año”, y probablemente más de una vez.

Pertenecía a una de las dinastías más famosas de esa región; media docena de reyes habían surgido de esa misma familia. Fue nombrado gobernante de Galilea por el propio emperador romano. De hecho, su nombre aparece más veces en el Nuevo Testamento que el de cualquier otro gobernante.

Su nombre oficial era Herodes Antipas, hijo de Herodes el Grande. Quizás recuerdes a Herodes el Grande: fue el rey que trató de engañar a los magos y luego ordenó la matanza de los niños en Belén. Cuando Herodes el Grande murió, uno de sus hijos, Herodes Antipas, comenzó a gobernar en Galilea.

Era igual de brutal e inmoral. Convenció a su cuñada para que abandonara a su esposo y se casara con él. Era un cobarde y un asesino. Su nueva esposa estaba furiosa porque Juan el Bautista había denunciado públicamente que su relación era pecaminosa. Tiempo después, Herodes cedió ante el deseo de ella de matar a Juan. La Biblia registra que mandó decapitarlo, y le entregaron su cabeza en un plato (Mateo 14:10). Será delante de este mismo Herodes que Jesús eventualmente será juzgado.

Pero déjame decirte algo: externamente Herodes parecía tener todo el control —poder, influencia, autoridad política. Pero, la historia revelará el trágico final de Herodes… y el triunfo glorioso del evangelio. Así que, en realidad, Herodes no estaba en control. El cielo lo estaba.

Y necesitamos recordarlo hoy. En pocas palabras: El cielo gobierna.

Herodes tenía un trono temporal; Dios tiene un trono eterno. Debemos pensar, vivir y responder al mundo con esta verdad grabada en el corazón: el Creador del cielo y de la tierra está en completo control.

Por primera vez, el evangelio de Lucas conecta el ministerio de Jesús con el gobierno de Herodes Antipas, y el choque produce chispas.

Hasta ahora hemos escuchado a Jesús invitar a su audiencia a entrar en la familia de Dios por la “puerta estrecha”; estrecha no tanto por su tamaño, sino por su exclusividad.

Jesús dirá más adelante:

“Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6).

Y también declara:

“Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo” (Juan 10:9).

Después de esa invitación a entrar por la puerta estrecha, sucede algo inesperado. Lucas 13:31 nos dice que interrumpen a Jesús:

“Aquel mismo día llegaron unos fariseos, diciéndole: Sal, y vete de aquí, porque Herodes te quiere matar.” (Lucas 13:31)

Es un mensaje alarmante: Herodes Antipas quiere matar a Jesús.

En el evangelio de Mateo se nos informa que Herodes estaba atormentado por la culpa de haber ordenado la muerte de Juan el Bautista, y ahora tenía miedo de que Jesús era, de alguna forma, la reencarnación de Juan (Mateo 14:2). Así que piensa hacer lo que mejor sabe: eliminar a quien considera una amenaza.

Permíteme organizar este pasaje en algunos principios prácticos para nuestra vida, especialmente cuando reconocemos la soberanía de Dios y el gobierno del cielo. Aquí está el primer principio:

Servir al Señor fielmente no elimina a los enemigos ni a los críticos

Mira la ironía del momento. El versículo 31 dice:

“Sal, y vete de aquí, porque Herodes te quiere matar.” (Luca 13:31b)

¿Qué ha estado haciendo Jesús? Predicando, sanando, liberando personas, perdonando pecados, confrontando la religión falsa. Si alguien merecía tener solo amigos, era Jesús. De hecho, si algún gobernante del mundo hubiera tenido un poco de sentido común, solo por el ministerio de sanidad de Jesús debería haberle abierto las puertas de los palacios más importantes. Y, sin embargo, la única vez que Jesús entrará a un palacio será después de ser arrestado.

Si revisas las Escrituras, verás una y otra vez el mismo patrón: cada oportunidad trae consigo oposición. Comienza a confesar abiertamente a Jesucristo, observa cómo los enemigos suelen aparecer más rápido que los amigos.

La Biblia lo deja claro:

“Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución.” (2 Timoteo 3:12)

En lugar de que la iglesia se queje porque no tenemos suficientes amigos en la sociedad, tal vez deberíamos preguntarnos si tenemos suficientes enemigos. Servir a Dios fielmente no elimina a los enemigos ni a los críticos; los multiplica.

Y, por cierto, estos fariseos no vienen a darle esta noticia a Jesús porque les preocupe su bienestar o porque quieran que permanezca con vida. Ellos mismos ya están planeando cómo matarlo.

¿Por qué entonces le dicen esto ahora? ¿Será que quieren sacarlo de Galilea y empujarlo hacia Jerusalén, donde quedaría bajo la autoridad del tribunal religioso —el Sanedrín— y así podrían arrestarlo?[i]

O quizá estos fariseos simplemente quieren que Jesús se vaya de su ciudad.

O, tal vez, esperan que Jesús escuche esta noticia, se asuste y salga huyendo. Si Jesús corre, quedará desacreditada su afirmación de ser el Hijo de Dios que tiene autoridad sobre su propia vida. Él mismo dijo en Juan 10:18:

“Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo.” (Juan 10:18)

Si Jesús saliera corriendo, parecería que no tiene control de nada.

No conocemos la motivación exacta de los fariseos… pero sí sabemos algo con certeza: Herodes ya había matado a Juan el Bautista, y ahora quiere matar a Jesús. Así que observa esto: la vida fiel y obediente de Jesús le ha ganado otro enemigo poderoso.

Quizás a ti también te ha pasado.
Tal vez hiciste lo correcto, actuaste con integridad, hablaste con la verdad… y eso te ganó un enemigo. Hacer lo correcto provoca oposición.

No porque estés fuera de la voluntad de Dios, sino precisamente porque estás dentro de ella.

Continuamos con el segundo principio:

La oposición no debe desviar nuestra misión ni cambiar nuestro mensaje

Observa otra vez Lucas 13:31-32:

“Llegaron unos fariseos, diciéndole: Sal, y vete de aquí, porque Herodes te quiere matar. Y les dijo: Id, y decid a aquella zorra: He aquí, echo fuera demonios y hago curaciones hoy y mañana, y al tercer día termino mi obra.” (Lucas 13:31-32)

“Vayan y díganle a esa zorra…” — ¡Me encanta esa respuesta! Un comentarista menciona que aquí Jesús está usando un poco de santo sarcasmo[ii]

En los días de Jesús, llamar a alguien “zorro” tenía la idea de ser alguien astuto, manipulador, pero también insignificante: una pequeña molestia.[iii]

En otras palabras, es como si Jesús dijera:
“Puede que seas el rey Herodes… pero no te comparas con el Rey del cielo.”

Tú puedes creerte alguien, pero la historia tiene un borrador. Borrará quién crees que eres, y revelará —para toda la eternidad— quién realmente fuiste.

“Vayan y díganle a ese zorro que no pienso detenerme.”

Hay una anécdota del pastor Hugh Latimer, quien sería martirizado en 1555 por la reina María. Una vez estaba predicando en Westminster cuando el rey Eduardo VI entró a la iglesia. Desde el púlpito, Latimer se dijo a sí mismo: “Latimer, Latimer, ten cuidado con lo que dices, el rey de Inglaterra está aquí.”  Pero luego pensó: “Latimer, Latimer, ten cuidado con lo que dices, ¡el Rey de reyes está aquí!”[iv]

Esa es la perspectiva.

Jesús no está fingiendo valentía; está demostrando absoluta confianza en Su Padre. Él entiende que su hora está determinada por Dios, y hasta que llegue ese momento, Herodes no puede hacer nada.[v]

Es como si dijera: “Herodes, puedes ser astuto, pero no puedes detener mi misión ni cambiar mi mensaje.”

¿Notaste que Jesús dice que seguirá expulsando demonios y sanando personas? En otras palabras, Su mensaje no cambia y Su misión no se detiene. Y luego añade: “al tercer día termino mi obra…”

Una clara referencia a Su resurrección gloriosa, que ningún poder humano ni demoníaco podrá impedir.

Jesús está mostrando lo que ocurre cuando uno vive creyendo realmente que el cielo gobierna —que Dios es soberano.

Él está, en esencia, viviendo lo que expresa el Salmo 31:15:

En tu mano están mis tiempos.” (Salmo 31:15)

A veces nos parece que la vida se desarrolla por accidente; como si otros tuvieran poder sobre nuestro futuro. Pensamos que las circunstancias son fruto del azar, de la suerte o del destino.[vi]

Pero no. La vida se desarrolla según el diseño de Dios, bajo Su supervisión. Incluso el pecado y la maldad no pueden descarrilar el plan final de Dios en la historia.

Habrá momentos en los que no tendremos idea de lo que Dios está haciendo. Pero también habrá momentos en los que, con el paso del tiempo, miraremos hacia atrás y entenderemos y diremos:

“Oh pensaba que esa persona tenía el control.
Pensaba que esa serie de eventos iba a cambiar mi destino. Pensé que ese accidente no tenía sentido – que solo era caos y dificultades.”

Pero después te das cuenta de que Dios estuvo obrando detrás de escena todo el tiempo.

Como José, cuando sus hermanos llegaron a Egipto. Ya siendo un hombre mayor y sabio, prácticamente les dijo:

“Ustedes querían hacerme daño. Y sí, fue maldad. Me destruyó la vida. Derramé lágrimas, pasé miedo, me sentí solo y confundido. No podía creer que Potifar le creyera a su esposa; pensé que nunca saldría de aquella prisión. Todos se olvidaron de mí. Yo pensé que ahí se acababa mi historia.”

“Pero ahora, mirando hacia atrás… está claro, ¿verdad? Ustedes pensaron mal contra mí, pero Dios lo encaminó para bien.”

Con esa perspectiva, José pudo hacer lo impensable: perdonar a sus hermanos.

Cuando sabes que el cielo gobierna, tus circunstancias —y aun tus enemigos— se ven de manera diferente.

Y aquí viene tercer principio que surge de este pasaje:

La oposición y el odio no deben apagar un espíritu de compasión

Jesús continúa diciendo:

“Sin embargo, es necesario que hoy, y mañana, y pasado mañana siga mi camino; porque no es posible que un profeta muera fuera de Jerusalén.
Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados, ¡cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste!”
 (Lucas 13:33-34)

Subraya esa última frase: “y no quisiste.”
En el corazón de la incredulidad siempre hay un corazón que no está dispuesto.

“Jerusalén, Jerusalén…” No es un grito de enojo. Es un sollozo de dolor. Un autor escribió: “Su corazón compasivo está quebrantado.”[vii]

Y piensa en esto: Aunque Jesús acaba de afirmar su confianza absoluta en el poder del Padre… aunque ya le dijo a Herodes: “No vas a detenerme ni por un instante…” aunque Jesús sabe que Jerusalén lo rechazará, aunque sabe que será crucificado por esa misma nación… empieza a llorar por ella.

¿Por qué?

Porque Él es Dios —y conoce el futuro—
pero también es hombre —y siente el presente—
tal como tú lo sentirías.

No hay dolor más profundo que ofrecer amor y que ese amor sea rechazado. Un teólogo lo expresa así: “La tragedia más amarga de la vida es entregar tu corazón… y que te lo rompan.”[viii]

Eso es lo que está pasando aquí en el corazón de Jesús mientras mira Jerusalén. Jesús invita… la humanidad rechaza.

No hay palabras más trágicas en toda la historia que estas: “Quise juntarte bajo mis alas… pero no quisiste.”

Por causa de esta rebeldía, Jesús declara su juicio. El versículo 35 dice:

“He aquí, vuestra casa os es dejada desierta.” (Lucas 13:35a)

Jerusalén será devastada. La casa de Israel – El templo será destruido. Tanto la nación como el templo quedarán desolados. La nación quedará dispersa.[ix]

Y hasta el día de hoy, la nación de Israel lucha por cada centímetro cuadrado de tierra que aún no ocupa, pero que un día ocupará en el futuro Reino del Mesías.

Pero mientras tanto, no hay rey en Israel; no hay sumo sacerdote; no hay templo ni sistema de sacrificios.[x]

Esta es la devastación que el Señor predice aquí.

Pero luego el Señor da una predicción maravillosa acerca de un día futuro. El versículo 35 dice:

“Os digo que no me veréis más, hasta que llegue el tiempo en que digáis: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”(Lucas 13:35b)

Esta es una referencia al regreso de Cristo, cuando Dios vuelva a reunir a Israel en su tierra durante el período de la Tribulación. Vendrá un día en que Dios cumplirá Su promesa a Israel, y ellos literalmente poseerán la tierra prometida, cuando Cristo venga a reinar sobre la tierra en el Reino Milenial.

El apóstol Pablo escribe que Dios no ha abandonado a Israel, y que llegará ese día en que todo Israel será salvo (Romanos 11:25-26).

Pero mientras tanto, en su mayoría, la generación que vio a Jesús lo rechazó. Jesús dirá en Juan 5:40:

“Y no queréis venir a mí para que tengáis vida.”

Pienso en Stalin, quien fue nombrado Hombre del Año por la revista Time en 1942. Fue celebrado como héroe por ayudar a detener la amenaza mundial que era Adolfo Hitler. Este líder soviético llegaría a ser uno de los hombres más poderosos del planeta. De joven asistió al seminario, planeando entrar al ministerio; pero vivió una vida inmoral y finalmente abandonó el seminario, declarándose ateo.

Cuando llegó al poder, hizo todo lo posible para aplastar el cristianismo y el evangelio. Al dirigir la Unión Soviética, tuvo a millones de personas bajo su control… y no mostró misericordia. Millones fueron ejecutados o murieron de hambre mientras establecía su dominio.

“Stalin” significa acero, y a José Stalin le encantaba proyectar la imagen de ser un hombre de acero. Tenía siete habitaciones. Dormía cada noche en una distinta por miedo a ser asesinado. Tenía un sirviente encargado exclusivamente de vigilar sus bolsas de té asegurándose que no lo envenenaran.

Su hija Svetlana desertó hacia los Estados Unidos después de la muerte de su padre. He leído la mayor parte de su biografía. En una ocasión, ella visitó a un brillante periodista y cristiano comprometido llamado Malcolm. Svetlana le habló del momento de la muerte de su padre. Quería saber si Malcom podía explicarle algo extraño que había ocurrido en su lecho de muerte.

Dijo que, justo antes de morir, Stalin se incorporó de repente en su cama, cerró los puños y los levantó desafiantemente hacia el techo, luego cayó de nuevo en la almohada y murió. Malcom le explicó que era odio de su padre hacia Dios y hacia Su Palabra. Fue una última invitación… y un último rechazo.

Conclusión

¿Y qué hay de ti hoy? ¿Dónde estás parado hoy? ¿Estás con Jesús o en su contra? ¿Está Jesús llorando por ti?

Él está dispuesto a salvarte hoy… ¿seguirás negándote a creer? ¿Estás en contra de Él… o estás con Él?

Déjame ir un paso más allá y preguntar: ¿Estás viviendo por Él?

Francamente, creo que la única manera en que un creyente puede realmente vivir por Cristo —con confianza, valor y esperanza— es sabiendo que el cielo gobierna. Nuestros tiempos están en sus manos.

Con esto en mente, permíteme darte dos pensamientos finales —dos principios para aplicar de esta escena:

Primero: El poder de las naciones o de los líderes políticos jamás podrá detener los propósitos de Dios.

Dios está en control —aun de ellos. Sus planes siguen en curso, a tiempo y sin desviarse.

Segundo: La rebeldía del incrédulo todavía no ha cancelado la invitación de Dios.

¿Y tú? ¿Qué vas a hacer con la invitación que Dios te hace hoy?No dejes pasar este momento. No endurezcas tu corazón.  Dobla las rodillas ante el rey del universo. Recibe al Señor Jesucristo y su mensaje de salvación sin tardar.


[i] David E. Garland, Exegetical Commentary on the New Testament: Luke (Zondervan, 2011), p. 559

[ii] Warren W. Wiersbe, Be Compassionate: Luke 1-13 (Victor Books, 1988), p. 155

[iii] Adapted from Garland, p. 559

[iv] William Barclay, The Gospel of Luke (Westminster, 1975), p. 186

[v] Adapted from J. Dwight Pentecost, The Words and Works of Jesus Christ (Zondervan, 1981), p. 328

[vi] Bruce B. Barton, Life Application Bible: Luke (Tyndale Publishing, 1997), p,. 350

[vii] Wiersbe, p. 155

[viii] Barclay, p. 186

[ix] Wiersbe, p. 156

[x] Ibid

Este contenido es una adaptación autorizada del ministerio Sabiduría Internacional, bajo la enseñanza original de Stephen Davey. Todos los derechos del contenido original están reservados a su autor.


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Hemos procurado citar debidamente todos los recursos externos utilizados en cada lección. Las citas bíblicas provienen principalmente de la versión Reina-Valera 1960 y de la Nueva Biblia de las Américas (NBLA), aunque en algunos casos se emplean otras versiones de la Biblia para facilitar la comprensión del pasaje.
Reina-Valera 1960® © 1960 Sociedad Bíblica Trinitaria. Usada con permiso. Todos los derechos reservados.
La Nueva Biblia de las Américas (NBLA) © 2019 por The Lockman Foundation. Usada con permiso. Todos los derechos reservados.

Adaptado y publicado por el ministerio Sabiduría Internacional.

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