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¿Qué significa ser la sal de la tierra?

La expresión “ustedes son la sal de la tierra” es tan conocida que muchos creemos entenderla… hasta que la examinamos con más cuidado. ¿Por qué Jesús eligió precisamente la sal para describir la vida de un discípulo? ¿Qué aspectos de nuestra fe, nuestro carácter y nuestra influencia revelan si realmente vivimos como tal? En este estudio profundizamos en una metáfora que, aunque sencilla, toca áreas esenciales de nuestra identidad y misión. Acompáñanos a descubrir por qué estas palabras de Jesús siguen confrontando, despertando y guiando el corazón de quienes desean seguirle fielmente.

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Introducción

Todos nosotros tenemos en el cuerpo un poco más de 100 gramos de algo que es bastante importante. De hecho, es un asunto de vida o muerte. Pero como nuestro cuerpo no puede producirlo, dependemos por completo de los alimentos que consumimos para obtenerlo.

Si no recibimos suficiente, nuestros músculos no se contraen, la sangre no circula, los alimentos no se digieren y, francamente, el corazón deja de latir.

Hay mucho debate sobre cuánto es demasiado, y mientras más pasan los años, más conscientes nos volvemos de este detalle. Incluso empezamos a leer las etiquetas de los productos, porque hoy en día todo lo que compramos en el supermercado está obligado a decir cuánto contiene de este químico.

¿Y qué es? (A todo esto, alguien me preguntó hace poco por qué nunca doy ilustraciones científicas, pero, prepárense: hoy voy a leer un análisis químico de este compuesto estable). En términos químicos —ya puedo verlos al borde de sus asientos— se trata de “un compuesto formado por un conjunto iónico de cationes con carga positiva y aniones con carga negativa. Este compuesto consiste en iones de sodio, con carga positiva, e iones de cloruro, con carga negativa”.

Impresionante, ¿cierto?

Bueno, si aún no lo adivinaste, estamos hablando de la sal.

Se supone que deberíamos consumir entre 500 miligramos y no más de 2400 al día. Eso significa dos bolsas de palomitas de maíz preparadas como a mí me gustan… y ya quedo listo para todo el mes.

Con los avances de la ciencia y la medicina, el valor de la sal ha aumentado. Hoy sabemos que mantener el nivel adecuado de sal ayuda en la conducción nerviosa, la absorción del potasio y otros nutrientes vitales, el equilibrio de los electrolitos y la regulación del nivel de agua en cada célula, algo invisible al ojo humano.

Las funciones de la sal

En el evangelio de Lucas, Jesús declaró: “La sal es buena”, en el capítulo 14, versículo 34, que es nuestro texto para hoy. Jesús comienza esta analogía diciéndoles a Sus discípulos: “La sal es buena”. Detengámonos allí por un momento.

Evidentemente, Jesús no quiere que Sus seguidores vivan una vida sin sal. Y Jesús lo sabía muy bien. Él la creó. Él sabía por qué la sal es buena y por qué sería una analogía tan poderosa para describir la vida de un discípulo.

Él conocía todos los motivos por los que la necesitamos. Conocía mucho más que la ciencia de Su tiempo, y aún hoy nosotros no conocemos todo al respecto de la sal.

Lo que sí sabemos es que, desde tiempos antiguos, la sal se consideraba mucho más que un simple condimento; también se usaba como un agente limpiador. 

La sal se considera la forma más antigua de antibiótico. Hasta hoy usamos la expresión “echar sal en la herida”. Esa frase viene del hecho de que la sal, mezclada con agua, puede desinfectar una lesión. Arde, sí, pero limpia.

Hoy en día, algunos toman baños de sal o remojan los pies en agua salada.

En la antigüedad se valoraba tanto para prevenir enfermedades que a los recién nacidos se les frotaba con sal pulverizada.

Y no somos los únicos que la necesitamos. Los animales de granja también; sin sal pierden peso y apetito. En su desesperación llegan a comer tierra, piedras o madera, e incluso lamen el sudor de otros animales para obtener un poco de sal.

Incluso en tiempos antiguos, la demanda por la sal literalmente construyó imperios. Civilizaciones enteras surgieron en África, China, India y el Medio Oriente debido a contar con depósitos de sal. En los días de Jesús, barcos mercantes cruzaban el mar Mediterráneo cargando sal, y caravanas de camellos recorrían los desiertos de África transportándola.

Durante siglos, el valor de la sal llegó a ser el doble del valor del oro.

En sus viajes en el siglo XIII, Marco Polo observó cómo los tibetanos usaban pastillas de sal como dinero; eran tan valiosas como el oro.

En 1785, un líder político en Inglaterra escribió que “cada año arrestan a diez mil personas por contrabandear y vender sal”. Era sal que el gobierno no había podido cobrarle impuestos. El gobierno británico persiguió ese mercado negro con tanta fuerza, destruyendo los carteles de la sal, que los cerdos y el ganado comenzaron a morir por falta de sal, simplemente porque los granjeros no podían pagar el impuesto.

Gandhi, en la India, llegó a ser famoso por exigir que los indios pudieran cosechar su propia sal. Lo llamó un “derecho humano básico”.

Incluso John Wesley comenzó a predicar sermones en contra del impuesto a la sal. Finalmente, el Parlamento inglés cedió.

Como podrás imaginar, también surgieron supersticiones alrededor de la sal. Desde la época de Platón se consideraba que poseía un poder místico.

En Suiza, el día de su boda, el novio acostumbra a poner pan en un bolsillo y sal en el otro, como símbolo de prosperidad.

Una novia alemana, el día de su boda, se pone sal en el zapato, lo que —para mí— solo significa que caminar hacia el altar le va a resultar muy incómodo.

Encontré un video en internet con varios millones de vistas donde una mujer explica cómo poner cuatro cristales de sal en la billetera, qué oración decir, y cómo eso garantiza prosperidad.

Por supuesto, también existen supersticiones negativas; derramar sal se consideraba un mal presagio. Leonardo da Vinci pintó esta idea en su famosa obra “La Última Cena”, donde Jesús está con Sus discípulos. Si observas con atención notarás que uno de los discípulos derribó el salero. Ese discípulo era Judas. ¡Todo porque derramó la sal!

En tiempos de Cristo, muchos empleados del gobierno recibían parte de su salario en forma de sal, la cual podían vender luego con ganancia; algo así como recibir hoy acciones de alguna empresa como forma de pago.

Los soldados romanos también eran pagados con sal. De hecho, la palabra latina para ese pago era salarium, de donde proviene nuestra palabra “salario”.

El Antiguo Testamento nos muestra que la sal representaba tanto compromiso como permanencia. Con el tiempo llegó a simbolizar lealtad de por vida y una devoción constante a Dios. De hecho, Dios mandó que se añadiera sal a los sacrificios del Antiguo Testamento.[i]

La sal simbolizaba la lealtad hacia Dios y también la amistad con Él.

Cuando Lot y su familia huían para escapar del juicio de Dios sobre Sodoma y Gomorra, se nos dice en Génesis 19:26 que la esposa de Lot “miró hacia atrás”. Y eso no significa simplemente que volteó para ver qué sucedía; significa que anhelaba volver, que su lealtad seguía allí, en aquel valle.

Entonces Dios la convirtió en una estatua de sal, quizá como una forma de mostrar irónicamente la profundidad de su falta de lealtad hacia Él.

La Ilustración de Jesús

A medida que el Señor continúa Su camino hacia Jerusalén —apenas a unos meses de Su crucifixión— sigue describiendo cómo deben vivir sus discípulos fieles, y usa la sal como ilustración.

Dice aquí, en el versículo 34:

La sal es buena. (Lucas 14:34a)

Si combinamos este pasaje con el relato de Mateo, el Señor también dijo:

Vosotros sois la sal de la tierra… la sal es buena.” (Mateo 5:13; Lucas 14:34a)

Y mientras más comprendemos lo que era la sal en aquel tiempo, más amplia y desafiante se vuelve la aplicación espiritual para nosotros

De manera similar, mientras más conoces sobre las ovejas, más entiendes como aplicar esa maravillosa ilustración a la vida de los creyentes, que somos las ovejas del buen pastor.

Entonces, como la sal representa lealtad, estamos llamados a mostrar lealtad a Dios. Demostramos que nuestra amistad con Dios es más importante que todas las otras amistades.

Así como la sal es purificadora, a ser una influencia que santifica y purifica nuestro entorno. Dios nos llama a limpiar las heridas del pecado en la vida de otras personas, por así decirlo, cuando compartimos la verdad del evangelio.

Somos útiles y valiosos en las manos de Dios cuando nos utiliza en el mundo para esparcir las verdades invaluables de la salvación.

Ofrecemos, en nombre de Cristo, un antibiótico divino: el perdón, que sana a quienes están muriendo por el pecado que los consume.

Como discípulos fieles, demostramos nuestro valor al avanzar el reino de Cristo.

Jesús nos da una instrucción muy profunda en esta sola frase:

“Vosotros sois la sal de la tierra… la sal es buena.” (Mateo 5:13; Lucas 14:34)

Y fíjate que Jesús no dice, “Llegarán a ser sal… después de unos años de crecimiento espiritual, entonces serán sal”. No. Jesús tampoco dice: “Sean sal”. Él dice: “Ustedes son sal.”[ii]

O sea, Jesús no está entregando una meta futura, sino describiendo una identidad presente. Él no está asignando una tarea, sino revelando una realidad espiritual. Por su unión con Cristo, el creyente es una nueva criatura y tiene una influencia inevitable. Esto no es algo que llegas a ser con el tiempo; esto es algo que ya eres, desde ahora mismo.

Cuando somos salvos por medio de la fe, Dios nos transforma instantáneamente. Y, aunque ciertamente debemos crecer en madurez, e indudablemente sufrimos de altibajos en nuestro caminar de fe, tenemos una nueva posición, una nueva identidad.

  • Somos sal como dice aquí. 
  • Somos la luz del mundo (Mateo 5:14),
  • Somos amigos de Cristo (Juan 15:14), 
  • Somos sus testigos (Hechos 1:8). 

Lo somos. Y por eso cada día podemos crecer y reflejar de mejor manera nuestra nueva identidad.

La pregunta de Jesús

Después hacer esta afirmación, Jesús hace esta pregunta en el versículo 34:

La sal es buena; mas si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada?” (Lucas 14:34)

El cloruro de sodio es un compuesto estable; es decir, la sal no deja de ser sal, a menos que se mezcle o se contamine con impurezas, algo muy común en la antigüedad.

Y aquí surge otra ilustración poderosa sobre la vida del discípulo: podemos perder nuestra salinidad —nuestra eficacia— permitiendo que impurezas entren en nuestras vidas y diluyan o corrompan nuestro testimonio.

La estructura original del texto implica que esta es un peligro real: “Si la sal pierde su sabor —y puede perderlo” Jesús nos advierte que esto le puede suceder a cualquiera de Sus seguidores.[iii]

Jesús no está hablando de perder la salvación; está hablando de perder, tu credibilidad, tu utilidad, tu pureza, tu distintivo, ese poder de dar sabor espiritual que Él quiere que lleves al mundo que te rodea. Todo eso se puede diluir. Las impurezas pueden hacer que tu vida se vuelva ineficaz e insípida. O sea, el creyente no pierde su identidad en Cristo, pero sí puede perder su impacto cuando permite que el pecado, y la impureza espiritual diluyan su influencia.

Así que debemos tener cuidado como dice Santiago 1:27, buscando mantenernos sin mancha del mundo. Siendo vigilantes, para no contaminarnos. Lo que no significa que nos vamos a alejar del mundo y las personas pecadoras – poniéndonos un traje, guantes y mascarillas – evitando entrar en contacto para que no se nos pegue lo mundano. Cómo el mismo Señor Jesús oro por sus discípulos: 

No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo. (Juan 17:15-18)

Nos guardamos de la contaminación al afirmarnos en el Señor y Su Palabra, rechazando las practicas y pensamientos pecaminosos – y aún la exposición innecesaria al pecado mientras vivimos en este mundo pecaminoso. Como lo expresa el apóstol Pablo, no nos conformamos a este siglo, sino que somos transformados por medio de la renovación de nuestro entendimiento. (Romanos 12:2)

Entonces, Jesús lleva la ilustración a su aplicación más básica. La gente de Su tiempo no conocía el valor celular de la sal, ni sus funciones invisibles en el torrente sanguíneo, ni su papel en el equilibrio de electrolitos o nutrientes en la digestión. Pero todos entendían su valor fundamental que hacía que todos la desearan: la sal le da sabor a todo lo que pruebas. 

Entonces, Jesús está diciendo: Así como la sal marca la diferencia en cada bocado, ustedes deben marcar la diferencia en cada interacción que tengan con los demás. 

La consecuencia de Jesús

Ahora Jesús pasa de la pregunta a la consecuencia. En el versículo 35, si la sal pierde su sabor:

“Ni para la tierra ni para el muladar es útil; la arrojan fuera.” (Lucas 14:35a)

El relato de Mateo lo dice así:

“Y será echada fuera y hollada por los hombres.”
(Lucas 14:35; Mateo 5:13b)

Esta es ciertamente una imagen humillante. La sal, cuando perdía sus propiedades, pasaba de ser un material extremadamente valioso y útil, a no tener mayor utilidad que para tirarla a la calle. Obviamente, la sal no fue creada para eso. Y tampoco el creyente. Ese no es el propósito de un discípulo, pero es la triste consecuencia de dejarse conformar por el mundo. Por dejarse corromper por el pecado, un cristiano puede perder su testimonio y utilidad. Puede perderse del propósito por el cual el Señor lo puso en el mundo. Pierde su efectividad y su recompensa celestial.

En tiempos del Señor, había un tipo de sal llamada sal de roca, que se había contaminado con otros minerales o que simplemente no se había purificado. Esa sal impura se tiraba en los caminos, donde los viajeros la pisaban y la compactaban; así se formaban senderos más parejos.

Si vives en zonas donde cae mucha nieve sabes bien de qué hablo. A esa sal la llamamos halita, y se esparce en las carreteras para derretir la nieve y el hielo. No está purificada; es más oscura porque no se la procesa mucho.

Solo en Massachusetts se usan 500.000 toneladas de esta sal cada invierno.

Donde vivo, no estamos acostumbrados a la nieve. No se ven camiones esparciendo sal, y cuando cae un poquito de hielo, cierran todo. A veces, ni siquiera tiene que caer nieve: basta con un pronóstico de que podría caer nieve para que todo se detenga.

Lo que hace la ciudad aquí es tirar arena en los puentes y las calles. Eso no ayuda en nada; lo único que hace es producir un sonido crujiente mientras te resbalas lentamente fuera de la carretera.

Entonces, la sal que ya no tenía sabor se usaba para cubrir los caminos. Algo tan precioso y valioso, perdía su efectividad y su impacto de tal manera que terminaba tirándose a la calle, como si no fuera más que un poco de tierra.

Un gran valor, un gran potencial… desperdiciado por dejarse contaminar con el pecado.

Vivir una vida pura, ciertamente no será la forma más fácil de vivir, porque estarás llevando la verdad a tu mundo, y a veces será como un baño tibio de agua con sal; pero muchas veces será como echar sal en una herida.

Va a arder… pero si la persona lo recibe, va a sanar.

Eso sucede cuando declaramos que es “pecado” lo que el mundo declara “aceptable”. Quizás por eso Jesús nunca les dijo a Sus discípulos que fueran azúcar —aunque ciertamente podemos ser más dulces— sino que dijo que éramos sal.

El discípulo fiel actúa como un preservante, igual que la sal, retrasando los efectos de la corrupción y la degradación. Como sabrás, en la antigüedad no existían refrigeradores, así que se usaba la sal para retrasar la descomposición de la carne. Y hasta el día de hoy se usa la sal para eso en algunos lugares o en algunos procesos especiales. Nuestra vida, nuestro mensaje y hasta nuestra presencia debe marcar la diferencia. Nuestro testimonio frena, detiene y limita la corrupción moral de una cultura que naturalmente tiende hacia abajo. 

William Barclay escribió que el cristiano sirve como la conciencia de su prójimo, y la iglesia sirve como la conciencia del mundo que la rodea.[iv]

Le recordamos a un mundo en decadencia las verdades de la Palabra de Dios:

  • Que la Biblia enseña que el género masculino y femenino son elementos establecidos por Dios desde la creación, y negar esa verdad trae consecuencias devastadoras.
  • Que la Biblia enseña que la práctica homosexual es una elección, y vivir en ella produce efectos degradantes.
  • Que la Biblia enseña que el adulterio viola un pacto sagrado y trae consecuencias desastrosas.
  • Y podríamos seguir enumerando lo que la Biblia dice sobre la estafa financiera, el robo, la embriaguez, la pornografía, la ira, el chisme, la mentira… La Biblia no suaviza nada al declarar y describir el pecado.

¿Por qué? ¿Solo para que duela? No… para que sane. Para que la persona venga a Jesús y abandone su pecado que trae destrucción y separación de Dios – y encuentre perdón y salvación en la cruz de Cristo.

Barclay continúa escribiendo sobre este pasaje:

“El discípulo debe ser alguien ante quien nadie quiera usar lenguaje dudoso, ni se cuenten historias cuestionables y tampoco se sugieran acciones deshonrosas. Debe ser como un agente desinfectante en el círculo en el que se mueve.”[v]

Vas a incomodar la conciencia de los incrédulos simplemente por estar presente, cuando ellos descubran a Quién representas. Eres una influencia purificadora, un agente de limpieza espiritual. Debes elevar el estándar moral donde te encuentres.

Conclusión

Nunca voy a olvidar una ocasión en la que esto me pasó. Si juegas golf y vas solo al campo, lo más probable es que te junten con otros jugadores hasta armar un grupo de cuatro.

Hace varios años, elegí un horario en el que sabía que el campo estaría casi vacío. Quería jugar solo: sin distracciones, con tiempo para pensar. Además, cuando si juegas como yo…la verdad es que no quieres testigos. Pero claro, me pusieron con tres amigos que venían juntos para completar el grupo. Me presenté, nos dimos la mano y empezamos a jugar.

Mientras avanzábamos por el campo, ellos contaban un chiste vulgar tras otro; se reían de cada historia indecente, y después de cada mal tiro… soltaban una tormenta de malas palabras. Yo seguía en lo mío, callado. Finalmente, como en el hoyo 8, uno de ellos me mira y dice: “Oye, perdón por dejarte fuera de la conversación”. Le respondí: “No hay problema”. Él insistió: “No, de verdad… cuéntanos, ¿a qué te dedicas?”

Yo le dije: “Soy pastor”.

Casi se desmayan. Empezaron a disculparse por su lenguaje, por los chistes… ¡hasta empezaron a llamarme “Padre”! Y yo no quería ser su padre.

El problema fue que, desde ese momento, no me quitaron los ojos de encima. Si pegaba un mal tiro, ya no podía murmurar ni mostrar frustración. Tenía que sonreír y saludar mientras mi pelota se iba directo al desierto a vagar por cuarenta años.

Francamente, era más cómodo cuando nadie sabía quién era. Pero la sal nunca fue hecha para quedarse en el salero. Fue hecha para esparcirse.

Dios nunca quiso que Sus discípulos vivieran vidas “sin sal”, por así decirlo, sino que vivieran demostrando lo que son.

La sal no es para que se quede en el salero. No existe para quedarse escondida. No es para coleccionarla. Es para esparcirla, aplicarla, sazonar, confrontar, limpiar, frenar, purificar, realzar, darle sabor a la vida entera con su presencia.

Jesús termina con esta invitación en el versículo 35:

“El que tenga oídos para oír, oiga.” (Lucas 14:35b)

En otras palabras: deja que el significado de esta analogía sencilla penetre en tu corazón; deja que siga resonando en tus oídos. Deja que esto impacte tu vida. No olvides esta verdad: Esto es lo que tú eres. Tu eres la sal de la tierra. 


[i] La información histórica anterior está adaptada del artículo “The Salt of the Earth”, por Steve Kemper, Smithsonian Magazine, enero de 1999

[ii] Douglas Sean O’Donnell, Matthew, Crossway, 2013, p. 118

[iii] R.C.H. Lenski, The Interpretation of St. Luke’s Gospel, Augsburg Publishing House, 1946, p. 792

[iv] William Barclay, The Gospel of Luke, Westminster Press, 1975, p. 198

[v] Ibid.

Este contenido es una adaptación autorizada del ministerio Sabiduría Internacional, bajo la enseñanza original de Stephen Davey. Todos los derechos del contenido original están reservados a su autor.


Puede compartir o reproducir este material libremente solo con fines no comerciales, citando adecuadamente al autor y al ministerio. Queda prohibida su venta, modificación con fines lucrativos o redistribución sin permiso escrito.

Hemos procurado citar debidamente todos los recursos externos utilizados en cada lección. Las citas bíblicas provienen principalmente de la versión Reina-Valera 1960 y de la Nueva Biblia de las Américas (NBLA), aunque en algunos casos se emplean otras versiones de la Biblia para facilitar la comprensión del pasaje.
Reina-Valera 1960® © 1960 Sociedad Bíblica Trinitaria. Usada con permiso. Todos los derechos reservados.
La Nueva Biblia de las Américas (NBLA) © 2019 por The Lockman Foundation. Usada con permiso. Todos los derechos reservados.

Adaptado y publicado por el ministerio Sabiduría Internacional.

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