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La expectativa correcta de la vida cristiana

Es fácil iniciar la vida cristiana con expectativas que no siempre reflejan lo que Jesús enseñó. A veces imaginamos un camino sencillo o asumimos que seguirle no implicará ajustes, renuncias o decisiones difíciles. Pero Sus palabras nos llaman a replantear nuestras prioridades y a caminar con una visión más realista y bíblica. En este mensaje veremos cómo el Señor corrige nuestras ideas iniciales y nos afirma en verdades que sostienen el discipulado: ordenar nuestros afectos, aceptar el costo y mantenernos fieles aun cuando el camino desafía nuestras expectativas. Descubramos juntos la fortaleza que nace de caminar con Jesús con los ojos bien abiertos.

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Introducción

Desde un principio, había indicios de que la expedición Franklin —aquel intento por encontrar el paso marítimo que conecta el océano Atlántico con el Pacífico atravesando las aguas heladas del Ártico— estaba condenada a fracasar. ¿La razón? Se prepararon basándose en las condiciones climáticas de Inglaterra, y no según las duras realidades del Ártico congelado.

Nadie sabía lo que les esperaba. Parece que la expedición no tenía datos, ni siquiera conciencia, de las condiciones extremas que dominarían aquellas aguas llenas de hielo frente al norte de Alaska. No llevaron ropa especial para el clima polar; únicamente empacaron sus uniformes militares, abrigos delgados, guantes y bufandas de seda. Comían en vajilla fina, con copas talladas y cubiertos victorianos grabados con las iniciales de cada oficial. 

Según los registros de 1845, Sir John Franklin y sus 138 oficiales zarparon en dos barcos, convencidos de que encontrarían el paso en uno o dos años. Salieron entre aplausos, prestigio y cobertura de la prensa. Dos meses después, el capitán de un barco ballenero los vio en el estrecho de Lancaster y regresó a Inglaterra contando el buen ánimo de los hombres. Ese capitán sería el último europeo en verlos con vida. Ninguno sobrevivió.

Se realizaron varias expediciones de búsqueda que tardaron doce años en reconstruir lo sucedido. Fueron los nativos esquimales quienes aportaron las piezas clave del rompecabezas. La expedición quedó atrapada por las aguas heladas. Los esquimales vieron a un grupo de hombres empujando un bote salvavidas de madera sobre el hielo. Hallaron un lugar que hoy se conoce como la bahía del hambre, donde estaban los restos de treinta y cinco hombres que habían intentado arrastrar el bote durante días, esperando encontrar un canal de agua abierto.

Finalmente, uno de los grupos de búsqueda vio algo escalofriante en el Estrecho Simpson: tres mástiles de madera que sobresalían del hielo. Pero quizás lo más trágico fue descubrir que ninguno de los barcos había cargado carbón. En lugar de eso, habían convertido los enormes depósitos de carbón en salones con una biblioteca de 1,200 libros, un órgano y gabinetes adicionales para las vajillas y utensilios de plata.[i]

Cada miembro de esa expedición —incluyendo a su líder, Sir John Franklin— estaba seguro de sus expectativas, pero no estaban preparados para los desafíos por venir.

Si compararas tu caminar con Cristo con una expedición… ¿qué esperas encontrar en el camino?

Jesús dijo: “No he venido para traer paz a la tierra, sino división. Estarán divididos: el padre contra el hijo, y el hijo contra el padre; la madre contra la hija, y la hija contra la madre; la suegra contra su nuera, y la nuera contra su suegra” (Lucas 12:51–53).

Hebreos 11 registra que muchos creyentes soportaron burlas crueles y hasta el martirio. Se nos prometió persecución por causa del evangelio (Gálatas 6:12). 

El apóstol Pablo aseguró que todo fiel creyente en Cristo Jesús sufriría persecución (2 Timoteo 3:12). Y escribió en 1 Corintios 4:11–13: 

«Somos ultrajados… somos perseguidos… somos difamados… somos tratados brutalmente… somos como la escoria del mundo».

¿Es esto lo que esperamos?

En este punto del ministerio público de Jesús, Él va camino a Jerusalén; está a menos de cuatro meses de Su crucifixión. Pero debido a Sus milagros —alimentar multitudes, resucitar muertos, sanar enfermos, corregir a los fariseos, y anunciar su reino— a todos le parece evidente que Él califica como el Mesías prometido… y las multitudes siguen creciendo.[ii]

La gente supone que va camino a Jerusalén para ser coronado. Y lo será… pero no con una corona de oro, sino con una de espinas.

Para ellos, este viaje a Jerusalén es un desfile. Y todos disfrutan un buen desfile. Pero este desfile no terminará con honores militares ni bandas tocando marchas triunfales.[iii]

Eso es lo que están esperando: brisas frescas y largas horas de descanso en la biblioteca; así que, han empacado abrigos elegantes y bufandas de seda para esta expedición, por así decirlo.

Pero Jesús no está interesado en ocultar la verdad para mantener su fama. No está haciendo falsas promesas.[iv]

Esto no es un desfile, y Jesús no busca multitudes más grandes. Él no quiere números… quiere discípulos.[v]

Así que, una vez más, aquí en el evangelio de Lucas, el Señor se detiene para aclarar el peligro y la dificultad que les espera a quienes realmente se atrevan a seguirlo hasta Jerusalén como Sus discípulos.

Si pudiera parafrasear lo que Jesús le dice a esta multitud de seguidores entusiastas —y reducirlo a cuatro frases— la primera sería:

Pon tus afectos en el orden correcto

Estamos ahora en Lucas 14, versículo 25. Allí leemos:

Grandes multitudes iban con él; y volviéndose, les dijo: Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo. (Lucas 14:25–26)

Esta es una declaración bastante dramática. Y parece contradecir otros pasajes donde el Señor nos manda:

  • a amar a nuestros enemigos (Mateo 5:43);
  • a honrar a nuestros padres (Efesios 6:2);
  • a amar a nuestros hijos (Tito 2:4);
  • y a amar a nuestras esposas como a nuestro propio cuerpo (Efesios 5:28), lo cual implica que también nos amamos a nosotros mismos y a ellas.

Pero aquí Jesús dice que debemos “aborrecerlos” si queremos ser Sus discípulos.

En nuestra cultura, la palabra “aborrecer” suena a tener una actitud de enemistad, rechazo o antipatía. Pero en la literatura del antiguo Cercano Oriente, esta palabra solía hablar de prioridades, no a emociones. No hablaba de sentimientos, sino de decisiones.[vi]

Por ejemplo, se dice que Esaú “aborreció” su primogenitura y la vendió a Jacob por un plato de lentejas (Génesis 25:34). Esaú no sentía aversión ni desprecio por su primogenitura; simplemente no le importaba lo suficiente. Para él, su hambre era más importante que su herencia, así que la cambió por un plato de lentejas.

¡Hay que tener mucha hambre para cambiar cualquier cosa por un plato de lentejas!

Pero aquí está el punto: su “aborrecimiento” significaba que eligió una cosa por la otra. Estaba dispuesto a dejar su primogenitura a un lado porque tenía otra prioridad.

Esa es la misma idea en Romanos 9 cuando dice que Dios amó a Jacob y aborreció a Esaú. No es una declaración de emoción, sino de determinación.[vii]

Dios determinó que Jacob sería Su prioridad para continuar la línea del pacto abrahámico. Prefirió bendecir a Jacob en lugar de Esaú.

Entonces, ¿qué está diciendo Jesús aquí? ¿Que rompas tu lista de regalos de Navidad y dejes de llamar a tus padres? No. Lo que Él dice es esto: todas las demás relaciones quedan en un nivel inferior cuando Jesús ocupa el primer lugar.

Él está diciendo que todos los demás amores en tu vida —y son amores legítimos, valiosos, buenos— quedan subordinados y sobrepasados por tu amor por Cristo. Cuando tengas que elegir entre Jesús y tus seres queridos, vas a elegir a Jesús.

Hay un empresario en la iglesia que siempre queda en segundo lugar cuando compite por contratos contra una compañía más grande. De repente, recibe por correo un pedido enorme que podría llevar su negocio a otro nivel. Pero el contrato tiene una fecha límite. Y él sabe que no podrá cumplirla.

Podría firmar el contrato y después inventar excusas… pero sabe que serían mentiras. Así que le escribe una carta al cliente explicando que, por ser cristiano, no puede prometer algo que sabe que no podrá cumplir honestamente. El negocio se lo dan, una vez más, a su competidor.

Efectivamente, este hermano declara que su amor por Cristo es mayor que su amor por el dinero.

Hay padres que me dicen que los programas y ministerios de la iglesia son fundamentales para el crecimiento espiritual de sus hijos: programas juveniles excelentes, actividades emocionantes, campamentos en verano, retiros en invierno, grupos de discipulado los fines de semana. Dicen que es crucial que sus hijos estén rodeados de líderes piadosos que los animen a amar a Jesús… y estoy totalmente de acuerdo. Pero después meten a sus hijos a un equipo de futbol o a hacer otro deporte que no los deja asistir a ninguna de las actividades de la iglesia, y para rematar, dejan de venir el domingo porque hay partido.

Lo sepan o no, esos padres acaban de declarar que el desarrollo deportivo de su hijo es más importante que su desarrollo espiritual.

También es común que el caso de las solteras en la iglesia. Quieren casarse, formar un hogar y entregar su amor a un esposo y sus futuros hijos. Una se enamora, pero después de un tiempo empieza a preguntarse si el hombre ama al Señor tanto como ella. Sí, va a la iglesia; dice que cree en Dios; tiene una Biblia; se ofrece a orar antes de las comidas. Pero a medida que pasa el tiempo, empieza a notar que sus posesiones, su carrera y sus pasatiempos ocupan gran parte de su vida. No lee mucho la Biblia. Sus conversaciones nunca giran en torno al Señor. Su interés en la iglesia es, siendo honestos, muy superficial.

Y entonces él le propone matrimonio. Sus anhelos más profundos están en juego: casarse, construir un hogar, tener una familia.

Aunque le rompe el corazón y destruye sus sueños, ella dice que no. Ella ha declarado que su vida afectiva se rige por una prioridad: Jesús primero.

¿Quieres ser un discípulo comprometido de Cristo?
Entonces pon tus afectos en el orden correcto… y asegúrate de que Jesús esté en la cima de esa lista.

El segundo principio podría expresarse así:

Acepta la burla y el rechazo del mundo

El versículo 27 dice:

Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo. (Lucas 14:27)

Por cierto, la frase “venir en pos de mí” expresa literalmente la idea de ponerse en fila detrás de alguien, para seguirlo.[viii]

Esta multitud está siguiendo a Jesús en su camino a Jerusalén, y ellos creen que van en un desfile… pero Jesús sabe que es una marcha hacia la muerte, un camino que lo llevará al calvario.

Ese camino incluye burla, desprecio y rechazo.

¿Cuál es tu expectativa como Su discípulo? ¿Bufandas de seda y brisas suaves? Jesús dice: si quieres seguirme, ponte en fila… y prepárate para recibir tu propia cruz.

Ten cuidado de no convertir este pasaje en una lista de requisitos para la salvación, como han hecho algunos. Sin darse cuenta, terminan convirtiendo la salvación en una justificación por fe más obras. Jesús no está dando un requisito previo para ser salvo; está describiendo lo que deben esperar quienes caminan con Él.

Él no está enseñando cómo convertirse en hijos de Dios, sino de cómo comportarse como discípulos de Cristo.[ix]

Esto es lo que debes esperar si sigues a Cristo como un discípulo fiel en Su expedición hacia el Calvario.

Jesús está haciendo una declaración que la multitud entendería de inmediato… pero nosotros no; porque, en esos tiempos la cruz no representaba el cristianismo. Llevar una cruz no significaba ponerse un lindo collar de plata. Representaba morir de la manera más humillante posible. Era la clase de muerte que nadie quería sufrir. La cruz no solo era un instrumento de tortura, sino un símbolo público de vergüenza.

Era la forma más extrema en que el imperio romano podía someter a una persona.

Tomar la cruz en el primer siglo era la manera más gráfica de declarar que tu vida ya no te pertenecía, que ya no estabas al mando de tu propio destino.

Imagínate a la gente escuchando a Jesús decir esto… habrían quedado profundamente ofendidos, escandalizados. Ellos estaban siguiendo al Mesías; esperaban un reino, no una crucifixión.

Jesús no está repartiendo coronas; Él está repartiendo cruces, por así decirlo. Nos invita a ponernos detrás de Él en la fila para declarar que ya no somos dueños de nuestro destino; ahora estamos sometidos a Su reino; estamos dispuestos a soportar lo que sea por Él.

Quizás digas: “¡Nadie es tan fanático para arriesgar su vida!” Bueno… estaba viendo un documental sobre una maratón anual en pleno desierto del Sahara. Cientos de personas se inscriben. Tormentas de arena, calor abrasador, distancias interminables durante varios días. Hay marcadores en la ruta, pero pueden volarse con una tormenta; los corredores suelen quedar solos y pueden perderse fácilmente.

Antes de comenzar la competencia, cada corredor debe llenar un formulario. Y hay una pregunta obligatoria —escucha esto—: Si mueres durante la carrera, ¿a dónde debemos enviar el cuerpo?

Y, por cierto, ninguno de los discípulos más cercanos del Señor cumplió su compromiso al principio. Todos lo abandonaron… excepto Juan, que estuvo allí junto a María y otras mujeres al pie de la cruz.

Después, tras la resurrección del Señor, este pequeño grupo se volvió a reunir a Su alrededor. No tuvieron que “salvarse de nuevo”; eran verdaderos discípulos… pero es posible ser un discípulo infiel.

Debió ser profundamente humillante volver a comprometerse con Él, sabiendo lo que Él soportó… sin ellos.

Pienso también en Juan Marcos, un discípulo apasionado de Cristo, tanto que la iglesia primitiva lo consideró el compañero ideal para Pablo y Bernabé. Estos tres emprendieron un viaje misionero, pero en algún punto Marcos se desilusionó y se desanimó. No era lo que había imaginado; era mucho más duro de lo que había anticipado. Más tarde, el apóstol Pablo describió esa expedición diciendo que recibieron golpes, insultos, hambre y sed.

Aparentemente, Marcos pensó que este viaje sería como unas vacaciones; no había hecho la maleta para enfrentar tormentas. Así que se rindió y volvió a casa. Pablo lo describió en Hechos 13:13 como una deserción:
“¡Marcos nos abandonó!”

Más adelante, Marcos evidentemente pidió perdón y quiso volver a unirse al equipo misionero. Bernabé dijo: “Sí, llevémoslo.” Pero Pablo dijo básicamente: “¡Sobre mi cadáver!” —obviamente eso está en el idioma griego. Broma.

El desacuerdo entre Pablo y Bernabé sobre Marcos fue tan fuerte que se separaron. Pablo tomó a Silas y Bernabé tomó a Marcos, y cada equipo viajó en direcciones distintas.

Marcos no necesitó “volver a salvarse” para ir con Bernabé, pero tenía mucho que aprender de su fracaso como discípulo. Más adelante, en su gracia, Dios usaría a este mismo hombre para escribir el Evangelio según Marcos.

Ahora el Señor Jesús continúa dándonos dos ilustraciones y un tercer principio sobre lo que significa ser un fiel discípulo de Cristo. El principio es el siguiente:

Anticipa el costo de tu compromiso

El versículo 28 dice:

Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? No sea que después que haya puesto el fundamento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él, diciendo: “Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar.”

¿O qué rey, al marchar a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil? Y si no puede, cuando el otro está todavía lejos, le envía una embajada y le pide condiciones de paz. (Lucas 14:28–32)

La frase que se repite aquí es: “sentarse primero.” Esta expresión se refiere a alguien que se sienta a deliberar, a calcular, a pensar con calma antes de levantarse para enfrentar el desafío.[x]

Ser discípulo de Jesús no tiene tanto que ver con una emoción… sino con un cálculo razonable.

Siéntate y piensa —piénsalo bien: ¿qué significa para ti hoy seguir a Cristo?

Y, por cierto, esto no es algo que consideras únicamente al comienzo de tu caminar con Cristo, sino a lo largo de todo tu caminar con Él. Porque el costo de seguirlo puede significar una cosa hoy… y otra cosa mañana.

Así que, de manera cuidadosa y en oración, anticipas el costo. Lo calculas.  

Finalmente, aquí va la cuarta declaración. Podríamos resumir el cuarto principio de la siguiente manera:

Asume que tus expectativas cambiarán en el camino

El versículo 33 dice:

Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.
(Lucas 14:33)

La frase “así, pues” (“por lo tanto”, “entonces”) conecta todo lo que Jesús acaba de decir y lo resume.[xi]

Así pues, prepárate para renunciar a todo.

La palabra traducida “renunciar” es la misma que el Nuevo Testamento usa con frecuencia para decir adiós, para despedirse de algo o alguien.[xii]

Esto vuelve a resumir el asunto de las prioridades:

  • Jesús importa más que cualquier otra relación.
  • Más que la aprobación o aceptación de los demás.
  • Más que cualquier proyecto o empresa personal.
  • Más que cualquier deseo o expectativa que lleves contigo.

En palabras sencillas: nada importa más que pertenecer al Señor y caminar con Él. Tienes que estar dispuesto a decirle adiós a cualquier cosa por amor a Cristo.[xiii]

Conclusión

Durante veinte años, equipos de búsqueda exploraron el mar congelado donde Sir John Franklin y sus 138 hombres murieron. Esta vez, los equipos llegaron preparados para ventiscas, nieve y hielo.

Comenzaron a reconstruir lo que había sucedido. Encontraron una tienda de campaña en lo que más tarde se llamaría la Bahía del Terror. Allí encontraron treinta cuerpos congelados, aún con sus uniformes puestos. En sus bolsillos había chocolates y té.

Luego, encontraron a otro grupo de cuerpos congelados: todos los oficiales, amontonados. En el abrigo de uno de ellos encontraron su juego de utensilios de plata, grabado con sus iniciales. Evidentemente, no pudo dejarlo atrás.

Muchos kilómetros al sur encontraron a otro miembro de la expedición; este hombre fue un representante perfecto de aquella travesía mal planificada y trágica. Un autor describió la escena de esta manera: estaba allí, congelado en el tiempo, con su uniforme impecable; pantalones y chaqueta de un azul fino, con bordados detallados; las mangas con cinco botones cubiertos. Sobre su uniforme todavía llevaba su abrigo azul, y su bufanda negra de seda seguía perfectamente anudada.[xiv]

Habían preparado su equipaje… para la expedición equivocada.

Y estos discípulos, camino a Jerusalén —y nosotros hoy, que en cierto sentido avanzamos hacia nuestra propia Jerusalén— necesitamos este mismo golpe de realidad en cuanto a nuestras expectativas.

Seamos honestos y pongamos nuestras relaciones en el orden correcto de prioridad. Pongamos siempre a Jesús en primer lugar.

Aceptemos con humildad el rechazo y la burla del mundo. 

Anticipemos con cuidado el costo de nuestro compromiso con Dios. 

Y, al final del día, estemos listos para despedirnos de cualquier cosa que compita con el lugar que solo Jesús merece.Así que toma tu cruz, ajusta tus expectativas, y sigue con gozo tu salvador como un fiel discípulo de Cristo.


[i] R. Kent Hughes, Luke: Volume Two (Crossway Books, 1998), p. 123

[ii] Bruce B. Barton, Life Application Bible: Luke (Tyndale Publishing, 1997), p. 361

[iii] David E. Garland, Exegetical Commentary on the New Testament: Luke (Zondervan, 2011), p. 600

[iv] Barton, p. 361

[v] Darrell L. Bock, Baker Exegetical Commentary: Luke, Volume 2 (Baker Academic, 1996), p. 338

[vi] Charles R. Swindoll, Insights on Luke (Zondervan, 2012), p. 373

[vii] Adapted from J. Dwight Pentecost, The Words and Works of Jesus Christ (Zondervan, 1981), p. 332

[viii] Swindoll, p. 374

[ix] Warren W. Wiersbe, Be Compassionate: Luke 1-13 (victor Books, 1989) p. 103

[x] Garland, p. 602

[xi] Adapted from Dale Ralph Davis, Luke, Volume 2 (Christian Focus, 2021), p. 27

[xii] Garland, p. 603

[xiii] Adapted from Davis, p. 27

[xiv] Adapted from Hughes, p. 124

Este contenido es una adaptación autorizada del ministerio Sabiduría Internacional, bajo la enseñanza original de Stephen Davey. Todos los derechos del contenido original están reservados a su autor.


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Hemos procurado citar debidamente todos los recursos externos utilizados en cada lección. Las citas bíblicas provienen principalmente de la versión Reina-Valera 1960 y de la Nueva Biblia de las Américas (NBLA), aunque en algunos casos se emplean otras versiones de la Biblia para facilitar la comprensión del pasaje.
Reina-Valera 1960® © 1960 Sociedad Bíblica Trinitaria. Usada con permiso. Todos los derechos reservados.
La Nueva Biblia de las Américas (NBLA) © 2019 por The Lockman Foundation. Usada con permiso. Todos los derechos reservados.

Adaptado y publicado por el ministerio Sabiduría Internacional.

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