Introducción
He leído que los buscadores de internet tienen maneras de seguir todo lo que te interesa. Eso explica por qué, después de comprar una corbata hace un tiempo, empecé a recibir un anuncio tras otro… ¡de corbatas! Al final le pregunté qué podía hacer a un hermano que conoce mucho de computadoras, y me enseñó a borrar los datos de navegación. Esas famosas “cookies”. Las unicas que “cookies” que conocia eran las que se mojan en la leche. Pero bueno, siempre se aprende algo nuevo.
Por cierto, desde hace semanas mi correo y mi número de telefono han estado hackeados, y hermanos del equipo de trabajo e incluso varios miembros de la iglesia han recibido correos supuestamente de mi parte diciéndoles que necesito verlos por un asunto crítico. A una persona le llegó un correo donde yo le pedía tarjetas de regalo. Obviamente, ese no era yo; yo habría pedido una caja de donas.
También leí que plataformas como Amazon pueden detectar cuando un lector subraya una frase en un e-book (un libro digital). Al finalizar el año, generan una lista de los pasajes más populares, subrayados por más personas.
Un autor comentó que, hace algún tiempo, Amazon publicó el pasaje más subrayado en Biblias digitales en linea. Uno esperaría que fuera Juan 3:16 o el Salmo 23; pero el versículo más resaltado fue uno en Filipenses 4 que dice:
“…sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias”.
En otras palabras, el versículo más subrayado tenía que ver con cómo orar y qué esperar de la oración.[i]
Esa, evidentemente, es una inquietud apremiante para el cristiano contemporáneo; pero déjame decirte que también lo fue para los discípulos del primer siglo… y, de hecho, para cada cristiano en cada momento de la historia.
Venimos avanzando en nuestro estudio del evangelio de Lucas, capítulo 11 donde vemos que el Señor acaba de enseñarles a Sus discípulos cómo orar. Aunque a nosotros nos tomó nueve lecciones desglosar cada frase de esa oración, Jesús les enseñó un modelo que no toma más de dos minutos en recitar.
Y ahora que acaba de terminar en el versículo 4, me imagino a los discípulos sentados, pensando: “¿Eso es todo? ¿Eso es todo lo que debemos decir? ¿De verdad podemos llamar la atención de nuestro Padre celestial con una oración de dos minutos?”.
Jesús sabe que está sería una respuesta natural. Es más, él conoce sus preguntas y sus dudas. Y también sabe que no entienden mucho acerca de Dios el Padre —ese es el asunto de fondo. Por eso, Jesús está a punto de enseñarles, ilustrarles y revelarles el carácter de Dios y cómo esto afecta nuestra vida de oración.
Estoy convencido de que en mi propia vida (y probablemente en la suya también) el problema no es tanto que no sepamos orar, sino que no conocemos a nuestro Padre celestial, a quien oramos, lo suficientemente bien.
Así que, a penas termina de enseñar este modelo de oración, Jesús cuenta dos parábolas sobre la oración. Y estas parábolas están diseñadas que conozcamos más de modo más profundo e íntimo y correcto a nuestro Padre celestial y por ende, podamos orar con más confianza.
Parábola #1: el amigo que rehusa ayudar
La primera parábola comienza en Lucas 11, versículo 5 donde Jesús dice:
¿Quién de vosotros que tenga un amigo, va a él a medianoche y le dice: Amigo, préstame tres panes, porque un amigo mío ha venido a mí de viaje, y no tengo qué ponerle delante; y aquel, respondiendo desde adentro, le dice: No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis niños están conmigo en cama; no puedo levantarme, y dártelos? (Lucas 11:5–7).
Antes de meternos de lleno en la parábola, debemos notar la frase con que Jesús comienza la parábola —“¿Quién de vosotros…?” Esa es una pregunta retórica que espera una respuesta negativa. En otras palabras, Jesús está preguntando: “¿Puede alguno imaginarse a un amigo que actua de esa manera, rechazando a su amigo en necesidad?”. Y espera que respondamos: “Por supuesto que no; los amigos no actúan de esa manera”.[ii]
Pero, pensándolo bien, ¡Es posible! Hasta un buen amigo podría mostrarse molesto o poco dispuesto a ayudar cuando la petición es tan inconveniente.
Las casas de la gente común en el primer siglo tenían dos niveles; uno quedaba un poco más elevado que el otro. A menudo —como todavía sucede en algunas zonas del Medio Oriente— se metían a la casa los animales domésticos (gallinas y cabras). Los dejaban en el nivel inferior durante la noche para protegerlos de otros animales y ladrones. La familia dormía arriba, en el área elevada, recostados en esteras. A la mañana siguiente sacarían nuevamente a los animales y limpiarían esa sección de la casa.[iii]
La puerta se aseguraba por dentro con una barra de madera que se deslizaba a través de unas argollas fijadas a la hoja y al marco; para abrir, había que retirar la barra, hacer ruido y despertar a medio mundo.[iv]
En aquellos días, la gente solía viajar de noche para evitar el calor del día; llegaban a las casas de familiares o amigos sin previo aviso, porque no había forma de llamar con antelación. No había teléfono para avisar que iba visitar.[v]
Así que aquí está el escenario: la puerta ya está asegurada, los animales están dormidos —y eso incluye a los niños; gracias al Señor, por fin se durmieron—; todos se han acostado para pasar la noche cuando, justo entonces, aparece este viajero. Jesús menciona específicamente que esto ocurre a medianoche. O sea, era el momento más inoportuno para esta interrupción.
Algo muy importante a considerar es que, en esta cultura, la hospitalidad era un asunto de honor personal. Era un deber. Rehusar la hospitalidad traía vergüenza y humillación. El pueblo te vería con malos ojos. No querrían asociarse contigo. Dejarían de hablarte. No querrían trabajar contigo. La mala fama se extendería por todos lados. “Esa es la familia grosera y egoista. Con ellos no hay que juntarse.” Además, ofrecerle a alguien comida que no era fresca se consideraba una deshonra. Es decir, no podía simplemente darle las sobras del almuerzo. Había que levantarse, agarrar la harina, prender el fuego y ponerse a hacer el pan.[vi]
Y aún el día de hoy, tenemos el mismo concepto. Si viene una visita, normalmente no le ofrecemos lo que nos sobró en el plato al mediodía. Queremos tratarlo de la mejor manera posible.
Ahora bien, aquí está el dilema: este hombre no tiene pan fresco que ofrecer. No tiene a dónde acudir. Obviamente no hay un negocio abierto a esa hora. No puede salir corriendo al supermercado. Así que va a la casa de al lado y toca la puerta de su amigo para pedir ayuda. Es una verdadera crisis; necesita que su amigo lo saque de este apuro.
Jesús dice: “¿Pueden imaginarse a este hombre que responde ante tal necesidad diciendo: ‘Mis hijos ya están durmiendo; no me molestes con tu problema’?” Llevándolo a nuestro tiempo y cultura, sería como si un amigo lo llamara en plena noche para decirle que su esposa acaba de entrar en labor de parto y necesita llevarla al hospital.[vii]
Él no llenó el tanque a tiempo y no tiene suficiente gasolina para llegar al hospital; así que te dice ¿me prestarías el auto?
¡La respuesta obvia es sí! ¿Qué clase de amigo diría: “Mira, por fin se durmieron los niños. ¡Es medianoche, por favor! Además, ya activé la alarma y si la apago y la vuelvo a activar, va a despertar a los niños, al perro y al gato. No quiero molestar a los niños ni al perro”? ¡El gato ya vive molesto así que no importa!
Note que aquí, en la parábola, este hombre que viene a pedir ayuda, cuando escucha la respuesta de su amigo, no se va. Sigue tocando la puerta. Sigue pidiendo ayuda. Y Jesús dice en el versículo 8:
“Os digo, que aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo por su importunidad se levantará y le dará todo lo que necesite” (Lucas 11:8).
O sea: “Está bien, está bien. Ya basta… ¡ya voy!”
Ahora bien, el creyente promedio lee esto y piensa: “Ya entendí: tengo que seguir golpeando la puerta hasta que, al final, Dios se canse y me dé lo que yo quiera”. Y ese es exactamente el punto opuesto a lo que el Señor está enseñando. Es todo lo contrario.
Jesús no nos da una comparación, sino un contraste. Él no esta diciendo que ese amigo se parece a su Padre celestial. Está enseñando que aún su amigo puede fallarle en momentos de necesidad, pero Dios no. Su amigo podrá resistirse, pero Dios no. Personas en que usted confía pueden desilusionarle, Pero Dios no. Él no es un hombre somnoliento y gruñón que no quiere que lo molesten. Así somos las personas; incluso los buenos amigos pueden negarse a ayudarte porque “es demasiado problema”. Pero el Padre jamás pensará que tú eres una molestia. Jamás dirá: “No me fastidies con ese problemita; además, ¡es medianoche!”
¡No! Lo que Jesús enseña aquí es justamente lo contrario. Y lo refuerza en el versículo 9:
“Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá” (Lucas 11:9–10).
No hay nada de malo en ser persistentes al orar; la persistencia puede reflejar su pasión. Pero nuestra persistencia no porque necesitamos agotar la paciencia de Dios hasta que por fin ceda a nuestra petición. La idea no es: “si golpeo la puerta hasta romperme la mano, Dios me va a escuchar”. Así somos las personas. Incluso los buenos amigos.
Como escribió el teólogo Phillips Brooks hace más de cien años:
“La oración no consiste en vencer la falta de disposición de Dios; consiste en aferrarnos a su buena voluntad. La persistencia no intenta cambiar la mente de Dios, sino llevarnos al punto donde aceptamos su respuesta.”[viii]
Y si lo piensa, la verdad es que toda oración recibe una respuesta de una u otra manera. Un autor escribe:
“Puede que no sea la respuesta que queríamos; pero incluso un “no” es la respuesta amorosa del Padre que ve a través de toda la eternidad.”[ix]
Así que no lo malinterprete: este versículo no es un cheque en blanco para obtener la respuesta que queremos a todo lo que pidamos. El Señor ya nos enseñó, en esta misma oración, a pedir que se cumpla el plan de Dios; a orar para someternos a su autoridad real y pedir que Su reino se establezca en la Tierra; a suplicar que sea haga su voluntad en la tierra, en y a través de nosotros, como se hace en el cielo. Orar es alinear nuestra voluntad con la Suya. Nos mantiene en el lugar correcto donde aceptamos Su respuesta.
El punto que Jesús subraya aquí es que siempre puede llamar; siempre puede buscar; siempre puede pedir, siempre puede acudir en oración, porque Dios el Padre siempre está disponible.
Por eso, a lo largo del testimonio del apóstol Pablo, aparece este ejemplo y esta invitación a orar constantemente como si fuera una conversación diaria. Él dice:
- Sin cesar los menciono en mis oraciones (Romanos 1:9).
- Doy gracias a mi Dios siempre por ustedes (1 Corintios 1:4).
- No ceso de dar gracias por ustedes (Colosenses 1:9).
- Perseveren en la oración (Colosenses 4:2).
- Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu (Efesios 6:18).
- …haciendo memoria de vosotros en nuestras oraciones (1 Tesalonicenses 1:2).
- …sin cesar me acuerdo de ti en mis oraciones noche y día (2 Timoteo 1:3).
- Orad sin cesar (1 Tesalonicenses 5:17).[x]
¿Para qué? ¿para cansar a Dios? No; para deleitarnos en el hecho de que:
- No puede acudir a Él “demasiadas veces”.[xi]
- No puede acudir a Él “en un mal momento”.
- No puede acudir a Él “con algo demasiado pequeño”.
- Nunca acudirá a Él y lo encontrará desinteresado.
Siempre le va a responder. Podrá decirle que “sí”. Podrá decirle que: “no.” O “todavía no.”
George Müller, quien fundó y administró muchos orfanatos en Inglaterra —y fue un hombre que vio muchas oraciones respondidas—, también experimentó demoras. Él solía citar el Salmo 37:23 de esta manera:
“Por Jehová son ordenados los pasos del hombre… y las pausas tambien” – agregaba.[xii]
Tus pasos y tus pausas forman parte del plan de Dios. Así que la respuesta podría ser “sí”; podría ser “no, ahora no”; podría ser “no, nunca lo haré”; o podría ser “no, hay algo mejor que te quiero dar”. Algo en lo que nunca pensaste.
Pablo oró tres veces para que el Señor le quitara la aflicción que lo aquejaba, y el Señor le dijo: “No; tengo algo mejor: gracia para sobrellevar tu debilidad.”
Dios puede decir:
- Sí.
- No.
- Ahora no.
- No, nunca lo haré.
- No, hay algo mejor para ti.
Pero, sea cual sea la respuesta, el principio crucial de la oración que debemos recordar —y que, en realidad, describe la naturaleza de Dios el Padre— es este: Nuesto Padre celestial siempre está accesible. No solo está disponible, sino accesible.
Los discípulos probablemente pensaban:
“Esta oración tiene unas 35 palabras; estamos acostumbrados a las oraciones largas de los rabinos… no creo que así nuestras oraciones lleguen al cielo, ¿o si?”
No hay nada de malo en las oraciones largas; pero la verdad es que tenemos acceso a nuestro Padre celestial ya sea que oremos largo o corto.
La razón por la que podemos orar con confianza – el motivo por que que podemos comunicarnos con Dios a través de la oración es porque nuestro Padre celestial es plenamente accesible—y lo escucha de buena gana en todo momento.
Parábola #2: El padre malvado
El Señor continúa enseñándonos en cuanto al carácter de Dios el Padre con una segunda parábola. Allí encontramos la segunda razón por la que podemos orar con confianza. Además de que ser accesible, Él también es un buen padre honorable. Ese es el punto de la segunda parábola, que comienza en el versículo 11. Jesús dice:
¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿o si pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión?” (Lucas 11:11–12).
Otra vez, esta es una pregunta retórica que espera una respuesta negativa. Así como el Señor dijo en el versículo 5 algo como: “¿Puedes imaginar que un amigo te responda de esa manera?” ahora, en el versículo 11, dice algo como: “¿Puedes imaginar que un padre trate a su hijo de esta manera?”. Y la respuesta que espera esa pregunta es “no”. Así no se supone que debe actuar un padre.
Su hijo le pide un pescado para comer (lo que era un almuerzo común y básico), pero el padre le da una culebra. Lo más probable es que se tratara de una culebra de agua pequeñita, típica en aquellos tiempos para usarlas como carnada.[xiii]
Su hijo le pide un huevo para comer y el padre le entrega un escorpión muerto, que, al morir, se enrosca y queda más o menos del tamaño de un huevo.
¿Qué clase de padre le haría eso a su hijo? Un padre cruel, infame, sin honor. Y Jesús dice: “Te puedes imaginar a un padre así de cruel”. No, pero es posible.
Hace poco leí la historia de Paul Getty Jr. Él tenía un padre extremadamente rico, uno de los hombres más ricos del mundo. Paul Jr. rara vez veía a su padre. Se crió en California, Estados Unidos, con su madre. Cuando estaba en la secundaria, le escribió una carta muy especial a su padre. Quería contarle algunas cosas que eran importantes para él. Escribió la carta y la envió. Unas semanas después, recibió de vuelta esa misma carta. No hubo ninguna respuesta de su padre; solo su carta anotada con las correcciones que su padre había hecho. En lugar de responderle, su padre había marcado todos los errores gramaticales con un lápiz rojo. Paul Jr. dijo en una ocasión: “Esa carta me dejo marcado de por vida”.
Ese es el tipo de padre humano que Jesús describe aquí, y es tan chocante que uno casi no puede imaginar a un padre tan vil. Solo una mala persona haría algo así.
Pero, otra vez, en esta parábola, Jesús no está haciendo una comparación, sino un contraste. Él nos enseña que Dios no es como ese amigo, y no es como este padre. Puede que en este mundo encuentres a un padre así de cruel, engañoso y sin honor, pero Dios el Padre no se parece a ningún padre terrenal. Él no engaña a Sus hijos ni les juega una mala pasada. No le hace bromas de mal gusto. No busca maneras de dañarlos. Todo lo contrario. Es un padre amoroso, tierno y protector. Es el mejor Padre que puede existir. Así es el Padre celestial.
Jesús, aquí, está respondiendo las preguntas sobre la oración que los discípulos harán por siglos:
- ¿De verdad le importo a mi Padre celestial?
- ¿De veras me está escuchando o ya se cansó de mí?
- ¿Está dispuesto a ayudarme, o estoy por mi cuenta?
- ¿Realmente se interesa por lo que de verdad necesito?
Y la respuesta es sí, porque su Padre celestial es el Padre perfecto. Y ese es el punto de la parábola aquí, en el versículo 13. Jesús concluye diciendo:
“Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” (Lucas 11:13).
El don del Espíritu Santo incluye todo lo que viene con Él:
- el discernimiento;
- la sabiduría;
- la seguridad espiritual;
- los dones de amor, gozo, paz, paciencia, mansedumbre, bondad y fe por medio de nuestra relación con el Espíritu.
Esos son los dones disponibles para los hijos de Dios que simplemente se acercan a su Padre celestial y piden. No es posible venir a Él “demasiadas veces” ni en un “mal momento”.
Podemos orar con confianza porque tu Padre siempre está accesible y siempre es honorable. Él es bueno y compasivo. Él se goza en escucharle. Es atento y bondadoso y generoso. Así que, convierta en un hábito acercarse a Él en oración a través del día. A conversar con el Señor constantemente, contándole sus hanelos y necesidades; agradeciéndole por lo que está haciendo; y sometiéndose con gozo a su soberana voluntad.
Conclusión
Leí que en 1982, un programa de television importante en la ciudad de Nueva York, programó una entrevista con el famoso predicador Billy Graham. Cuando llegó al estudio, uno de los productores le informó al asistente de Billy Graham que habían reservado una habitación privada para que pudiera orar antes de la transmisión. Fue un lindo gesto, pero el asistente le dijo al productor que el señor Graham no necesitaría esa habitación. El productor se sorprendió un poco de que este evangelista de renombre mundial no quisiera orar antes de ser entrevistado en televisión nacional en vivo. El asistente de Billy Graham respondió, con sencillez y sabiduría: “El señor Graham empezó a orar cuando se levantó esta mañana; oró mientras desayunaba; oró de camino acá en el auto, y probablemente estará orando durante toda la entrevista.”[xiv]
Querido oyente, la vida de oración de Billy Graham no solo es un gran ejemplo de lo que es orar sin cesar y convertir la oración en una conversación continua con su Padre celestial; es tambien un recordatorio de la naturaleza y la persona de Dios el Padre.
Podemos acercarnos a Él con la oración más sencilla y sincera; puede ser tan larga o tan corta como necesitemos hacerla. Podemos orar tan seguido como queramos porque nuestro Padre celestial siempre esta disponible – siempre accesible – gozoso de escucharnos y responder a nuestras necesidades. Nunca le seremos molestos. Y porque nuestro Padre celestial es bueno y generoso, y nos dará lo que es mejor.
Así que sigamos el modelo que nos dio el Señor Jesucristo para comunicarnos con nuestro Padre de una manera que le honra y le exalta y luego se rinde a Su camino y a Su voluntad.
Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.
Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.
El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.
Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.
Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.
[i] Adapted from Robert J. Morgan, Worry Less, Live More (Thomas Nelson, 2017), p. xiii
[ii] David E. Garland, Zondervan Exegetical Commentary on the New Testament: Luke (Zondervan, 2011), p. 465
[iii] Adapted from Ivor Powell, Luke’s Thrilling Gospel (Kregel Publications, 1965), p. 267
[iv] Adapted from Zondervan Illustrated Bible Backgrounds Commentary: Volume 1 (Zondervan, 2002), p. 419
[v] Adapted from Ben Brown, “41 Day Prayer Adventure” (printed transcript, 2022)
[vi] Zondervan Illustrated Bible Backgrounds Commentary: Volume 1 (Zondervan, 2002), p. 419
[vii] Garland, p. 466
[viii] Phillips Brooks, 1893.
[ix] William Barclay, The Gospel of Luke (Westminster Press, 1975), p. 146
[x] List adapted from Paul E. Miller, A Praying Life (NavPress, 2017), p. 55
[xi] (R. C. H. Lenski, The Interpretation of St. Luke’s Gospel, Augsburg Publishing House, 1946, p. 627).
[xii] Adapted from John Phillips, Exploring the Gospel of Luke (Kregel Publications, 2005), p. 165
[xiii] Bruce B. Barton, Life Application Bible: Luke (Tyndale, 1997), p. 293
[xiv] Citation: www.preachingtoday.com Harold Myra, The Leadership Secrets of Billy Graham (Zondervan, 2005)